El káiser, Hitler y el miedo al nuevo rearme de Alemania
Las ínfulas bélicas del actual canciller, Friedrich Merz, que pretende convertir a Alemania en la primera potencia militar de la UE, es inquietante. Hoy Alemania vuelve a apostar por la disuasión militar frente el diálogo. Un cambio de paradigma que debilita el discurso pacifista que ha mantenido durante décadas. Si Merz logra su objetivo, ¿qué pasará si la extrema derecha se hace con el Gobierno federal en el futuro? Una posibilidad que obliga a echar un vistazo a la historia del país. Alemania ya sabe lo que es eso de armarse hasta los dientes. Lo hizo antes de las dos grandes guerras con consecuencias devastadoras.
A principios del siglo pasado, el entonces emperador de Alemania, el káiser Guillermo II, se enfrascó en una carrera armamentística naval con Gran Bretaña, entonces reina de los mares, que fue determinante en el estallido de la Primera Guerra Mundial. El monarca, un hombre autoritario, de fuerte carácter y que le gustaba vestir el uniforme militar, se propuso construir el máximo de acorazados posibles para equiparar su modesta armada a la británica.
El emperador Guillermo II de Alemania, a caballo durante la Primera Guerra Mundial, el último gobernante de la dinastía Hohenzolern. / .
Por aquel entonces, los invencibles buques de Su Majestad protegían las inmensas posesiones coloniales. “El imperio flota sobre la Royal Navy”, dijo el almirante Jacky Fisher, el artífice de la modernización de la marina británica. Alemania le plantó cara. “Cada barco que sumemos a nuestra flota de guerra incrementará el riesgo para Gran Bretaña en caso de ataque”, afirmó, por su lado, el ministro de Marina alemán, Alfred Tirpitz. La carrera armamentista se usó como arma disuasoria, pero la creciente tensión militar, alimentada por la rivalidad comercial, colonial y el nacionalismo, creó las condiciones para que se incendiara Europa.
Del Tratado de Versalles al Tercer Reich
La derrota hundió a Alemania en la miseria. El Tratado de Versalles la dejó endeudada por las reparaciones de guerra, le restó territorio y toda fuerza militar. A pesar de las penurias, el país tardó solo 20 años en recuperarse y convertirse de nuevo en una gran potencia militar, la segunda después de Estados Unidos. El Tercer Reich de Adolf Hitler se lanzó a producir el armamento más moderno de la época. Desde que llegó a la cancillería en 1933, Hitler se propuso recuperar los territorios que Alemania había perdido y expandir su poder por toda Europa. Antes de estallar el conflicto planetario el ejército alemán contaba con más de un millón de efectivos.
Hitler con altos líderes de la cúpula nazi. / ARCHIVO
La segunda guerra mundial acabó con la vida de cerca de 8 millones de alemanes -el 10% de la población-, arrasó ciudades y pueblos y la dejó en la miseria. “Por doquier podía verse a los miembros de la raza superior abriéndose paso entre los montones de escombros montados en bicicletas o corriendo al encuentro del carro del agua acarreando jarras y baldes”, escribió con sarcasmo George Orwell en 1945 desde Colonia. Las imágenes de los campos de exterminio nazis estremecieron al mundo.
No fue hasta 1955 cuando se permitió a Alemania, la Occidental, dotarse de ejército, el Bunderswehr. Las nuevas generaciones de alemanes empezaron a conocer poco a poco el pasado negro de su país. Una pregunta se hizo inevitable. “¿Papá, tu qué hiciste exactamente durante la guerra?”. El plan Marshall dio un gran impulso a la economía de la Alemania occidental, que fue consolidándose hasta convertirse en el motor de la UE.
Narrativa europea de paz
“Después de la Segunda Guerra Mundial hay un esfuerzo en Europa para que Alemania no se vuelva a armar”, explica Pol Bargués, investigador senior en relaciones internacionales y paz del think tank CIDOB. “Durante las décadas posteriores al conflicto se fueron construyendo narrativas para mantener y consolidar la paz a través de un equilibrio de poderes y de fuerzas” añade. Fue un periodo “exitoso para la confianza, la cooperación y el crecimiento de Europa”, sostiene.
El presidente francés François Mitterrand y el canciller alemán Helmut Kohl, atrapado por la mano, durante la ceremonia de reconciliación entre los dos países fuera del cementerio de Douaumont, cerca de Verdun. / AP
Algunos países europeos, sin embargo, vieron una amenaza la reunificación de las dos alemanias tras la caída del Muro de Berlín. La más ferviente opositora fue la entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, que advirtió sobre el peligro que, a su entender, suponía permitir la unión. “Derrotamos en dos ocasiones a los alemanes y ya vuelven a empezar”, afirmó en una cumbre con dirigentes europeos mientras mostraba un mapa con territorios que invadió Hitler. “Se apropiarán de todo”, aseguró. El presidente francés François Mitterrand mostró también sus reservas a la reunificación, así como el escritor alemán Günter Grass para quien la paz en Europa dependía de la división permanente de Alemania.
El país se ha distinguido estas últimas décadas por su carácter pacifista, en “creer más en el diálogo y la diplomacia que en la disuasión militar”, dice Bargués. La Constitución misma prohíbe participar al ejército en acciones militares directas, solo en coaliciones. La primera intervención después de 1945 fue en la ex-Yugoslavia, como miembro de la OTAN. También envió unos 100.000 soldados a Afganistán en los veinte años que duró esa guerra.
Póster alternativo controvertido para Alemania (AFD) para las elecciones europeas, en Berlín. / Clemens Bilan (EFE)
El nuevo extremismo
Este carácter antibelicista, fruto de las lecciones de la guerra y que está mermando, hizo creer a los alemanes que eran inmunes al resurgimiento del odio racial, religioso y étnico. El éxito del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) indica lo contrario. Un extremismo que se ha detectado a pequeña escala también en el ejército. En 2017, se detuvo a un grupo armado que supuestamente planeaba un golpe de Estado. Entre sus filas había varios soldados en activo y retirados. Medios alemanes hablaron entonces de un «ejército en la sombra» dentro del Bunderswehr. Ha habido más casos.
“No hay que olvidar la historia porque la historia nos ha demostrado que es necesario mantener el equilibrio de fuerzas entre naciones”, dice Bargués. “Un ejército poderoso puede generar desconfianza y sospechas con los estados que forma parte de la UE. Eso puede despertar viejas rivalidades históricas y puede ser un problema, sobre todo si el poder cae en manos dela extrema derecha”, afirma Bargués. Para el investigador sería un duro golpe porque supondría perder las lecciones aprendidas tras la Segunda Guerra Mundial.
Suscríbete para continuar leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí