Alicante, Villajoyosa y Torrevieja, una ‘pequeña Rusia’ en la costa valenciana
El sol de finales de junio abrasa a mediodía la ‘platja de la cala de Finestrat’, un rincón del litoral alicantino flanqueado por elevados edificios de nueva construcción, aperitivo del enjambre de rascacielos que, algo más al este, forman la turística localidad de Benidorm. La canícula y la asfixiante humedad llegan incluso a dificultar el ascenso por la suave rambla arbolada en la que desemboca la pendiente del parking de la urbanización Cala Alta. El lugar está tranquilo, sin viandantes, y nada indica que hace solo un año y medio tuvo lugar, en este preciso lugar, una de las muertes relacionadas con la guerra de Ucrania que mayor impacto mundial han tenido desde el inicio de la invasión: el asesinato a balazos de Maksim Kuzmínov, un piloto de helicópteros ruso que desertó en agosto de 2024, cruzando con su aparato las líneas de frente y entregándose a las fuerzas ucranianas, que le recompensaron con medio millón de dólares y una identidad nueva: un tal Ihor Savchenko, con pasaporte ucraniano.
Todos los relatos periodísticos coinciden: Kuzmínov, cuyo rostro había dado la vuelta al mundo tras su osada acción gracias a las ruedas de prensa ofrecidas en Kiev, se había metido «en la boca del lobo». Y que era imposible que su persona pasara desapercibida a los 800 ciudadanos de nacionalidad rusa residentes en la localidad, que cuentan con comercios y hasta inmobiliarias especializadas. A dos centenares de metros de donde fue abatido, existe un local dependiente de la Iglesia ortodoxa rusa, donde es posible incluso adquirir libros religiosos en eslavo antiguo.
Estado en el que se quedó el automóvil de los asesinos del piloto Maksim Kuzmínnov. / Ayuntamiento de Villajoyosa
España es el hogar de unos 80.000 ciudadanos rusos, de los cuales cerca de 20.000 residen en Alicante, según datos de la propia Casa de Rusia, una población flotante que experimentó un importante crecimiento entre 2010 y 2014. Son, a decir de Nina, activista política huida de su país, migrantes que se instalaron en el lugar hace ya años, en busca de «vivienda adecuada, clima agradable y toda la infraestructura necesaria». Se trata, según sus palabras, de gente «no interesada en el activismo político», que no huyeron en su día de la posible movilización militar y que probablemente estén «en contra de la guerra», pero que prefieran «no expresar su opinión de forma pública».
Vida al margen
La vida que llevan, en muchos casos, se desarrolla al margen del país que los acoge. «Es posible (vivir en Alicante) y no contactar con la sociedad local; en Alicante hay tiendas de grandes cadenas con productos rusos, como ‘Berezka’ y ‘Teremok'», continúa Nina. En estos establecimientos pueden adquirir salchichas típicas de su país, caviar rojo y negro, pan negro y hasta lácteos rusos.
En este ambiente de desmovilización política y relativo aislamiento, organizaciones como la Casa de Rusia han adquirido una gran importancia e influencia, adoptando una suerte de liderazgo comunitario ‘de facto’ aprovechando que en muchos casos, facilitan la vida al ciudadano corriente en sus trámites con la administración rusa. La Casa de Rusia ha sido autorizada por las autoridades consulares del país eslavo en España a emitir pasaportes y certificados, evitando a los interesados un largo y penoso viaje a los consulados de Madrid y Barcelona, aunque eso sí, a un precio superior. «La Casa de Rusia en Alicante, es un verdadero hallazgo; es maravilloso que exista; pude hacerme sin problemas un pasaporte exterior y no fue necesario ir a Barcelona o pedir cita», se congratula en un post de Facebook una tal Alina Guilmutnidova.
Captura de pantalla del ‘puesto’ de un ciudadano ruso en una red social en la que los esfuerzos administrativos que la Cámara de Rusia en Alicante elogia. / Redacción
Sin embargo, para sus conciudadanos residentes en Alicante y más motivados políticamente, el papel de la institución en la comunidad rusa es muy negativo, y llegan a acusar a sus dirigentes de prácticas corruptas, de fomentar, en estos tiempos de guerra, la creación de contingentes de ciudadanos leales al Kremlin gracias a los servicios que dispensa. Yulia Kiryushkina, residente en Alicante desde hace seis años, quien hace unos meses protagonizó una acción de protesta contra la sede lanzando salsa catchup a su fachada, sostiene que cuando ofrecen servicios jurídicos a ciudadanos con escasos recursos, lo que hacen es convertirlos en «personas dependientes» a las que luego exigen contraprestaciones.
Otra de las competencias de que disfruta la institución es la posibilidad de recibir los votos de los residentes rusos en el extranjero en las diferentes convocatorias electorales. Pero aquí, al igual que en la Gran Rusia, hay trampa, a decir de Lia. En las elecciones regionales de 2020, está mujer montó guardia frente a la sede y realizó un sondeo a pie de urna, cuyos resultados, en ningún caso, coincidieron con los oficiales. «Según mis datos, más del 60% votaron por el partido comunista, y en aquella ocasión, Navalni había pedido, como parte de su estrategia de voto inteligente, el apoyo a esta formación política; sin embargo, según los resultados oficiales (de Casa de Rusia), ganó Rusia Unida«, continúa.
Torrevieja, a una treintena de kilómetros de la capital provincial en dirección sur, presenta una atmósfera similar. Entre sus bloques de apartamentos es posible divisar los locales de ‘Globus’, una suerte de minicentro comercial que agrupa una cafetería donde es posible degustar deliciosos bollos de manzana, y que agrupa una peluquería, una biblioteca y hasta una agencia inmobiliaria. «Los migrantes deben adaptarse e integrarse, para que tengan una relación con el país en el que viven; el Gobierno español debería seguir de cerca esta situación y no permitir el crecimiento de enclaves cerrados«, advierte la opositora Nina, consciente de la importancia que concede el Kremlin a la lealtad de sus ciudadanos en el extranjero.
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