Con noticias del PSOE
El contrato firmado por el Gobierno y la dirección del PSOE con los partidos independentistas catalanes con motivo de la elección de Pedro Sanchez, renovado después en la investidura de Salvador Illa, para una nueva forma de financiación de Cataluña (y la manera de articularse la misma) constituye un auténtico argayu no solo con respecto a cómo es hasta ahora la financiación de las autonomías de la España no privilegiada (todas, excepto Navarra y País Vasco), sino en lo relativo a la igualdad entre los ciudadanos del Estado y al concepto mismo de cómo se establecen la igualdad y la solidaridad, si entre territorios o entre individuos.
Las observaciones negativas con respecto al pacto, su insolidaridad, la desigualdad, el convertir de hecho a Cataluña en un nuevo territorio foral, la pérdida de capacidad del Gobierno central, la disminución de la financiación de las autonomías de régimen común y otros aspectos, han sido reiteradamente señaladas por economistas e instituciones. Aquí, en LA NUEVA ESPAÑA han aparecido, al respecto, un par de extensos artículos del expresidente Rodríguez-Vigil. Yo mismo lo he señalado varias veces, la última en https://www.lne.es/opinion/2024/10/06/cuentos-claros-108958714.html.
Pues bien, frente a lo que parecía una aceptación unánime en Asturies (fuera, son conocidas, por ejemplo, las críticas de Lambán y Page) de esas decisiones de la cúpula del PSOE y del Gobierno, en el socialismo llariegu han aparecido diversas propuestas que tratan de modificar esa postura, expresada en la ponencia oficial de financiación autonómica redactada para el próximo congreso federal, a finales de mes, en Sevilla. La propuesta de la cual tenemos información más extensa, a través de este diario, y que es, sin duda, la más radical, es la que ha presentado la agrupación socialista de Llanes, encabezada por el expresidente Antonio Trevín.
Estos son sus argumentos fundamentales: niega, en primer lugar, y con números, que, como se pretexta, Cataluña esté infrafinanciada. Rechaza, fundamentalmente, el principio de ordinalidad, según el cual una comunidad no puede dar más de lo que recibe. Respetar la ordinalidad supondría fijar límites a la solidaridad territorial: «No se justifica que unos contribuyentes que paguen más por su nivel de renta tengan derecho a recibir mejores servicios públicos que otro conjunto de ciudadanos cuya contribución fiscal sea inferior como consecuencia de su menor renta per cápita». Subraya que el acuerdo ERC-PSOE, que recoge la ponencia, «puede comprometer tanto el principio de solidaridad como la autonomía financiera del Gobierno central», y que no es verosímil que el modelo propuesto sea beneficioso para todos, debiendo negociarse el nuevo sistema de financiación –necesario por las carencias y defectos del actual– «de manera multilateral entre el Estado y todas las comunidades autónomas que integran el sistema común de financiación autonómica» (es decir, no dando por sentado ya el modelo firmado para Cataluña). E, importantísimo desde el punto de vista conceptual, afirma que el modelo firmado y propuesto es, en realidad, un concierto fiscal (como el de los territorios –es decir, los ciudadanos de los mismos– ya actualmente privilegiados) que «nos aleja radicalmente de los países federales de referencia, como Estados Unidos, Alemania, Canadá, Suiza y Australia» (frente al camelo reiterado de que acuerdos y ponencia suponen un avance hacia un Estado federal).
Se pueden decir más cosas –ignoro, con la información de que disponemos, si las dice– sobre los acuerdos, la ponencia y sobre el camino de desigualdades y tormentas financieras en que la dirección del PSOE pretende sumergirnos, pero estas aquí apuntadas iluminan como varios soles la verdad.
Reunidos los delegados de la FSA al Congreso de Sevilla, han aprobado un texto más dulce, menos explícito sobre todos los entrañamientos de los acuerdos y la ponencia del Gobierno y del partido centrales. En ese texto destacan tres aspectos: la negativa a la ordinalidad, la exigencia de acuerdos multilaterales, sin exclusiones, y la negativa a un tratamiento privilegiado para ningún territorio. Veremos ahora qué resulta tras el Congreso. Lo verosímil es que triunfe la postura actual del Gobierno y del PSOE centrales, con algunas fórmulas peculiares para Cataluña y algún remiendo para que las cosas parezcan resolverse de manera satisfactoria para todos.
Una reflexión ahora. Asistimos a discusiones sobre si unas propuestas son más o menos socialistas, se adecuan o no a lo que «es el socialismo». Constituye una falacia argumental. Pensemos que hay un socialismo soviético, otro norcoreano, otro chino, etc. Incluso, limitándonos al socialismo político mayoritario en España a lo largo de la historia, el del PSOE, no existe un socialismo-socialismo, un socialismo canónico: el socialismo es, en cada tramo de la historia «lo que hace» el Partido Socialista. Por irnos lejos, hay un socialismo del 34. Más cerca, uno de González y su dirección. Y ahora hay lo que hace el de Pedro Sánchez.
Veremos a partir del día 1 de diciembre de este año «qué es» el socialismo, según se defina en esta materia, tan nuclear de la acción política. Y, tal vez, frente a él, podremos decir: «Hubo otro socialismo que pretendió ser y no fue».
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Ver veremos. En cualquier caso, reiterémoslo, el ser no lo definen las siglas ni las palabras, sino el hacer.
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