La agonía del Derecho
Habitamos una época en la que el Derecho, fundamento esencial de la convivencia libre y pacífica, se ve acosado por el poder, la economía y los avances tecnológicos. Es parte de la “agonía” de la que, certeramente, alertó esta semana Adolfo Menéndez en su discurso de ingreso en la Academia Asturiana de Jurisprudencia. No se trata de la crónica de una muerte anunciada, sino del reconocimiento de la disputa permanente entre la razón jurídica y la fuerza bruta. Sin Derecho no hay libertad; sin libertad no hay justicia posible. La ley es el límite que separa la civilización del caos y el único escudo frente al abuso de los poderosos.
[–>[–>[–>El Estado de Derecho, lejos de considerarse una reliquia, es una conquista frágil que debemos preservar. No es una coca-cola que se obtiene de inmediato en una máquina de los botes fríos, sino un vino añejo que ha madurado en barrica. La tentación de eludir la legalidad en nombre de la eficiencia, del interés económico o de la tecnología conduce a una nueva forma de feudalismo. También la globalización y el relativismo moral han debilitado la idea de una ética común: hoy se confunde la desobediencia con la libertad y la manipulación con el progreso.
[–> [–>[–>Cumplir la ley debe volver a ser un signo de dignidad, no de ingenuidad manifiesta. Supone la defensa de la democracia misma frente al populismo, el totalitarismo y la demagogia digital. La lucha por el Derecho es la lucha por la libertad, y solo quienes están dispuestos a conquistarla cada día merecen su disfrute.
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