La democracia y el poder de la mentira
Sé que no es un tema nuevo, pues la debilitación de las democracias occidentales viene ya de atrás, pero lo cierto es que hay acontecimientos recientes que ponen sobre el tapete esta tendencia con intensidad máxima. El affaire político frente a la DANA del pasado 29 de octubre, que afectó especialmente a la provincia de Valencia sin olvidar lo acaecido en Castilla La Mancha, demuestra que existe en la política actual en nuestro país. Una capacidad para retorcer los hechos y los argumentos verdaderamente alarmante para una percepción honesta por la población de situaciones tan dramáticas.
Una catástrofe como la de esa DANA nos rompe humanamente y también resquebraja nuestras estructuras sociales y materiales. Por eso es aún más grave jugar con esas esencias de nuestra convivencia.
Hay que comprender que el cambio climático se nos revela como una de las claves fundamentales del origen de estas situaciones. Caer en negacionismos aberrantes a estas alturas resulta absolutamente insoportable. Pero si unimos a eso una gestión lamentable por parte de la administración responsable directa, como lo era la Comunidad Valenciana, se remata el desastre. Y ahí empieza en lo inmediato la mentira más nefasta: cuando parecía que se podía encauzar la crisis por medios objetivos de corresponsabilidad, el pánico a la verdad por parte del President Mazón ha desbaratado esa opción veraz. Esto provocó una rebeldía cívica esperable y legítima contra los políticos, que se plasmó con ocasión de la visita de los Reyes a las zonas afectadas y que se tuvo que interrumpir por esa circunstancia. La incursión de agentes de la extrema derecha en esa movilización, con ser obscena, no debe ocultar la realidad evidente, pero la agresividad con todos los políticos, especialmente con el presidente Sánchez, denotaba ya un sesgo en la información muy significativo y que el PP ha visto como útil para el resto de su campaña anti gobierno, a pesar de sus contradicciones iniciales, que mostraban algo claro, que Mazón no estaba en condiciones de liderar esa respuesta a la catástrofe sufrida.
No obstante, el gobierno central ha optado por una prudencia digna, que ojala no le perjudique en la batalla de la comunicación, que es la que ahora prima en política, por mor del poder de la mentira que denunciamos.
Porque está muy claro que ahora mismo la acción conjunta es la única vía razonable para afrontar la crisis humanitaria y socioeconómica presente. Pues la exigencia de responsabilidades puede esperar un tiempo razonable hasta que la situación se normalice mínimamente. Solo la competencia de los poderes públicos en lo técnico y en lo político, con la mayor colaboración entre los distintos niveles, sin duda reforzada por un voluntariado organizado, puede garantizar el apoyo solidario a las gentes afectadas.
Pero si faltaba algo para consagrar la mentira como arma política incisiva y victoriosa, el triunfo arrollador de Trump en las elecciones del 5 de noviembre en EEUU corrobora esta premisa sin ambages. El voto popular y el de los delegados electorales favorece a los peores males de la humanidad en esta coyuntura histórica. Pero no nos engañemos, hay una culpa colectiva en todo ello, ya que los déficits de la gestión del Partido Demócrata, vinculado al capitalismo sin reservas, ha propiciado también esta deriva hacia una mayor barbarie todavía.
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¿Servirá este fatal desenlace para que la izquierda americana y europea retomen sus principios y surja un proyecto de esperanza para el mundo?
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