¿Por qué el arresto de la periodista italiana Cecilia Sala en Irán es una gran intriga internacional?
El caso ha estado envuelto en misterio desde el primer momento, y muchos interrogantes permanecen aún sin respuesta. Tampoco está claro cuál será el desenlace. Por ahora, solo hay una realidad: Cecilia Sala, la periodista italiana detenida en Irán desde hace dos semanas, parece haberse visto atrapada en un juego mucho más grande que ella. Célebre reportera en Italia, actualmente en el diario ‘Il Foglio’, fue arrestada el pasado 19 de diciembre, a pesar de estar en posesión de un visado regular, por las autoridades iraníes y trasladada posteriormente a la prisión de Evin. Sin embargo, pasaron nueve días antes de que su familia y el Gobierno italiano hicieran pública la noticia, y tres días más para que Irán confirmara la detención, justificándola con la vaga acusación de que Sala habría violado «las leyes de la República Islámica».
[–>Desde entonces, algo de humo se ha ido disipando, con la entrada en escena de un segundo personaje: el ingeniero iraní Mohammad Abedini Najafabad, detenido por un mandato de captura de Estados Unidos en Milán el 16 de diciembre, exactamente tres días antes que el arresto de Sala en Irán. La posible excarcelación de Abedini —o al menos unas condiciones de detención más favorables en Italia— como moneda de cambio para obtener la liberación de la periodista italiana fue inicialmente planteada con cautela por fuentes italianas e iraníes. Posteriormente, esta hipótesis cobró fuerza, y en un mensaje publicado el pasado jueves en la red social X, la embajada iraní en Roma vinculó por primera vez ambos casos. En el mismo mensaje, calificó además de «acusaciones falsas» los cargos contra Abedini, a quien EEUU acusa de haber exportado tecnología estadounidense para la fabricación de drones con fines bélicos.
En cambio, continúa siendo un misterio por qué Irán decidió detener precisamente a Cecilia Sala y en qué circunstancias se produjo su arresto. Según la escasa información disponible hasta ahora, la periodista y autora de un popular pódcast fue detenida en su hotel un día antes de su regreso a Italia, impidiéndole acudir a una entrevista que tenía programada para el 19 de diciembre al mediodía. Sin embargo, no hay mucha más información. Tampoco se conoce con exactitud de qué se le acusa, ya que Irán se ha limitado a formular solo esa genérica acusación y las fuentes italianas aseguran que la periodista respetó las leyes locales.
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El Gobierno de Italia —un país que, al igual que muchos estados europeos, suele negociar diplomáticamente la liberación de casi todos sus ciudadanos arrestados en el extranjero— se ha volcado en el caso, solicitando reiteradamente la liberación de Sala. Esta postura ha sido impulsada, además, por la gran conmoción que la historia ha generado en el país. Sin embargo, la solución no parece sencilla.
La razón es que Italia se encuentra literalmente en medio de una compleja negociación a tres bandas que involucra a dos archienemigos: Irán y Estados Unidos. Y Washington no solo ya ha rechazado lo que considera un «chantaje» por parte de Irán, sino que también ha solicitado formalmente la extradición de Abedini Najafabad. Una circunstancia, esta, que quizás podría explicar por qué, en algunos de sus comunicados sobre el caso más recientes, el Gobierno italiano ha señalado que uno de sus primeros pasos está siendo asegurar condiciones de detención más favorables para Sala mientras se avanza en las gestiones.
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A nivel macro, los equilibrios geopolíticos; en particular, la relación de Italia con EEUU, países hasta ahora con un vínculo muy sólido.
En la actualidad, una de las principales hipótesis es que los jueces milaneses —y, posteriormente, el ministro de Justicia italiano, quien tiene la última palabra según la legislación del país— rechacen la solicitud de extradición presentada por EEUU contra Mohammad Abedini Najafabad, buscado por Washington desde el 13 de diciembre. O que, al menos, acepten la petición de su abogado de concederle los arrestos domiciliarios. Lo que, de acuerdo con expertos locales, podría ocurrir si, al examinar el caso, los jueces establecen que hay dudas acerca de las acusaciones contra el ingeniero iraní (por ejemplo, por no ser la Guardia de la Revolución Islámica iraní, con la que habría colaborado Abedini Najafabad, una organización considerada como terrorista por la UE) o/y si determinan que la solicitud estadounidense no cumple el principio de reciprocidad (por contemplar, por ejemplo, penas de cárcel que no existen en la legislación italiana).
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Por su parte, Washington ha dejado claro, también a través de una reciente declaración al diario italiano ‘La Repubblica’, que no está dispuesto a dar marcha atrás. De igual manera, el país asiático —del cual Italia era el principal socio comercial hasta hace pocos años— tampoco ha dado señales de que estaría dispuesto a ceder. Más bien, lo contrario. Según habría confesado la propia periodista en conversaciones telefónicas con sus familiares, Teherán incluso le habría negado un paquete con bienes de primera necesidad que le había sido enviado por las autoridades italianas, manteniéndola hasta esta semana en una celda sin siquiera un colchón en el que dormir, lo que ha suscitado grandes preocupaciones por el respeto de sus derechos humanos. Por eso, en cualquier caso, Italia parece estar entre la espada y la pared.
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Grandes incógnitas son cómo Italia puede lograr no perjudicar su relación con EEUU y qué Roma podría poner sobre la mesa para que Irán se siente a negociar. Un atisbo de esperanza lo dan los antecedentes de liberaciones de iraníes detenidos en países occidentales: en junio de 2023, por ejemplo, Suecia liberó a un exfuncionario iraní condenado a cadena perpetua a cambio de dos de sus ciudadanos detenidos en Teherán. Y ese mismo año, cinco ciudadanos estadounidenses de origen iraní fueron liberados a cambio de un número equivalente de iraníes detenidos en EEUU y el desbloqueo de 6.000 millones de dólares en fondos congelados. Sin embargo, otras voces también han subrayado que el caso de Sala es bastante más complejo al de, por ejemplo, la turista italiana Alessia Piperno, liberada en 2022 después de 45 días. La razón es, básicamente, que Piperno no era periodista.
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