TERRORISMO YIHADISTA FRANCIA | Bataclan, 10 años después del zarpazo del terror yihadista: el lugar donde todo y nada cambió
Después de los atentados del 13 de noviembre de 2015, nadie volvió a ser igual, ni siquiera la propia ciudad de París. «Fue el final de la inocencia francesa», escribió entonces Le Monde. Sin embargo, la sala Bataclan permanece anclada en el tiempo. Casi intacta, a pesar de que su nombre sigue doliendo.
[–>[–>[–>En el número 50 de uno de los bulevares más concurridos de la capital, y que lleva por nombre el del conocido filósofo francés Voltaire, se encuentra la histórica sala parisina. Por ahí han pasado casi diariamente generaciones de artistas y espectadores durante 160 años. No hay nadie que no haya ido alguna vez allí para ver a su grupo preferido.
[–> [–>[–>Bataclan no discrimina, porque así es el corazón de la cultura parisina. Quizás por eso los ataques dolieron tanto. Porque no fue contra las personas que estaban allí, sino contra lo que representaban; contra la libertad de bailar, de disfrutar sin condiciones y de ser uno mismo.
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Pocos confiaban en que en la sala se pudiera volver a escuchar ese sonido tan característico; el de la música entremezclada con la risa de la gente, pero 10 años después de aquella fatídica noche, en la que tres hombres armados con kaláshnikovs AK-47 irrumpieron en el local y mataron a 90 personas, la resiliencia que caracteriza al pueblo francés ha hecho que todo vuelva a ser prácticamente como antes. Nadie quiere dejar morir el Bataclan, que ya se ha convertido en un lugar de recuerdo, de lucha y de resistencia contra el horror que un día el yihadismo quiso imponer.
[–>[–>[–>No es coincidencia
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Todo permanece igual que aquella noche del 13 de noviembre de 2015, y no es una coincidencia. Sus dueños no han querido cambiar nada como símbolo de resistencia. Al entrar, las paredes rojas a juego con el telón visten un imponente foso, donde cada semana cientos de personas se dejan llevar al ritmo de la música. Allí murió la mayoría de las víctimas, a oscuras y atrapadas entre una lluvia de balas que llegaba desde la puerta principal. Entre una montaña de cuerpos sin vida estaba el del español Juan Alberto González Garrido, de 29 años.
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Al fondo de la sala, sigue una gran barra de bar, donde se encontraba uno de los agentes de seguridad que reaccionó rápidamente a lo que estaba sucediendo y decidió abrir la principal salida de emergencia situada en el lado izquierdo. Aquel reflejo salvó a cientos de personas que pudieron escapar para ponerse a salvo. El guardia intentó hacer lo mismo con el resto de salidas situadas a los extremos del escenario, pero ya era demasiado tarde. Los terroristas se encontraban en medio de la pista de baile tiroteando a todo aquel que se movía en el suelo.
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[–>Aquella noche, los gemidos de los heridos y el sonido de los móviles, que no dejaban de sonar, reemplazaron al de la música del grupo de rock estadounidense Eagles of Death Metal, que debía estar tocando en aquel momento.
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Subiendo por las escaleras situadas a los lados del bar, se accede a la segunda planta, donde se encuentran los palcos vestidos con centenares de butacas rojas. Las mismas que en 2015 ayudaron a muchos a esconderse del ataque, y que ahora ayudan a aquellos que a pesar de las dificultades físicas, se niegan a perderse un concierto. Al fondo, dos pequeñas puertas dan a las escaleras de emergencia, donde estuvieron secuestrados durante dos horas y 40 minutos una decena de personas, entre ellas el superviviente francochileno David Fritz Goeppinger. Desde la ventana situada tras la puerta de ese corredor, los terroristas tirotearon a la policía e incluso mataron a un vecino del edificio de enfrente que se encontraba sentado en su butaca viendo la televisión.
[–>[–>[–>Meses de duelo
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Tras el ataque, la sala permaneció cerrada durante un tiempo. Como si el espacio necesitará guardar duelo. Durante esos meses, el silencio se instaló en sus paredes rojas, pero en 2016 volvió a abrir para transformar la memoria en espacio. «Hemos cambiado todo para que nada cambie», afirmó su director en la reapertura.
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El Bataclan no ha cambiado, pero sí la sensación que genera al entrar. Aunque las medidas de seguridad del local se han reforzado, muchos no pueden evitar, una vez dentro, localizar las salidas de emergencias. Los testigos de aquella noche de terror, sin embargo, no han vuelto a entrar, aunque se alegran que otros puedan hacerlo. «Eso significa que la música ganó», ha dicho una de las supervivientes.
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