así es la elegante ciudad de Portugal que conquistó a la realeza
Empecemos por localizar Vidago, el pueblo que empezó a aparecer en el mapa europeo a finales del siglo XIX, cuando Propiedades curativas de sus aguas minerales. Ricas en gas natural y tradicionalmente utilizadas para tratar desde problemas digestivos hasta dolencias respiratorias, estas aguas se han convertido en un atracción irresistible hacia los aristócratas portugueses y viajeros del Viejo Continente en busca de bienestar. Su fama, como suele ocurrir con los grandes descubrimientos termales, comenzó a difundirse a partir de ese momento de boca en boca.
Vidago forma parte de la Ruta de las Aguas Termales, un recorrido de 46 kilómetros que atraviesa el valle del río Támega y funciona como una “Eurociudad”. Une el norte de Portugal con el sureste de Galicia y permite, casi sin darnos cuenta, patrimonio termal de Verín, en Ourense, así como las históricas ciudades balneario portuguesas de Chaves y Vidago. Una ruta transfronteriza con el agua como hilo conductor.
La gran transformación de Vidago se produjo en 1910, cuando el rey Carlos I de Portugal impulsó la construcción de un lujoso palacio-hotel para sus estancias en la ciudad. ciudad balneario que rivalizaba con los grandes balnearios europeos. Aunque el monarca fue asesinado antes de ver hecho realidad su sueño, el proyecto continuó y, meses después, abrió sus puertas el opulento Palacio Vidago. Su arquitectura, su fachada color salmón, sus jardines geométricos y su Salón de baile inspirado en Versalles Lo convirtieron en un icono del lujo internacional y hoy conserva esa apariencia aristocrática (vidagopalace.com).
UN PALACIO CENTENARIO PARA LOS REYES
Tras décadas de esplendor, decadencia y renacimiento, el Palacio Vidago resurgió en 2010 con una rehabilitación que combina Artesanía portuguesa, diseño contemporáneo. y absoluto respeto por su patrimonio histórico. El hotel, que conserva su aura nostálgica, Sigue siendo un punto de encuentro para quienes buscan el relax y los beneficios de las aguas termales.
Descubrir el propio interior es entrar en una sucesión de espacios elegantes: candelabros de cristal, mármoles centenarios, habitaciones que recuerdan el glamour de Bella Época y piezas donde domina el refinamiento sin estridencias. Pasear por sus salas es como caminar por un decorado cinematográfico.
AGUAS TERMALES, UN TESORO
Las aguas que dieron fama a la localidad siguen siendo, más de un siglo después, su mayor tesoro. Pero ahora se aprecian de forma moderna. spa térmico, diseñado por el prestigioso arquitecto Álvaro Siza y delicadamente integrado en el entorno natural. Un oasis minimalista, atmósfera zen donde predomina el mármol blanco, contrastando deliberadamente con el clasicismo del palacio. En éste, las aguas carbonatadas emergen a temperatura constante y se utilizan en tratamientos que combinan tradición médica y técnicas actuales de bienestar: baños de inmersión, chorros de masaje, duchas Vichy… para dejar como nuevas.
Junto a las aguas termales se creó a principios del siglo XX un entorno natural y botánico que puede ser visita gratuita, incluso si no estás alojado adentro. Un espacio verde concebido como espacio balneario, con árboles centenarios –magnolias, plátanos, camelias, acebos, pinos…–, plantas exóticas, senderos, estanques, lagos y cuatro fuentes históricas situadas en pequeños pabellones, llamados refrescos, que permiten degustar las aguas minerales de las que brotan.
Y si en el pasado Vidago conquistó la realeza gracias a sus aguas, hoy también conquista la entusiastas del golfgracias a su campo de 250 hectáreas rediseñado por los británicos Cameron & Powell, que acoge campeonatos internacionales y está considerado uno de los mejores del país.
MÁS ALLÁ DEL SPA
Pero Vidago no es sólo un complejo termal: es un pueblo pequeño (1800 habitantes), tranquilo y rodeado de naturaleza. Si en el pasado contó con 5 grandes hoteles, hoy sus calles muestran la tranquilidad de los pueblos del norte de Portugal, con casas solariegas, comercios tradicionales y algunos edificios de interés, como la Iglesia de Nossa Senhora da Conceição, la Torre del Reloj, la Capilla de Santa Eugénia y la Casa-Museo João Vieira, que conserva el patrimonio de uno de los más grandes artistas visuales portugueses del siglo XX.
La llegada en 1910 a Vidago de la línea de ferrocarril, que conectaba varios pueblos del interior de Trá-os-Montes, facilitó en aquella época el acceso a los balnearios, y ahora puedes recorrer su antiguo trazado imaginando los trenes que atravesaban el valles de los ríos Támega y Corgo mientras disfruta de la naturaleza que lo rodea. Una opción más para esta escapada de esencia aristocrática que sigue ofreciendo lo que la hizo famosa hace más de un siglo: silencio, naturaleza, bienestar y elegancia.
Quien visita Vidago también pasa por allí. Chaves, que está a 18 kilómetros. el viejo Aquae Flaviae Romana, cuyos restos aparecen junto a las Termas (termasdechaves.com). Famosa también por sus aguas, que alcanzan temperaturas de hasta 73ºC y por su Puente romano que salva el Támega.
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