el superávit chino está a punto de romper la barrera del billón de dólares
Cuando Donald Trump regrese a la Casa Blanca tendrá frescos los datos del superávit comercial chino con el mundo de este año: por primera vez en la historia, si continúa la tendencia, habrá superado el billón de dólares. Al presidente que se autocalificó como el “Hombre de los aranceles” y que definió a estos como “la palabra más bella del diccionario” no le escasearán motivos para otra nueva guerra comercial. Los analistas la dan por segura, falta medir su alcance.
El desequilibrio (con signo positivo) de la balanza comercial china alcanzó los 785.000 millones de dólares en los primeros diez meses. Es un aumento del 16% respecto al mismo periodo del pasado año y, si no hay sorpresas hasta diciembre, rebasará el umbral psicológico del billón. Las cuentas permiten algún asterisco: por ejemplo, el artificial aumento de las exportaciones porque los fabricantes chinos vacían sus almacenes anticipándose a la batería de aranceles. Pero en líneas generales responde a una tendencia consolidada. Son ya 170 países los que arrastran un déficit comercial con China. El superávit con Estados Unidos ha crecido el 4,4%, con Europa ha rozado el 10% y se ha disparado al 36% con el sudeste asiático, un mercado potenciado por Pekín en estos tiempos convulsos.
El consumo interno debía de relevar a las exportaciones como el principal motor económico, según el plan chino. La incertidumbre post-pandémica y la crisis inmobiliaria lo ha arruinado pero, mientras tanto, es un mal menor que los consumidores globales compren lo que los chinos no quieren: mantiene la fábrica global engrasada y al paro en magnitudes manejables. China concentra un tercio de las manufacturas globales y su salida masiva alimenta suspicacias que pueden desembocar en una guerra de divisas. India ha visto su déficit comercial con China doblarse en un lustro y ya ha advertido de que devaluará la rupia si Pekín hace lo mismo con el yuan para aguar los aranceles estadounidenses.
Amenaza de aranceles del 60%
En ese frágil contexto irrumpirá el levantisco presidente de EEUU. En su diagnóstico sobre los males que aquejan al trabajador estadounidense no hay espacio para la autocrítica. Todos son culpa de China y no hay más cura que igualar la balanza comercial. Aquellos aranceles de su primera guerra comercial a las importaciones chinas, que oscilaban entre el 7% y el 25%, son ridículos en contraste con los del 60% que prometió en las elecciones.
Trump dispone de diferentes caminos, señala Anthony Saich, sinólogo de la Harvard Kennedy School. “Si los combina con restricciones más firmes en el sector tecnológico, su objetivo será interrumpir la economía china. Es lo que algunos de sus colaboradores y muchos ‘think tanks’ de ultraderecha quieren. También podría repetir lo que hizo en su primer mandato y usar los aranceles como presión para conseguir un acuerdo comercial”, señala.
El masivo reclutamiento de halcones descarta posturas sosegadas. Trump ha llamado como Secretario de Comercio a Robert Lighthizer, estratega de la anterior guerra comercial. Durante estos años ha ensalzado con brío los aranceles en debates públicos y ha escrito un libro que defiende el desacoplamiento económico con China. Hay factores más tranquilizadores. Algunos de los principales apoyos de Trump, como Elon Musk, tienen abundantes negocios con China y frenarán la dinámica de los compartimentos estancos.
El peligro de la inflación
También la inflación que hundió a Joe Biden maniatará a Trump. Su gravedad sugiere una imposición de aranceles más quirúrgica que al bulto, opina Stanley Rosen, profesor de Ciencia Política en el Instituto Estados Unidos-China de la Universidad de Carolina del Sur. “China es el suministrador más barato de muchos bienes y gravarlos solo dañará a los consumidores estadounidenses porque el distribuidor simplemente añadirá el arancel al precio final. Y también hay bienes chinos que necesitan las cadenas de suministro de las compañías estadounidenses. Trump tendrá que decidir con cuidado a qué importaciones aplica los aranceles y en qué medida”, añade.
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Muchos economistas califican unos aranceles del 60% como inverosímiles por sus efectos devastadores. El Instituto Petersen de Economía Internacional alertaba de que debilitarán el crecimiento económico y dispararán la inflación y el desempleo. Organismos independientes ya asemejaron la anterior guerra comercial a un tiro en el pie. “No son un farol, sino una base de negociación. Trump conseguirá concesiones por cada producto o sector que retire de la lista de aranceles. Sabe que ha ganado las elecciones por la inflación y será muy cauteloso. También sabe que tiene la sartén por el mango si puede apretar a otros países a través de los que China exporta como México. No alcanzarán el 60%, pero a China le costará rebajarlos”, pronostica Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis.
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