Deposición insustancial
¿Quién no ha tenido la oportunidad de disfrutar de una «declaración institucional»? Se suelen administrar a media mañana para que la recojan los informativos del mediodía y sea luego carne reseca de tertulia.
El especialista en tales declaraciones es el «Gran Despensero» que freza en Moncloa, tan alto en corporeidades como bajo en lealtades, experto en la chanza de la «cogobernanza». En sus alocuciones se expresa utilizando la «lengua de madera», un galicismo, porque los franchutes llaman «langue de bois» a la que maneja palabras desnudas de verdad, mendaces en grado sumo, envoltorios de un mensaje trufado de trucos gastados y maldades corrompidas, dirigidas de forma implacable al (prefabricado) enemigo.
Por supuesto, nunca admite periodistas pues los tiene por faltones que pueden desvelar los desconchones de su discurso de cotorra disecada.
Y lo malo es que así convence a seis millones largos de compatriotas que volverán a llenarle el monedero de votos con la disciplina bobalicona del cordero que se quedó quieto pastando en la época de la Mesta, como una reliquia de la prehistoria del progresismo.
Por eso propongo que tales «declaraciones institucionales» pasen a llamarse «deposiciones insustanciales». Para dotarles de dignidad, mayormente.
Digo esto porque, como «deposición», es decir, como defecación o deyección, merecen todo el respeto, el debido a estas expansiones corpóreas que llevan en su seno el atractivo de la libertad, de la liberación. Bien mirada, la «evacuación» es prácticamente lo único que queda de la vieja ideología liberal, deshuesada hoy por unos y por otros, manoseada por aventureros de la palabrería y por pecadores exclaustrados.
Se expresa con la «lengua de madera», la que maneja palabras desnudas de verdad, mendaces en grado sumo, envoltorios de un mensaje trufado de trucos gastados
Nadie pues se debe sentir agraviado por el uso de esta palabra.
Tampoco por el adjetivo «insustancial». En una época de incertidumbres lejanas (calentamiento global) y tragedias cercanas (Valencia), lo insustancial resulta acogedor, blando, cálido, de una frescura hospitalaria. Nadie lo dude: se va a imponer el relato de las nimiedades, de lo insignificante, como medio de luchar contra los agobios y las desgracias. En los juegos florales ganarán los premios aquellos poetas que presenten poemas dedicados a la rosa, al rocío, al amor mustio de Lupita y los cisnes rubenianos que se desplazan ingrávidos entre esas pálidas y enjutas princesas que viven los primeros amoríos, palpitantes y balbuceantes, ay, sus pechos en floración.
O sea que gana mucho «deposición insustancial» en lugar de «declaración institucional».
Aunque también sería buena innovación usar la expresión «declamación delincuencial» en la que el orador encadene, como versos bien medidos, los delitos cometidos por los descomulgados / as de su cofradía.
Serían versos sacrificiales pues no olvidemos que los «sacrificios» están en nuestros orígenes más remotos y eran tributados a los dioses para aplacar sus cóleras.
Tales sacrificios se hacen ahora ante el altar donde arde la llama votiva de la memoria histórica, esa letanía do habitan la ponzoña del ayer y el argumentario de hoy.
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Por estas innovaciones del lenguaje que propongo, bien merecería este pobre escribiente recibir la gran Banda del Puño en campo de Rosas.
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