Los historiadores tampoco se ponen de acuerdo sobre los ’50 años de España en libertad’ del Gobierno
No se ponen de acuerdo los historiadores y el filósofo consultados por este diario sobre lo procedente de conmemorar los 50 años de esa ‘España en libertad‘ que el Gobierno ha decidido contabilizar a partir del fallecimiento del dictador Francisco Franco. Todos coinciden en celebrar la llegada de la democracia, pero las discrepancias están en el cómo y van por barrios, o mejor dicho, por sensibilidades políticas de los académicos, y por algunas precisiones historiográficas, disputadas incluso por académicos de orientación progresista. El año de actividades (por ahora un centenar, muchas por definir) diseñadas por el ejecutivo de Pedro Sánchez ha llevado a la oposición encabeza por el PP, y a intelectuales de la órbita de la derecha, a tachar incluso de «aquelarres en torno a Franco» el mencionado plan gubernamental, con el que acusan al gobierno de querer agitar el fantasma del dictador con una finalidad política.
El principal punto de discusión, sobre todo en la academia, es el momento histórico a conmemorar elegido: si ya tenemos una fiesta de la Constitución, dicen algunos, para qué buscar otra fecha en la que fijar el inicio de nuestra democracia. O como también se ha apuntado desde diferentes sectores en los últimos días: si después de la muerte de Franco todavía persistió la dictadura, aunque fuera gestionada por otros, y siguió habiendo represión, al menos hasta que se promulgaron la Ley para la reforma política (enero de 1977) y la de amnistía (octubre ese año), con la celebración de las primeras elecciones democráticas en junio de 1977, cómo fijar ese punto de arranque en 1975.
No está de acuerdo con esos argumentos Nicolás Sesma, el historiador del momento si atendemos al éxito de Ni una, ni grande, ni libre. La dictadura Franquista (Crítica, 2024), que ha sido elegido por numerosos medios como uno de los libros del año, y no solamente en el ámbito del ensayo. «Me parece lógico que se conmemore lo que se puede considerar el inicio de la transición, de la reconquista de las libertades y la muerte del dictador«, opina el profesor titular de Historia de España en la Universidad Grenoble-Alpes. Su visión privilegiada de lo que hacen con su propia historia en el país vecino le lleva a comparar los dos casos para defender su sentido. «Aquí en Francia, por ejemplo, se celebra el Día de la Liberación, y este tampoco corresponde exactamente con las primeras elecciones, sino con la caída del anterior régimen. Dado que en el caso de España es difícil fechar el cambio, porque se produce con una transición y no con una ruptura o debido a una guerra, no me parece mal que se haya fijado la conmemoración en 2025, como cincuentenario de la muerte del dictador».
Un gobierno «polarizador»
De manera rotundamente opuesta opina Guillermo Gortázar, profesor titular de Historia Contemporánea en la UNED hasta que se jubiló en 2014 y que, tras militar en la izquierda en los años 70, llegó a ser diputado del Partido Popular en tres legislaturas. Es autor de El secreto de Franco. La transición revisitada (Renacimiento, 2023), un libro en el que se adentra en las opacas decisiones que el Caudillo dejó escritas en sus últimos días y que allanarían, según se puede leer en él, el camino hacia la reforma política. Para Gortázar, las conmemoraciones planeadas son «un despropósito que no tiene ni pies ni cabeza. La libertad se recuperó prácticamente en el año 1976, se consagró con la aprobación de las leyes de reforma política a finales de ese año y comenzó un periodo de libertad en el año 1977 con las elecciones generales de junio. Es un asunto completamente forzado, una maniobra de polarización de los españoles, que tenemos otras preocupaciones, por parte del Gobierno».
Gortázar sí defiende la necesidad de celebrar nuestra vida en democracia, pero con la mirada puesta en «el gran encuentro de reconciliación que fue la Constitución de 1978». Es decir, lo que se viene haciendo desde hace décadas. Lo explica echando la mirada atrás, a lo que fueron los años de la República, y utilizando la categoría de ‘sublevado’ para un grupo diferente a los golpistas del 36. «España padeció en los años 30 una terrible crisis de polarización por parte de un Frente Popular que era extremadamente sectario. Eso generó tensiones internas enormes, hasta el punto de que el Frente Popular se sublevó contra el legítimo gobierno que había ganado las elecciones en el año 34. Esa cultura de hostilidad de unos frente a otros generó una década horrible que fue la de los años 30, frente a la década virtuosa que fue la de los años 70, y que culminó con la Constitución«. El expolítico se muestra a favor de «celebrar el reencuentro, la reconciliación, la Constitución, la libertad, la democracia, la monarquía parlamentaria… Pero en la idea de que todos hemos superado los desastres de los años 30. El general Franco es una consecuencia de esa polarización».
Mercedes Cabrera, catedrática de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Complutense y ex ministra socialista, piensa en cambio que no está de más esta nueva conmemoración del final de la dictadura. No solo le parece «perfectamente correcto» hacerlo, sino también «muy necesario, porque yo creo que seguimos teniendo mucha ignorancia histórica, y la historia conviene conocerla». Que la fecha elegida sea el año 75, y no el 77 o el 78 «es motivo de discusión, pero depende de cómo se planteen los actos que están programados, que no sé exactamente cuáles son. La muerte de Franco es una fecha significativa en este país, y la transición claro que arranca ahí. Por desgracia, tuvimos que esperar a que se muriera Franco, y aunque el proceso de transición estuviera cocinándose ya antes, el desencadenante final es su muerte. Además abre un proceso, digamos incierto, que finalmente culmina con la consolidación de la democracia. Es un proceso histórico, y ponerle fecha de inicio no me parece incorrecto».
Dice la catedrática que queda trabajo por hacer en el saldar cuentas con nuestra historia reciente, y que solo hay que ver la discusión que se ha desencadenado estos días. «Esto tendría que ser, a estas alturas, un debate normalizado. Me gustaría pensar que en la sociedad española actual nadie echa en falta la dictadura, que hay una comprensión real de lo que la dictadura significó, y por lo tanto de lo que significó su final». La actual polarización política, añade, no favorece consensos. «Se puede discrepar en las interpretaciones, pensar que unas fechas fueron más significativas que otras, atribuir protagonismos como se quiera… Pero siempre con una asunción normalizada del pasado, que es un pasado dictatorial».
Nicolás Sesma apunta en la misma línea cuando dice que la negativa del PP a participar en las conmoraciones parece «una renuncia a tener una posición propia en la condena de la dictadura y a posicionarse con el principio de la transición. Yo creo que tienen miedo a quedarse atrapados en una pinza entre algo más nostálgico, como puede representar Vox, y una condena antifranquista más clara por parte de los partidos de izquierda. Pero tendrían que tener una postura propia y defenderla. Que puede ser una interpretación más conservadora, pero bueno, durante un tiempo no tuvieron tanto problema en condenar la dictadura. Sería interesante para la democracia española que el Partido Popular no tuviera esa clase de prevenciones«
Las transición como mayoría de edad de España
Cuando se le pregunta por toda esta polémica al filósofo y ensayista Javier Gomá, gran teórico de la ‘ejemplaridad pública’, parece encontrara razones en las diferentes tesis enfrentadas. Por una parte, no niega que estos actos puedan tener como objetivo «mejorar la posición del gobierno y perjudicar a la oposición, que es algo inherente a la política, no solo de este gobierno ni de España». Pero también habla de la conveniencia de «extender la conciencia de que la democracia española es una conquista difícil y reciente. Creo que puede contribuir a superar una visión inculta de algunos que han nacido ya en democracia y piensan que lo que tenemos es un bien que siempre ha existido, que siempre existirá y que hoy no tiene alternativa».
Dice Gomá que «la muerte de Franco es un hecho final, pero lo que verdaderamente importa es lo que produjo: el origen de la transición. Y la transición, como he escrito en un libro mío, es la mayoría de edad de España como país moderno«. «En consecuencia -continúa- la muerte de Franco, no como final de la dictadura, sino como inicio de la transición, puede tener una gran lección de vida para los ciudadanos del siglo XXI». ¿Admitimos entonces el 20 de noviembre de 1975 como momento inicial de esa transición, o de la senda hacia la democracia? «Más que el 20 de noviembre, yo celebraría a partir de 21» [risas].
Le preocupa a Gomá, como al resto de consultados, que se extienda ese desconocimiento de nuestro pasado, lo que él llama «la visión inculta», que sería «la del que dice ‘esto es así, siempre ha sido así y siempre será así'». O dicho de otra manera: «la conversión de la historia en naturaleza: alguien puede imaginar que conquistas que son históricas tienen la misma fuerza que una ley de la naturaleza, que la ley de la gravedad. Que han estado siempre ahí y se imponen por sí solas. Y no, la democracia es una proeza de la inteligencia colectiva«, defiende el pensador.
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No cree Cabrera que esto sea un problema solo de España. «Se perciben actitudes semejantes entre los jóvenes de otros países en relación con la valoración de la democracia. Como que sí, que está bien, pero tampoco pasa nada si hay una solución más autoritaria«. Gortázar lleva la tesis a su terreno para decir que «en general, la juventud tiene un gran desconocimiento de la historia de España». Menciona la ignorancia de los méritos de los reinos de Castilla y Aragón en la construcción del estado moderno, o de los de los Reyes Católicos al extender la cultura occidental a todo el mundo. También de «las causas que motivaron el Franquismo en la década ominosa que fueron los años 30». Pero señala que, con todo este debate actual, se va a dar la paradoja de que los jóvenes «van a terminar aprendiendo, a pesar del gobierno. Así que una parte positiva tiene todo esto». Y bromea señalando que las ventas de su libro más reciente se han disparado estos días. «No hay mal que por bien no venga».
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