Las tiendas del barrio también levantan la persiana a los algoritmos
En tiendas pequeñas, donde las tareas se reparten entre unas pocas personas, pensar en automatizar procedimientos, organizar datos o mejorar la atención al cliente con inteligencia artificial suena como una opción atractiva pero a veces inalcanzable. El punto de inflexión llega cuando el comerciante comprende … que puede empezar con algo pequeño, útil y barato. “El desafío no es tener IA, es entender qué significado tiene para tu empresa y cómo te puede ayudar en el día a día”, afirma Luis León, cofundador y CEO de IA TRI Projects. La primera barrera «no es técnica sino emocional, porque detrás de la idea de que la IA es cara y para las grandes empresas, hay mucho miedo e ignorancia». Es miedo a no entenderlo, a cometer errores o incluso a los cambios que conlleva acompañado del clásico «no tengo tiempo para esto». Pero León insiste en que no es una cuestión de horas, sino de no saber por dónde empezar.
En esta misma línea, Susana Gilabert, directora general del Asociación Española de Comercio Minorista (AER), afirma que, para muchos, la IA todavía se percibe como algo propio de las grandes marcas o incluso como ciencia ficción. Además, «si hablamos sinceramente, el pequeño comercio aún está en una fase muy temprana. Lo interesante es que, sin saberlo, muchos ya están teniendo contacto con él a través de herramientas muy sencillas».
A todo esto se suma la falta de tiempo, añade Julián López-Arenas, director de Competitividad de Cámara de España. «Con equipos pequeños y una carga operativa diaria elevada, muchas empresas sienten que no pueden pasar horas explorando, comparando o aprendiendo nuevas tecnologías».
La otra gran barrera es pensar que la IA no se aplica a su sector, continúa León. “Cuando me dicen, tengo una carpintería, aquí no importa la IA, tenemos que hacerles entender que, además de su trabajo, está la atención al cliente, la gestión de agenda, las facturas, los presupuestos, los proveedores… y ahí hay muchas oportunidades”.
como aplicarlo
En concreto, hay tres frentes en los que se puede aplicar fácilmente: tareas administrativas, atención al cliente y gestión interna. Esto se traduce en “menos tiempo en tareas mecánicas y más tiempo para lo que realmente da valor, que en una tienda de proximidad suele ser estar con el cliente y cuidar la relación”. A modo de ejemplo, dice León, el gerente de un pequeño negocio pasó buena parte de la mañana respondiendo siempre los mismos correos y mensajes. Preguntas sobre productos, precios, plazos, elaboración de presupuestos… Implementaron un sistema muy sencillo que genera esas respuestas y esos presupuestos en segundos, los revisa y los envía. «Para ella, el cambio no fue tener IA, sino dejar de sentir que el papeleo le consumía el día y poder dedicar más tiempo a los clientes». En otro negocio, el dueño pensaba que todo iba bien porque estaba vendiendo más, pero no tenía control real. Se automatizaron el desglose de facturas y el cierre de caja. «La IA demostró que el negocio estaba en pérdidas. Fue duro pero necesario. A partir de ahí pudo ajustarse y recuperar margen”. La IA, insiste, no sólo ahorra tiempo: “pone la realidad del negocio frente a ti”.
Hay miedo, desconocimiento y existe la idea de que la IA es cara y para grandes empresas.
Gilabert lo destaca. Existe la sensación de que la IA es cara, compleja y requiere conocimientos técnicos avanzados. A esto se suma la falta de formación práctica y apoyo real. «El pequeño empresario no necesita discursos futuristas, necesita entender para qué sirve hoy y cómo le puede ayudar a ahorrar tiempo, vender más o comunicar mejor. Cuando la IA se explica desde la utilidad cotidiana y no desde la tecnología, el miedo desaparece. El problema aparece cuando la herramienta se empieza a utilizar con ilusión en las primeras semanas, luego vienen cambios, dudas… y, poco a poco, se va abandonando porque cuesta más trabajo mantenerlo que hacerlo a mano.
Otro mito común es creer que, sin grandes volúmenes de información, la IA no tiene sentido para ellos. Pero sucede todo lo contrario. «El primer paso consiste en organizar lo que ya existe, poner procesos, plantillas, respuestas comunes, documentos sueltos que viven en la cabeza del dueño o en notas dispersas en un lugar común», explica León. A partir de ahí, puedes construir un asistente interno que responda las preguntas del equipo, automatice tareas mecánicas y comience a registrar bien la información.
Hoy en día, continúa explicando López-Arenas, la mayoría de las soluciones de IA son accesibles para una pequeña empresa o están integradas en herramientas que ya utiliza en su actividad diaria. TPV, plataformas de comercio electrónico, software de gestión o redes sociales. Son adopciones asequibles y fáciles, que no requieren grandes inversiones ni conocimientos técnicos avanzados.
Respecto al coste aproximado, León afirma que no hay una cifra concreta. «El mayor coste no suele ser la tecnología, sino el tiempo del propio equipo para detenerse, revisar cómo funcionan y validar los cambios. Bastan unas pocas sesiones para comprender los procesos, identificar qué se puede mejorar y probarlo a pequeña escala antes de ampliarlo. Esto no requiere de un departamento técnico, sino de alguien dentro del negocio que se involucre, tome decisiones y actúe como puente en esa transición.
Llegados a este punto, el principal error según todos los expertos es implementar la IA para la moda, adoptar herramientas sin un objetivo o esperar que la tecnología solucione problemas estructurales. La IA no es mágica, analizan desde AER. «Se necesita una estrategia mínima, priorizar lo que aporta valor real y avanzar paso a paso». También es habitual intentar hacer demasiado desde el principio, cuando lo más efectivo es empezar con una o dos aplicaciones útiles, asignar recursos y crecer a partir de ahí.
Rol institucional
Para hacer posible esta transición, asociaciones, administraciones y agentes digitales tienen un papel clave como traductores entre la tecnología y la realidad del mostrador, aportando formación accesible, herramientas adaptadas y casos de éxito cercanos.
Cámaras de España llevan años acompañando la modernización del pequeño comercio. “La capilaridad territorial nos permite estar cerca del día a día de los negocios y actuar como asesores independientes, orientando a cada negocio en la elección de las soluciones que realmente se ajustan a su nivel de madurez digital y evitando inversiones que no necesitan”, apunta López-Arenas. Este apoyo se materializa en informes personalizados con recomendaciones específicas y un itinerario de mejoras que facilita también el acceso posterior a convocatorias de ayudas y programas destinados a implementar estas soluciones. «La Inteligencia Artificial ofrece oportunidades para mejorar las ventas, optimizar las operaciones y conocer mejor al cliente, pero el nivel de uso real es limitado y se centra en herramientas muy básicas como recomendaciones automáticas en redes sociales, chatbots sencillos para atención al cliente o funciones de automatización incorporadas en plataformas como TPV, ERP para pequeñas empresas o soluciones de comercio electrónico».
«Las pequeñas empresas necesitan apoyo, formación práctica y ejemplos reales, no discursos teóricos.» La IA puede ser una palanca para la competitividad si se la lleva a la práctica y se la explica como lo que es: un aliado para simplificar, optimizar y proporcionar visibilidad.
A nivel de rentabilidad, es necesario empezar con una pequeña auditoría. Desde IA TRI Projects explican cómo es necesario revisar los procesos reales de la empresa, identificar hacia dónde va el tiempo y qué se puede automatizar o mejorar. Preguntas como qué pasa si esa persona dedica ese tiempo a algo de mayor valor (clientes, ventas, producto) o qué se espera que sea más si se implementa X, ayudan a plantear escenarios específicos.
ahorros reales
«Si una automatización consigue ahorrar, por ejemplo, una hora diaria a una persona clave, en un mes se liberan unas 20 horas. Cuando se asigna un valor a esas horas y se compara con lo que cuesta diseñar y mantener esa solución, es fácil ver si vale la pena o no. «Si no lo vemos claro, preferimos no implementarlo».
Ahora mismo, concluye León, «una tienda pequeña que utilice bien la IA puede convertirla en una ventaja competitiva. Trabajar mejor, con menos carga, mejor análisis y más foco en el cliente. Pero pronto dejará de ser una ventaja y será simplemente un requisito mínimo para mantenerse al día».
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