La democracia era una fiesta
Nada es más importante para una sociedad que la organización de la vida en común de los individuos que la forman. La convivencia solo es posible si se establecen unas normas y estas son respetadas. Al respecto, hay una diferencia abismal entre una coexistencia en régimen de libertad y otra impuesta, que viene determinada por el origen de dichas normas y las disposiciones contenidas en ellas. En las sociedades democráticas, la norma básica es una Constitución. El sistema político español es una democracia, aunque a la hora de señalar desde cuándo se propongan fechas distintas, aduciendo diversas razones. Para unos, la democracia se inauguró en junio de 1977, el día en que se celebraron las primeras elecciones auténticas tras la dictadura. Arzallus, el líder nacionalista vasco, en octubre del mismo año, al aprobarse la ley de amnistía declaró que en aquel momento comenzaba la democracia en España. Según el punto de vista compartido más ampliamente, la democracia quedó definitivamente instalada la jornada del triunfo electoral del PSOE en octubre de 1982. Sin embargo, partiendo de considerar que lo característico de una transición es que las reglas del juego no están definidas, en el caso de España habría que darla por concluida el 29 de diciembre de 1978, con la entrada en vigor de la Constitución.
[–>[–>[–>Durante unos años, la democracia española estuvo en peligro. El terrorismo, el naufragio de UCD, el golpe de estado frustrado de febrero de 1981, la pusieron en dificultades y provocaron inestabilidad e incertidumbre. Posteriormente, el primer gobierno socialista, la posición adoptada por la derecha liderada por Fraga y el ingreso en la Comunidad Económica Europea contribuyeron a consolidarla. La democracia en España había adquirido en muy poco tiempo carácter de irreversible. Teniendo en cuenta la escasa experiencia democrática de la sociedad española, solo faltaba su institucionalización para culminar satisfactoriamente una travesía histórica de avances y retrocesos, marcada por el conflicto. Vista nuestra evolución política en los últimos años y reparando en los episodios más recientes, debemos admitir que los valores y las actitudes de la democracia no han echado todavía raíces profundas entre nosotros. Esta insuficiencia resalta en primer lugar en el comportamiento de los partidos y los políticos en general. Resulta alentador, no obstante, que los ciudadanos la perciban con meridiana claridad.
[–> [–>[–>El 6 de diciembre fue declarado festivo por un decreto de 1983 que animaba a celebrar en instituciones del Estado, y particularmente en escuelas, cuarteles y en los espacios públicos, la aprobación en referéndum de la Constitución. Era tanto como festejar la democracia. Se difundió el texto constitucional en ediciones masivas, se hicieron homenajes, monumentos discursos, monedas y sellos. La sociedad española celebraba la democracia de la que disfrutaba con ingenuo entusiasmo. Y lo sigue haciendo, de manera menos exaltada y quizá con una mayor dosis de escepticismo, como corresponde a la realidad sombría que nos envuelve. Una mayoría de españoles se proclaman incondicionalmente partidarios de la democracia, sin asomo de duda, pero manifiesta a la vez su descontento y se ha vuelto mucho más exigente con la nuestra.
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Los datos de la última encuesta publicada revelan que para el 52% de los españoles la Constitución ya no es válida y que el 80% aboga por su reforma. El desacuerdo surge en torno al reconocimiento de Cataluña, País Vasco y Galicia como naciones del Estado español y a la reducción del peso de los partidos nacionalistas en el parlamento español. En relación con estos dos polémicos asuntos, los votantes socialistas están divididos por la mitad. Vox, Sumar, Junts y los partidos nacionalistas y socios parlamentarios del Gobierno optaron por no acudir a la celebración del Día de la Constitución. Representan a un tercio de los españoles que votaron en las elecciones generales de 2023. Son mayoría en el País Vasco, pueden volver a serlo en Cataluña y en Galicia conforman una pequeña minoría. De los grandes partidos, solo participaron en la celebración el PP y el PSOE. En las comparecencias ante la prensa, sus líderes dirigieron sus alocuciones el uno contra el otro, dejando de lado el significado de la convocatoria y metidos de lleno en el maratón electoral que ya arrancó en Extremadura.
[–>[–>[–>El PP propone que se estudie la Constitución en las escuelas. Es una vieja y buena idea, que ha sido ensayada sin demasiada convicción, abandonada y recuperada a conveniencia de partidos y coyunturas políticas. Pero no es suficiente. La Constitución de 1978 fue el resultado de un pacto, logrado en condiciones más difíciles. De ahí la admiración que suscita, con todas sus imperfecciones, pasado medio siglo. Lo que hace falta es renovar el pacto constitucional. Ese es el desafío que pondrá a prueba la categoría del personal político.
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