Irak, influenciada por Irán y presionada por EEUU, elige su futuro en las elecciones parlamentarias
Poco más de 21 millones de electores fueron llamados a las urnas este martes para participar yn las sextas elecciones parlamentarias celebradas desde el derrocamiento de la dictadura de Saddam Hussein por parte de Estados Unidos. Unas elecciones que se celebran en un entorno de creciente desafección política y relativa estabilidad tras una larga posguerra que creó el caldo de cultivo para la aparición del yihadismo, y en un país dividido por profundas líneas sectarias y condicionado por la influencia de Irán, por un lado -es el país árabe con mayor población de mayoría chiita- y Presión de la Administración Trump para debilitar sus vínculos con Teherán en un contexto regional de profundos cambios desde el 7 de octubre de 2023.
frente al Marco de coordinación del bloque político chiitaEl actual primer ministro, Mohamed Shia al Sudani, aspira a renovar su cargo tras unas elecciones en las que compiten un total de 7.800 candidatos. Los 21,4 millones de iraquíes registrados -tres millones menos que hace cuatro años-; La inscripción en el censo electoral es voluntaria: de un total de 32 millones de ciudadanos con derecho a voto, deberán elegir en total 329 miembros del Consejo de Representantes. El Parlamento, a su vez, elegirá un presidente de la cámara por mayoría absoluta y elegirá entre los candidatos que se presenten a un presidente de la República por mayoría de dos tercios.y, finalmente, hará lo propio con el primer ministro. El reparto del poder basado en cuotas sectarias -las muhasasa- establece que el líder del Consejo es un suní, el jefe de Estado un kurdo y el primer ministro un chií.
Entre Teherán y Washington
Uno de los grandes retos del Gobierno que surja de las elecciones de esta semana será mantener el necesario equilibrio entre la influencia del régimen de los mulás -patrocinador de una serie de milicias chiítas, algunas de ellas directamente vinculadas a ministros del actual gabinete y otros candidatos- y la Administración estadounidense, que exige con cada vez más insistencia que Bagdad rompa vínculos con grupos alineados con el menguante ‘eje de la resistencia’.
En este sentido, en una conversación reciente, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, instó al presidente iraquí a poner coto inmediato a las acciones de la coalición de milicias chiítas agrupadas en las Fuerzas de Movilización Popular. Varios de sus grupos están sancionados por Estados Unidos, que los acusa de organizar ataques contra sus militares en Irak y Siria por orden de Teherán. No en vano, Las fuerzas estadounidenses presentes en la región han llevado a cabo frecuentes bombardeos contra estas organizaciones en los últimos meses.
Sin embargo, para Bagdad estas milicias son fundamentales para mantener el control interno del país pese a su tendencia a la violencia excesiva a la hora de reprimir las manifestaciones contra las autoridades, como ocurrió en 2019 con el aplastamiento del movimiento social Tishrin. Desde 2003, los partidos pertenecientes a la mayoría chiíta han dominado los sucesivos gobiernos de Irak.
Una población joven y descontenta
Aunque, en última instancia, la elección del Gobierno será el resultado de una negociación entre las elites, las elecciones parlamentarias iraquíes también servirán para poner a prueba el grado de rechazo al sistema político entre las nuevas generaciones en un país -como la mayoría de Estados de la región- muy joven (no en vano, los menores de 25 años representan aproximadamente el 60% de la población del país). Precisamente, el rechazo a la corrupción endémica del sistema político iraquí ha sido la justificación del influyente clérigo chiita Muqtada al Sadr -una de las figuras destacadas del Irak post-Saddam- para presentarse nuevamente a las elecciones legislativas.
Además de la lucha contra la corrupción, el nuevo Gobierno tendrá ante sí el desafío de garantizar la seguridad y mejorar las condiciones materiales en un país que sigue sufriendo las consecuencias de la guerra a pesar de ser el segundo productor de crudo de la OPEP. La seguridad y la estabilidad serán fundamentales para atraer más inversión extranjera en sectores como la manufactura, la agricultura y el turismo.
Tras acudir a las urnas en Bagdad, el primer ministro Al Sudani, que basó su campaña en la creación de casi 700.000 puestos de trabajo en el sector público desde que llegó al poder hace tres años, habló ayer de un «día histórico» y llamó a la población a acudir a los colegios electorales de forma «responsable» y «consciente» para elegir a sus representantes. «Nuestro Gobierno ha cumplido su compromiso de celebrar elecciones parlamentarias en la fecha fijada por la Constitución», celebró el líder chií. antes de subrayar que su gabinete “ha prestado gran atención al fortalecimiento del sistema electoral”, reformado en 2023 para garantizar una mayor representación proporcional.
Sin embargo, existen profundas divisiones dentro del Marco de Coordinación de Al Sudani, representadas en la guerra por poderes entre el actual jefe de gobierno y una subcoalición liderada por el ex primer ministro Nuri al Maliki, Estado de Derecho, tercera fuerza más votada en las últimas elecciones de 2021. Al Maliki ha asumido en cierto modo las críticas que el poderoso Al Sadr planteó al boicotear estas elecciones: corrupción y abuso de poder.
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