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24 Coca-Colas al día, 3 abortos voluntarios y millones por el semen de su marido

24 Coca-Colas al día, 3 abortos voluntarios y millones por el semen de su marido
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  • Publishedjunio 22, 2025



En el verano de 1966 en Punta del Este (Uruguay) -epicentro de la jet set internacional en el cono sur- dos multimillonarias harían migas en un plisplás. Christina Onassis y Marina Tchomlekdjoglou, conocida posteriormente como Marina Dodero tras su matrimonio con el empresario y coleccionista de arte Alberto Dodero, supieron licuar la vida gracias al torrente de dinero de sus familias.

La auténtica personalidad de Christina, sus secretos más profundos, las confidencias, sus pasiones y desgracias los cuenta Marina en Mi vida con Christina Onassis. La verdadera historia jamás contada (Esfera de los Libros), que acaba de salir al mercado español.

El mismo verano en que se conocieron, Christina conoció al playboy brasileño Luis Sosa Basualdo, con quien se dijo que había mantenido una relación. Pero no era cierto. Lo que sí resultó verdadero y divertido fue que el señor “sufría de erecciones permanentes, algo que a Christina le divertía y convenía enormemente”.

Aristóteles Onassis, con su hija Christina, en 1969.


Aristóteles Onassis, con su hija Christina, en 1969.

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En el fulgor de su adolescencia, tendrían unos 15 o 16 años, las chicas vivían en un universo propio que solo el dinero podía crear. Se entendieron tan bien desde el principio que procuraban dormir en la misma habitación para sus confidencias.

Iban de compras a los sitios más cool y no eran conscientes de lo que valían las cosas. Sobre todo la niña Onassis, ya que su padre era el hombre más rico del mundo en aquellos momentos.

A medida que iban cogiendo confianza, la niña Onassis empezó a hablar de amores, como su corto noviazgo con Peter John Goulandris, que daba la casualidad que era primo de Marina, y pertenecía a la dinastía de armadores Goulandris. Una saga que poseía una flota valorada entonces en 50.000 millones de dólares. Todo acabó en amistad.

Primer aborto 

Una de las primeras revelaciones que le hizo Christina fue que se había quedado embarazada a los 16 años de Dany Marentette, un millonario americano, pero tuvo que abortar debido a los prejuicios existentes en Grecia. Una chica soltera embarazada era poco menos que un pecado.

Tina Livanos, madre de Christina, la llevó a Londres a abortar. Le puso un anillo para simular que estaba casada y posteriormente le dijo que su himen había estado intacto a pesar de sus relaciones sexuales, pero este se rompió tras practicar el aborto.

Si no hubiera abortado, “mi padre me habría asesinado. Mi mamá fue la culpable de haberme introducido en el mundo de la jet set, así que se vio en la obligación de hacerse cargo”, recuerda Marina las palabras de su amiga. De esta manera Tina pudo casarse con Niarchos, pero no fue feliz, ya que se suicidó en 1975, dejando una inmensa fortuna de 250 millones de dólares que Christina reclamó inmediatamente al estar en posesión del viudo.

La multimillonaria griega tuvo tres abortos voluntarios y se casó en cuatro ocasiones.


La multimillonaria griega tuvo tres abortos voluntarios y se casó en cuatro ocasiones.

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Perder al bebé le supuso un trauma tan profundo que Marina vivió uno de los momentos más surrealistas con su amiga cuando a Christina se le despertó el instinto maternal. Veía que su amiga Marina tenía una preciosa niña llamada Carminne. Cada vez que viajaban a Europa le ponía profesores privados para aprender idiomas y contrataba a monitores de esquí para que la enseñaran a esquiar en las pistas más exclusivas. Y Christina llegó a la conclusión de que también quería ser madre.

50.000 dólares por su semen

Estaba tan obsesionada con la pequeña Carminne que incluso le ofreció a Alberto Dodero, esposo de Marina, 50.000 dólares por su esperma porque deseaba que su hija se pareciera lo más posible a los Dodero.

A lo largo de su vida Christina tuvo que hacer frente a profundas depresiones y crisis de ansiedad. Por eso, en ciertas ocasiones, su discurso llegaba a ser contradictorio. En concreto, el relacionado con la maternidad. Estaba deseosa de ser madre, pero con sus dos primeros maridos propició un aborto.

Ese desequilibrio mental habría que buscarlo en su infancia. Uno de los primeros hechos que provocó su primera gran depresión fue la separación de sus padres en 1960. Esto, unido al hecho de que el armador griego golpeó a su esposa cuando estaba embarazada de Christina para provocarle un aborto. Aquella sensación de no ser una hija fruto del amor le acarreó una tristeza eterna.

Harta del control que ejercía Ari sobre su hija, la única solución para sentirse libre era casarse. Y lo hizo prácticamente nada más conocer al financiero estadounidense Joe Bolker, quien la introdujo en el mundo de las anfetaminas.

Se casaron el 27 de julio de 1971. Pero realmente no había amor. Christina le confesó a Marina que su madre prácticamente le obligó al matrimonio porque Tina quería casarse con Stavros Niarchos, armador griego y rival de Onassis, ya que en Grecia estaba mal visto que una mujer fuera divorciada y con una hija soltera. El matrimonio solo duró un año.

Christina Onassis con su segundo marido, Alexander Andreadis, en el hotel Hilton de Atenas, en 1977.


Christina Onassis con su segundo marido, Alexander Andreadis, en el hotel Hilton de Atenas, en 1977.

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El segundo marido de la rica heredera fue Alexander Andreadis, con quien estuvo casada de 1975 a 1977. Él pertenecía a una familia griega muy conocida, aunque su abolengo no era el mismo que el de los Embirikos o el de los Livanos. Pero después de la II Guerra Mundial hicieron grandes negocios, como cuando compraron el banco que pertenecía a la madre de Marina.

Artemis, la tía favorita de Christina, estaba de acuerdo con ese matrimonio. Y, por fin, el sueño se hizo realidad. Él le regalaba valiosas joyas, pieles, esquiaban en St. Moritz… pero a los pocos meses empezó a molestarle su falta de refinamiento.

Se casó con un ruso sin dinero

Sentía vergüenza ajena de su esposo cuando se reunían en Suiza con el sha de Persia, el Aga Khan, George Livanos o Gianni Agnelli. En realidad, todo esto estaba en su cabeza, ya que Alexander caía muy bien a todo ese entorno. De tal guisa estaba el panorama que Christina no quiso tener el hijo que esperaba de él.

Tras divorciarse se casó con el soviético Sergei Kauzov, a quien investigaron por si era de la KGB. Trabajaba como agente naviero, no tenía apenas dinero e intentaba colmar a Christina con mucho afecto. No tardó en asumir que ella no estaba enamorada, sino que le quería, por eso le había ayudado a salir de la Unión Soviética para tener una mejor calidad de vida.

Marina asegura que “todo lo que hizo por él fue por remordimiento después de que él perdiera su trabajo, se separara de su mujer y terminara viviendo en un cuarto con su madre. Era una mezcla de cargo de conciencia y culpa”. Al igual que con su anterior relación, Christina no quiso proseguir con su embarazo. Una decisión contradictoria si tenemos en cuenta las enormes ganas que tenía de ampliar la familia.

Detestaba a Maria Callas

Entre las muchas confidencias de Christina destaca lo mucho que detestaba a María Callas porque había destruido el matrimonio de sus padres. Y es que Tina Livanos encontró a su esposo haciendo el amor con la soprano en el salón del yate Christina O. Cuando Tina consiguió el divorcio se casó con John Spencer-Churchill, duque de Marlborough y ancestro de Churchill y lady Di.

A Ari le encantaba ser famoso y hacía lo posible por aparecer en los medios. Una de las veces que estuvieron en Skorpios, la isla privada de Onassis, Marina se dio cuenta de la gran cama que había en la habitación. El armador le dijo que así podía “rodar y rodar y jamás llegar a ella”. Aquella respuesta la dejó perpleja y preguntó por qué.

Christina Onassis, con Jackie Kennedy, en 1976.


Christina Onassis, con Jackie Kennedy, en 1976.

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Onassis le respondió lo más natural posible: “Porque ese era el gran brillante que faltaba en mi corona para hacerme mundialmente ilustre. Antes me conocían, pero ahora soy realmente famoso, incluso en China”. Al fin y al cabo, Jacqueline Kennedy, denominada ‘la viuda de América’ tras el magnicidio de John F. Kennedy, siempre quiso casarse con un cheque en blanco al portador.

A Marina se le quedaron grabadas las palabras de su amiga: “Papá admira a María y precisa de ella; su fama lo ayudó a hacerse más conocido en el mundo”. Tanto Cristina como Alexander, su hermano, despreciaban a la cantante. Esta llegó a estar embarazada del armador, pero la criatura nació muerta.

Su hermano murió en un accidente aéreo

De repente, cuando la diva del bel canto creía que todo iba viento en popa, se enteró por la prensa que Aristóteles se había casado con Jackie Kennedy. Corría el año 1968. Cinco años más tarde, el heredero de Onassis murió al estrellarse el avión que pilotaba.

El patriarca jamás levantó cabeza. Su estado de salud se fue deteriorando hasta que falleció en 1975 a causa de una neumonía. Toda la fortuna, cifrada en más de 1.000 millones de dólares en los años 50, fue para Christina.

Convertida en la mujer más adinerada del planeta, Christina seguía empeñada en encontrar el amor eterno. En 1984 conoció a Thierry Roussel, un personaje de clase media alta francesa que usaba el dinero de papá, que había vendido una empresa de elaboración de fármacos.

La heredera contrajo matrimonio con Thierry Roussel, padre de su única hija Athina, en 1984.


La heredera contrajo matrimonio con Thierry Roussel, padre de su única hija Athina, en 1984.

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Mientras estaban saliendo, Thierry fue mostrando su verdadera cara. Obligó a Christina a que se cambiara toda la dentadura, casi la amenazó para que ingresara en la Buchinger de Marbella para que adelgazara diez kilos (estuvo ingresada bastantes veces). Y, para colmo, no quería casarse con separación de bienes. Al final, la novia claudicó. Se casaron en marzo de 1984 y en enero de 1985 se obró el milagro. ¡Por fin había sido madre de Athina!.

Los recién casados se instalaron en la elitista Avenue Foch, concretamente en el número 88, donde Aristóteles tenía un apartamento de casi 1.000 metros cuadrados. Christina compró otro piso y crearon un dúplex. Thierry fue apartando a su esposa de sus amistades para tener más control sobre ella.

Todo parecía miel sobre hojuelas, hasta que Christina descubrió que su esposo mantenía una relación paralela con la modelo sueca Marianne ‘Gaby’ Landhage, con quien había procreado a Eric, tres meses menor que Athina.

Pagó 3 millones por el semen de su marido

Al poco tiempo, Gaby dio a luz a Sandrine, lo que enfureció a la millonaria. Quería otro hijo con Thierry pero a través de la inseminación artificial. Solo por el semen de su cuarto esposo, Christina le pagó 3 millones de dólares.

Pero todo quedó en agua de borrajas porque no se quedó embarazada. De haberlo logrado, Marina certifica que le habría pagado otros 17 millones de dólares. En 1987 se divorciaron.

Marina aprovecha en el libro para describir cómo era esa vida de ensueño. A Marina y Christina les encantaba pasárselo bien. Disfrutaban de discretas cenas en Maxim’s de París, ir de juerga a a New Jimmy’s o 21, desayunar en Blenheim -el enorme palacio que perteneció a John Spencer-Churchill, XI duque de Marlborough y primer esposo de Tina Onassis-, esquiar en St. Moritz y gastar cifras indecentes en una prenda tan casual como un jersey por 3.000 dólares.

Las cenas con algunos de los nombres más importantes del orbe también eran un must. Una noche estuvieron invitadas a cenar a casa de Stavros Niarchos y a Marina le tocó sentarse al lado de Stefano Casiraghi, marido de la princesa Carolina de Mónaco (68), que apenas abrió la boca. Ya se lo habían advertido a Marina por eso, si había una próxima vez, se dispuso a aprenderse de memoria temas relacionados con aviones y lanchas offshore. Con estas últimas, Casiraghi perdió la vida en 1990.

Donaciones millonarias a la Casa Real griega

En otra velada en casa de Niarchos, a Marina se le acercó uno de los invitados, Johannes Thurn und Taxis, cuya familia había creado el correo postal en Europa y quien gozaba de una extraordinaria fortuna.

Tras charlar animadamente durante horas, Marina le preguntó por qué había sido tan atento con ella, a lo que el alemán le respondió: “Porque sos la más pobre de todos los que están en esta casa. Pero no te sientas mal, porque Gloria, mi mujer, está enjoyada con piezas del cofre de mi familia y esta noche me las va a tener que devolver antes de meterse en la cama”.

En plan cotilleo, Marina desvela algo sorprendente. En St. Moritz acudía en ocasiones a la casa del sha de Persia y Farah Diba, la más bonita de la zona. Lo sorprendente es que fue testigo de cómo el exemperador hacía traer varias mujeres desde la agencia de Madame Claude para que satisficieran sus deseos sexuales. Farah Diba se mostraba imperturbable. No le quedó otra que acostumbrarse a las infidelidades.

Y también cuela entre las páginas de su libro la influencia que tuvo su familia sobre el estado griego, concretamente su abuelo materno, que ayudó con su fortuna para que no cayera en bancarrota tras la II Guerra Mundial. Además, hace referencia a las grandes donaciones que hacía a la Casa Real de Grecia “ya que el rey Pablo y su mujer, la reina Federica, eran muy pobres”.

Por mucho que la socialité argentina conociera a los Onassis, siempre le chocaban las mismas cosas. A Christina no le gustaba dar propinas, decía que eso era cosa de familia, e incluso le molestaba dar dinero a la gente humilde. Aristóteles, que lo tenía todo a su alcance, solía contar los cigarrillos que le quedaban en un paquete por si alguien le robaba alguno en un descuido.

Tras muchos años de amistad, lo que verdaderamente le preocupaba a Marina era la cantidad de pastillas que tomaba para la depresión. Esta le había hecho engordar muchísimo y las revistas se mofaban de ella, algo que llevaba muy mal. Pero no hacía nada por remediarlo.

24 latas de Coca Cola al día

Cuando menos te lo esperabas se atiborraba a huevos fritos con patatas, huevos y, sobre todo, Coca-Cola. Llegaba a tomar 24 latas diarias e incluso fletaba su avión privado o algún vagón de tren para que en sus residencias siempre hubiera ese refresco.

Hubo determinados momentos en los que se distanciaron durante meses por culpa de la milmillonaria griega. Solía ser exigente, dominante y caprichosa. Aquello le desesperaba a la argentina que siempre acaba sufriendo los silencios. Y, de repente, a Christina se le pasaba el enfado y te trataba como si nada hubiese pasado.

Los últimos días de Marina junto a Christina fueron muy felices en Tortugas Country Club, una elitista zona a las afueras de Buenos Aires donde el matrimonio Dodero poseía una mansión. Como cada noche se desearon felices sueños, pero ya no habría más.

En la mañana del 17 de noviembre de 1988, Marina encontró muerta a su amiga del alma en la bañera de su habitación. La autopsia reveló que había sido a causa de un edema pulmonar. En diversas entrevistas, Marina ha comentado que lo que le quitó la vida fueron las 24 Coca-Colas que se tomaba al día. Al menos quedó descartado el suicidio.

Estaba a punto de cumplir 38 años. Athina, su hija de casi cuatro años, heredó 2.500 millones de dólares. A partir de ese momento la Fundación Onassis y Thierry Roussel ‘velaron’ por el interés de ‘la niña más rica del mundo’.

Romance frustrado con Carlos Falcó

Fue así como Marina perdió todo tipo de contacto con la criatura, que el pasado enero cumplió 40 años. Aquel incidente impidió que Christina se casara por quinta vez con Jorge Tchomlekdjoglou, hermano de Marina, del que se había enamorado perdidamente.

Lamentablemente en el libro no se cuenta la historia del intento de romance en los setenta entre Christina y Carlos Falcó, V marqués de Griñón, a quien la millonaria convirtió en su paño de lágrimas. Sin embargo, lamentablemente al aristócrata papá de Tamara Falcó (43) no le palpita de la misma manera el corazón que a la heredera griega.



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