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Tu microbiota la determinan también tus amistades

Tu microbiota la determinan también tus amistades
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  • Publishednoviembre 23, 2024


Análisis de casi 2.000 personas que viven en remotos pueblos hondureños revela quién transmite microorganismos intestinales a quién

Una comida compartida, un beso en la mejilla: estos eventos sociales unen a las personas y también a su microbiota. Cuantas más personas interactúan, más similar es la composición de sus microorganismos intestinales, incluso si no viven en la misma casa, según un estudio1.

El estudio también descubrió que la microbiota de una persona no sólo está determinada por sus contactos sociales, sino también por sus conexiones. El trabajo es uno de varios estudios2 que plantean la posibilidad de que las condiciones de salud puedan estar determinadas por la transmisión de la microbiota entre individuos, no solo por la dieta y otros factores ambientales que afectan la flora intestinal.

En la búsqueda por comprender qué constituye la microbiota de una persona, las interacciones sociales son «definitivamente una pieza del rompecabezas que creo que ha estado faltando hasta hace poco», dice la microbióloga Catherine Robinson de la Universidad de Oregón en Eugene. que no participaron en el trabajo. La investigación fue publicada en Nature.

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El estudio tiene sus raíces en una investigación publicada hace casi 20 años que investigó cómo se propaga la obesidad en las redes sociales. Se sabe que ciertos virus y bacterias presentes en la microbiota intestinal modifican el riesgo de obesidad de una persona,4 y el científico social Nicholas Christakis se preguntó si los amigos se transmiten estos microbios entre sí además de influir mutuamente en sus hábitos alimentarios. “Era una idea que no podía dejar pasar”, dice Christakis, que trabaja en la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut.

Desde entonces, varias publicaciones han sugerido que las interacciones sociales dan forma a la microbiota intestinal. Christakis y sus colegas viajaron a las selvas de Honduras para enriquecer esta literatura emergente. Allí mapearon las relaciones sociales y analizaron los microbiomas de los habitantes de 18 pueblos aislados, donde las interacciones son principalmente cara a cara y la exposición a alimentos procesados ​​y antibióticos, que pueden alterar la composición de la microbiota, es mínima.

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“Fue una tarea enorme”, dice Christakis, porque el equipo tuvo que instalarse en un lugar remoto y luego enviar las muestras a Estados Unidos para su procesamiento.

Los cónyuges y las personas que viven en la misma casa comparten hasta el 13,9% de las cepas microbianas en sus intestinos, pero incluso las personas que no comparten techo pero pasan tiempo libre juntos regularmente comparten el 10%, encontraron los investigadores. En cambio, las personas que viven en la misma localidad pero no suelen pasar tiempo juntas sólo se reparten el 4%. También hay signos de cadenas de transmisión: amigos de amigos comparten más cepas de las que cabría esperar por casualidad.

Según la microbióloga Mireia Vallés-Colomer, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (España), que no participó en el estudio, los resultados contribuyen a profundizar el conocimiento de los científicos sobre lo que constituye la microbiota, en parte porque el equipo analizó subespecies de microbios intestinales. Los contactos sociales pueden compartir las mismas especies microbianas por casualidad, pero es mucho menos probable que compartan las mismas cepas a menos que se las hayan transmitido entre sí.

Repensar la transmisibilidad

Según el biólogo computacional Nicola Segata, de la Universidad de Trento (Italia), una investigación como ésta «está cambiando completamente nuestra forma de pensar», ya que sugiere que factores de riesgo de enfermedades relacionadas con la microbiota, como la hipertensión7 y la depresión, podrían transmitirse de una persona a otra a través de su microbiota. Segata no participó en el trabajo actual, pero trabajó con Valles-Colomer y miembros del equipo de Christakis en investigaciones similares.

En el caso de la depresión, que puede ser difícil de tratar, combinar las terapias existentes con tratamientos dirigidos al microbioma podría mejorar la atención, afirma Valles-Colomer.

Pero las personas no deberían evitar las interacciones sociales por miedo a «contagiarse» de la microbiota de los demás. Las interacciones sociales pueden difundir componentes saludables del microbioma y tener muchos otros beneficios. Valles-Colomer afirma: «Los contactos íntimos no nos vienen mal. Al contrario: ¡son beneficiosos!

REFERENCIA

Intercambio de cepas de microbioma intestinal en redes sociales de aldeas aisladas



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