El rodillo de Trump topará con resistencias dentro del Partido Republicano
«MAGA representa al 95% del Partido Republicano… Es una cosa asombrosa», decía en un mitin de campaña Donald Trump, ahora presidente electo de Estados Unidos. «MAGA», las siglas en inglés de ‘Hagamos Estados Unidos grande otra vez’, ha pasado de ser el eslógan de campaña de Trump a ser un adjetivo y hasta un nombre propio para sus más fieles seguidores. Pero ese 95%, una cifra inventada por el expresidente, no parece ajustarse a la realidad, incluso a pesar de la abrumadora victoria republicana en las elecciones. Analistas políticos cifran la corriente MAGA entre un tercio y la mitad del Partido Republicano. Su logro ha sido hacer un frente común en estos comicios pero ahora que es momento de formar gobierno, el choque entre la vieja guardia y el subgrupo MAGA comienza a aflorar.
«Esperamos encontrar una mayor prevalencia de afiliación al movimiento MAGA [coincidiendo con las elecciones]», explica a EL PERIÓDICO Garen J. Wintemutedel Universidad de California en Davis, que lleva años siguiendo el crecimiento de esta facción ultra. El movimiento MAGA se distingue por su lealtad hacia Trump, por encima del Partido Republicano. Son más religiosamente conservadormás extremistas derecha, más negadores de la covid y de las vacunas en general, y ven a Vladimir Putin bajo una mejor luz que, por ejemplo, joe bidensegún un estudio de la Universidad de Suffolk en Boston.
Los MAGA estuvieron al frente del asalto al Capitolio para impedir la confirmación de Biden como ganador de las elecciones de 2020, donde murieron seis personas. Por eso, la mayor preocupación de Wintemute, que dirige el Programa de Investigación sobre Prevención de la Violencia en la universidad, es que los MAGA también son más propensos a apoyar y ejercer el uso de la fuerza. «En 2022, los republicanos MAGA apoyaron más [que los no MAGA] violencia politica«, explica a este periódico, mientras su equipo ya está trabajando horas extras para ver si la tendencia se ha acentuado con la expansión del movimiento. Lo cierto es que los MAGA están creciendo y haciendo ruido, por lo que puede parecer que están la mayoría.
Un Senado no-MAGA
El error de cálculo de Trump ha emergido ya esta semana cuando el Senado de EEUU, del que los conservadores han recuperado el control, ha nombrado a un líder de la mayoría republicana de la vieja guardia, John Thune, contraviniendo los deseos del presidente electo, que tenía otro favorito. Esta deslealtad trae consecuencias inmediatas para Trump: el Senado debe aprobar los nombramientos de su gabinete, incluidos dos polémicos MAGA: Matt Gaetz para dirigir el Departamento de Justicia, y Tulsi Gabbard como directora nacional de inteligencia, ambos ampliamente considerados como no cualificados para el puesto.
La facción republicana ‘institucionalista‘ (del ‘establishment’, en inglés) ha reaccionado con incredulidad. El senador republicano Kevin Cramer dijo que las perspectivas de Gaetz de ser confirmado eran «remotas» y agregó que es «muy posible» que Trump esté probando los límites de hasta dónde puede presionar al Senado, sin que crea realmente factible que le den luz verde. El que fue rival republicano frente a Barack Obama, el también senador Mitt Romney, publicó en X (antes Twitter) hace apenas dos años que «Tulsi Gabbard está repitiendo como loro propaganda rusa falsa. Sus mentiras traicioneras pueden costar vidas», dijo en un post que ha salido a la luz de nuevo esta semana.
Trump necesita al Senado, la Cámara legislativa con más poder, que debe aprobar los presupuestos y ampliar sucesivamente el techo de deuda (que en administraciones anteriores ya ha dejado todos los servicios públicos parados al no poder el Gobierno endeudarse más) y tiene la última palabra para aprobar las leyes más importantes sujetas a una antigua norma que requiere que al menos 60 de los 100 senadores estén de acuerdo. Trump pidió eliminar este requisito pero el recién nombrado John Thune ya ha dicho que no lo hará.
Un Congreso cojo
En la Cámara de Representantes, Trump sí tiene un aliado al frente, pero parece haber cometido otro error de cálculo. «Los republicanos del Congreso y el Senado tienen un mandato», dijo el presidente de este órgano legislativo, Mike Johnson, en una rueda de prensa frente al Capitolio el martes. «Vamos a izar una bandera de ‘America First’ sobre este lugar«, añadió. Sin embargo, Johnson ha sido el primero en verse perjudicado por cómo Trump ha empezado a premiar a legisladores trumpistas, sacándolos del Congreso para darles cargos en la Casa Blanca.
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Esto perjudica a la Cámara Baja, que se quedará con dos vacantes tras la marcha de Michael Waltz (republicano de Florida), a quien Trump ha pedido que sea asesor de Seguridad Nacional, y la previsible marcha de Elise Stefanik (republicana de Nueva York) que espera ser embajadora ante la ONU. Sus escaños deberán salir a una nueva elección, que se puede demorar varios meses, lo que perjudicaría la aprobación de medidas legislativas que Trump quiere impulsar en cuanto llegue al poder. Finalmente, hasta el fiel Mike Johnson tuvo que ponerle freno al ejecutivo desbocado, y pidió a Trump que no se lleve a más legisladores republicanos. «El presidente Trump entiende y aprecia plenamente las matemáticas aquí» admitió en declaraciones a periodistas.
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