Una de las grandes paradojas de la España empresarial desarrollada y nacida después de la dictadura es que la descentralización administrativa generada por el Estado de las autonomías ha creado, aparentemente, un poder omnívoro de Madrid que aspira todo lo que se mueve a su alrededor. La privatización de las grandes empresas públicas iniciada durante los gobiernos de Felipe González y José María Aznar situó en la capital las sedes de esas empresas, que generaron sus grandes centros de decisión independientemente de que sus operaciones fabriles y la mayor facturación de sus servicios ocurrieran en otras zonas del país. Telefónica, Repsol y Endesa son tres casos paradigmáticos. No hay que extrañarse de que las sociedades que forman parte de algunos de los grandes grupos energéticos, junto a El Corte Inglés y las Loterías del Estado, lideren la clasificación en facturación de la comunidad de Madrid. Ninguna de ellas, en sus distintas acepciones, nacida después de 1975.