Palabras huecas, vacío
Que en la época de las etiquetas, del ruido, de la prisa, del endiosamiento tecnológico, las palabras carezcan de contenido y no tengan la carga coercitiva y de compromiso de otros tiempos no tiene que sorprender, pues la realidad es cambiante y todo se juzga desde el interés más inmediato. No pasa nada por cambiar de opinión. Nada es permanente, todo fluctúa, muta y así nos encontramos en tierra de nadie, se pasa del blanco al negro sin la menor oposición o quebranto, y si esto ocurre en la mayoría de los campos de la vida, con mayor peligro y preocupación en el terreno de la moral, que lleva al cuestionamiento de la misma, y que da pie a preguntarse si el ser humano existe y es el principal protagonista de la sociedad. Pregunta inquietante y más cuando la expansión de la inteligencia artificial (IA) está en su momento pleno, con inversiones que alcanzan los 200.000 millones de dólares anuales.
[–>[–>[–>No hace mucho el franciscano Paolo Benati, una de las personas más expertas en IA y asesor del Vaticano se planteaba la necesidad de preguntarse si existe el ser humano, pues si no lo averiguamos, no podremos definir los derechos humanos asociados a la tecnología. La pregunta es todo un reto y abre un abanico muy amplio de respuestas a cada persona y a su manera de ver la vida. ¿Esta vida, marcada por el consumismo extremo, es auténticamente humana? ¿El ser humano es sólo consumo y placer? ¿Abundan jóvenes como Ignacio, el héroe del monopatín? Los niveles de insensibilidad social han alcanzado límites alarmantes- cacerías humanas en la guerra de Serbia- y más cuando de las matanzas humanas – más de trescientos mil víctimas ya en Ucrania-, generadas por ambiciones injustificadas, desmedidas y nadie es responsable. Se reparten el mundo, su botín, entre dos o tres, y aquí no pasa nada. Nuevamente guerra en Europa, carrera armamentística, inseguridad, incertidumbre; quien más, quien menos, piensa que puede pasar de todo, hasta apagones como en el pasado abril… La baraja está abierta encima de la mesa. Todo ello da pie a preguntarse en qué ha progresado el hombre desde que David mató a Goliat con su honda o “gomeru”.
[–> [–>[–>Los periódicos que intentan reflejar la realidad cambiante que nos envuelve, hablan de izquierda y derecha, de progresistas y conservadores, de demócratas y no demócratas, de coherencia o incoherencia, de libertad o solidaridad, pero en el fondo, de nada, pues son palabras vacías, sin contenido, huecas, que no van acompañadas de hechos, de acciones y todo ello ante la atenta mirada desconsolada del lector, del ciudadano desencantado, frustrado que aún espera una ilusión, un empuje- de las portadas diarias de corrupción ya ni hablo- pues sabe que ,por higiene humana y reparadora , “no vendría mal avivar el entusiasmo”, como dice la princesa Leonor. ¿Quién se apunta?, y es que como dice Antonio Machado “por mucho que valga un hombre no tendrá valor más alto que el de ser hombre”.
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El vacío no construye, lo único que genera es depresión, desolación, muerte, y este es el enemigo a combatir, con nuestros propios y sencillos medios. Hace unos días en una tertulia de amigos/as planteaba la necesidad que tenemos todos los que nos consideramos occidentales, de leer, de navegar por las páginas de dos libros que son fundamentales para entender cómo somos lo que somos, y estos no son otros que “La Biblia” y “Ei Quijote”, la llamada “Biblia laica”. Lecturas cortas , pero constantes. No se puede entender lo que somos sin leerlos, seamos o no creyentes.
[–>[–>[–>¡Estamos a tiempo, y no viene mal recordar que el deber fundamental de los padres es preparar a sus hijos para la eternidad!
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P. D. “Este es un país extraordinario… Lo que veo en todas partes es un pueblo maduro, curtido y optimista. Un pueblo que no deja nunca de ser nuevo y joven, un pueblo que sabe lo que es sufrir, pero que también sabe lo que es la alegría, que confía en sí mismo, en sus propias fuerzas. Creo en un futuro grandioso para Brasil, porque nuestra alegría es mayor que nuestro dolor, nuestra fuerza es mayor que nuestra miseria, nuestra esperanza mayor que nuestro miedo…” (Palabras del discurso de investidura de Luiz Inacio Lula da Silva, el 6 de enero de 2003)
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[–>¿Podemos decir lo mismo nosotros para España?
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¿Nuestra esperanza es mayor que nuestro miedo?
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