Arruinados, en edad crítica y sin albañiles para rehabilitar sus locales: el drama de los negocios arrasados por la DANA
Javier, Raúl y María no han perdido a ningún familiar en el dana. Y saben lo afortunados que son por eso. Sin embargo, los tres han perdido lo que era su único medio de vida: su panadería, su peluquería y su clínica de fisioterapia, respectivamente. Sus casos son sólo tres de esos miles de pequeñas empresas devastadas por la virulencia de la inundación, pero reflejan a la perfección el drama que todos ellos enfrentan desde el pasado 29 de octubre.
«me quedan 3 años para jubilarme y no sé que hacer, porque la inversión que se requiere para restablecer mi panadería como estaba es imposible de asumir, así que mi única esperanza es juntar alguna maquinaria que alguien me pueda donar y hacer un gasto mínimo, porque , obviamente, No voy a pagar un préstamo en este momento.«, se lamenta Javier de Utiel. «Estoy a 7 años de jubilarme e invertí 20 millones de pesetas en esta peluquería más otros 20 que me costó el bajo. Evidentemente no puedo hacer ese gasto ahora», explica también Raúl ante un local completamente destruido. Ni siquiera se plantea pedir un préstamo de los anunciados por el Gobierno, porque no sabe si podrá devolverlo. .
Al igual que Javier, también confía en lo que los compañeros del gremio pueden donarle y lo que, poco a poco, podrá comprar, aunque no sea de la misma calidad. Sin embargo, en tu caso lo más importante es que alguien te ayude a cerrar la peluquería lo antes posible para que puedas empezar de cero y que nadie te robe lo poco que te queda. «La fachada era un enorme ventanal de cristal y la inundación la reventó por completo. Había tres coches apiñados”, recuerda con la voz entrecortada desde Paiporta.
A la cantidad de dinero que costaría la obra se suma la falta de profesionales de la que alerta María. Es mucho más joven, pero se le ha acabado la clínica de fisioterapia que la alimenta y, aunque invierte todos sus ahorros en reabrirla, ni siquiera tiene segura cuándo podrá hacerlo. «Tengo que cortar paredes, ver si se puede salvar el cableado eléctrico o tengo que hacerlo de nuevo… Pero, claro, como todos son terribles, Se están centrando en acondicionar las viviendas, que es la prioridad, y no hay profesionales disponibles«, alerta.
Si en condiciones normales cada vez es más complicado encontrar un albañil, un carpintero o un fontanero, las devastadoras consecuencias de la DANA hacen que, en muchos municipios valencianos, como en Utiel, sea una misión imposible. «Piensa que ahora mismo tengo que cambiar hasta la caldera, porque hace mucho frío y me he quedado sin calefacción», lamenta María, que no sólo la necesita para ella, sino para atender a unos clientes que, sin embargo, están deseando abierto. «No faltaría al trabajo, pero el problema es ¿cuándo podré recuperarlo?«.
La historia de María
María la DANA fue sorprendida en su casa -ubicada a escasos metros del río- junto a ella niños de 5 y 8 años. Se habían suspendido las clases, por lo que también había cancelado sus citas en la clínica. «Cuando vi que el agua empezaba a entrar a mi casa me volví loca por sacar a relucir las cosas que pensé que podríamos necesitar», recuerda. Sólo tienen la planta de arriba habilitada como trastero, así que reunió todo lo que pudo: “Comida, agua, ropa de abrigo, un colchón, mantas, toallas… Todo”.
Su marido, que estaba trabajando, intentó ir a buscarlos, «pero fue imposible».. En las primeras horas, sin embargo, la zona de la clínica no estaba tan mal, así que acudió en cuanto pudo para intentar salvar al menos los aparatos -los más caros de los que tenían en el local- y los llevó hasta el piso donde sus suegros tienen justo encima. Las siguientes horas fueron horas de mucha angustia, pero María asegura que, en su caso, lo peor vendría cuando se dio cuenta de que la tragedia era mucho peor de lo que podía ver desde su ventana. «Pensé que el problema era de los que vivíamos al lado del río, pero cuando vi todo al día siguiente, mi mundo se vino abajo», recuerda.
Hasta las 22.00 horas ni ella ni sus hijos pequeños pudieron ser rescatados. Las fuerzas de seguridad no pudieron llegar a la zona. Quien los salvó fue un vecino que maniobró y maniobró con su tractor hasta lograr llegar a su casa. Esa noche ni siquiera pudo reunirse con su marido y sus padres. Dormía en casa de otros vecinos que vivían en una de las zonas menos afectadas del municipio. Sin embargo, lo recuerda de forma muy emotiva: «Nos dejaron su ropa, sus camas… Todo. Y ver que la gente recurre a ti en una situación como esta es increíble».
la historia de javier
Ahora, su único objetivo es reabrir la clínica que con tanto esfuerzo e ilusión abrió hace 20 años en Utiel, el mismo pueblo donde Javier regentaba la suya. panadería desde 1995. Ubicado justo al lado del río, el lugar quedó completamente inundado. «Había 2,20 metros de agua. no quedaba nada. «Todo para tirar», se lamenta, aunque, afortunadamente, está vivo para contarlo.
«Estaba en la panadería terminando de trabajar y como a las 2 de la tarde empezó a entrar agua. Al principio traté de contenerla, pero cuando vi que era imposible, comencé a poner las cosas en los estantes más altos», cuenta. dice. en conversación con Libre Mercado. Una hora después se dio cuenta de que no iba a poder salvar nada y que lo que tenía que hacer era luchar por su vida: «Subí por la ventana hasta el piso de arriba y no pude hacer nada más.«.
Casi un metro de agua entró también en su propia casa, que está muy cerca de la panadería. «Acababa de terminar de pagar la hipoteca. «Y mira… Faltan tres años para jubilarme y ahora me pasa esto», dice abatido. Precisamente por eso, Javier no tiene claro qué hacer.Sólo un horno como el que yo tenía ya cuesta 80.000 euros. y ahora no puedo hacer esa inversión, así que tendré que repensarlo todo -explica-. “Antes no compraba nada congelado, todo se hacía aquí, pero si tengo que recurrir a eso para invertir menos, pues lo haría, claro”.
La historia de Raúl.
Raúl, en Paiporta, también se encuentra en una situación similar. Faltan siete años para jubilarsese pasa el día haciendo cuentas para saber cuánto le costará reabrir una peluquería que él mismo puso en marcha con todos sus ahorros hace más de dos décadas: «Puse muebles muy buenos de la marca Olymp, que es una fábrica que «está en Zaragoza, y me gasté 20 millones de pesetas, pero claro, a estas alturas ya no puedo gastar ese dinero».
Hasta ahora contaba con una trabajadora que le ayudaba, pero, de momento, no le ha quedado más remedio que prescindir de ella, solicitando un ERTE. Aun así, su única obsesión es reabrir como pueda, ya que Su mujer no trabaja y la peluquería es, por tanto, su único medio de vida.. Su única esperanza es, por tanto, retomar el negocio con lo poco que le queda, lo que poco a poco podrá comprar y lo que alguien le pueda donar. Eso sí, lo más importante, insiste, es recuperar el cristal para poder cerrar la peluquería e intentar empezar de cero lo antes posible: «Para mí, si alguien pudiera devolverme el cristal y el marco de hierro, en su lugar, sería una bendición.» Ayuda mucho, porque el resto, bueno, los muebles los vamos poniendo poco a poco”, señala.
A pesar del drama, Raúl es consciente de que él y su familia tienen suerte. «La suerte que tuvimos fue que era martes y la peluquería no estaba abierta ese día. -dice con la voz entrecortada antes de romper a llorar-, «así que estábamos los cuatro juntos en casa». Aunque el agua destruyó el primer piso, pudieron refugiarse en el piso superior. Lo han perdido todo, pero no la vida. Y, en una zona donde ya se han registrado más de 200 muertes, esa es razón más que suficiente para sonreír, aunque duela el alma.
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