MIEL, LIMÓN & VINAGRE | Ester Muñoz, las ‘trumpettes’ llegan a España
Todo periodista digno de su oficio ha soñado con adaptar la frase de Jon Landau en Rolling Stone, el profético «he visto el futuro del rock and roll y su nombre es Bruce Springsteen». En julio, fecha de la proclamación de Ester Muñoz como portavoz del PP en el Congreso, me hubiera atrevido con «he visto el futuro de la política ultraconservadora».
[–>[–>[–>Por desgracia, mi convicción ha flaqueado ante la aceleración de la política. La leona leonesa se ha adocenado, en paralelo a la evolución de su estampa rebelde de primera página estilo Janis Joplin de Rolling Stone a portada de Vogue. Hoy esquiva y estilizada, su «sembrando el odio para mantenerse» sobre un rostro de Sánchez en Instagram suena rutinario. Siempre hay demasiada gente en torno a un orador salvaje, en la falsa convicción de que pueden perfeccionarlo.
[–> [–>[–>En el desparpajo, en la vituperación simultánea de la memoria histórica y de los cánones del feminismo de izquierdas, Ester Muñoz demuestra que las trumpettes llegan a España con retraso. En su imagen en boga y en vogue traslada la estampa de Marjorie Taylor Greene, Megyn Kelly, Kristi Noem, Pam Bondi, Alina Habba y demás hijas de Laura Ingraham. Todas ellas responden a un discurso y un físico característicos de la era postwoke, rechazan la imposición paritaria, toman sus decisiones y sobre todo adoran a Donald Trump. Sin complejos.
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La carrera profesional y política de la abogada Ester Muñoz ha servido a una sola empresa, el PP. De ahí la determinación al aferrarse con uñas y dientes a su ascenso en el escalafón. Promocionada para infundir un rescoldo de humanidad a Feijóo, vuelve a demostrarse que la inercia fluye en sentido inverso. El discurso de la portavoz se ha vaciado al ahuecarse, copia la indefinición de su líder embozado. Las ‘trumpettes’ no tienen miedo a gustar, pero la antigua senadora va al Congreso a gustarse.
[–>[–>[–>Un par de meses junto a Feijóo son suficientes para la demolición del carisma más acentuado. Las flaquezas del líder de la oposición son contagiosas, la ascensión de Ester Muñoz puede ser tan dañina como si Springsteen se hubiera pasado al tecno. En efecto, una portavoz tecnocrática, mecanizada, condenada a lanzar los gritos de ordenanza cada miércoles contra el Gobierno en el Congreso. Aunque se entiende su voluntad de que no la confundan con Miguel Tellado, nos está defraudando.
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«Ester Muñoz mide sus palabras» es tan contradictorio como «Garbo ríe», el reclamo de Ninotchka. Ahora emite vaguedades en las entrevistas, como si un desliz fuera a vetarle un futuro ministerio. Pronto costará distinguirla de María Dolores de Cospedal o de Soraya Sáenz de Santamaría, excesivas hasta en su prosopopeya nominativa.
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[–>Muñoz llega al Congreso por su circunscripción leonesa en la amarga victoria de 2023, y lo espolvorea con su palabra mágica. Es «una farsa», repite sin ton ni son, olvidada quizás de que su acta queda incluida en el reparto de la astracanada. «Farsante», le repite por sistema a Sánchez, María Jesús Montero o Yolanda Díaz, con la energía de quien siente que le están okupando su asiento en el banco azul.
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Ester Muñoz se siente tan a gusto en el Congreso de los 350 «farsantes», porque sería antidemocrático establecer divisiones entre los diputados.
[–>[–>[–>Es todavía joven, donde el «aún» golpea como un zarpazo, porque J.D. Vance es presidente de Estados Unidos con los mismos años, en la década más frecuente para coronar a los presidentes del Gobierno españoles. Por no hablar de Mamdani (34).
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Ester Muñoz enumera sus particularidades y aficiones, para resumir en un definitivo «vamos: rara». Se ha dejado la naturalidad en Instagram, conviene recordar que no trabaja estrictamente para Feijóo, equivalente a tener por gurú a un chatbot. En realidad, las trumpettes del mundo entero aguardan a la venida de un Trump auténtico. Y en su defecto, alguien de derechas que se parezca a Sánchez.
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«El poder es el afrodisiaco definitivo», sostenía el reaccionario Henry Kissinger, y nadie se atrevería a desmentirle desde la derecha. Ester Muñoz lucha por no caer en la tentación visible a la llegada del presidente del Gobierno al Senado, donde volvió a demostrarse la expectación que exhala. Una agitación de corbatas y melenas, el mejor perfil de los amigos y sobre todo de los enemigos. Una reacción corporal ante un físico concreto, anúdenle la toalla de la ideología pudorosa si así lo desean.
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Sólo sé medir la importancia de las personalidades aquí avinagradas con una pregunta, ¿voy a olvidar a estos bípedos tratados al ácido en cuanto acabe de describirlos? No perdamos la fe, se seguirá hablando de Ester Muñoz cuando esta pieza haya sido deglutida en el puré de la Ignorancia Artificial.
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