una ruta por el Pirineo más virgen y sus pueblos con aroma a leña
Se dice que es el sauce, este precioso árbol de copa redondeada, al que debe su nombre el valle de Salazar, enclavado en el corazón del Pirineo navarro y resguardado bajo la fuerza de las montañas. Aquí, como en otros valles vecinos (Aezkoa y Roncal), el mundo globalizado está tan lejos que hasta las prisas topan con este muro de cumbres que marca la frontera con el resto de Europa.
Es la naturaleza virgen la que marca la pauta en este territorio que Concentra las cumbres más altas de la comunidad regional. Naturaleza que en Salazar se expresa en forma de primitivos hayedos, ríos que serpentean entre robledales y una horizonte de nieve que deja escapar ráfagas de viento helado.
LA MAGIA DE LA PIEDRA
En este valle, donde reposa la mayor parte de la selva de Irati, los pueblos integrados en el entorno desprenden un reconfortante aroma a leña. Por eso es un placer caminar por sus calles empedradas entre los cuales crece la hierba, bajo el granjas con puertas grandes especialmente diseñado para soportar los rigores del frío.
Esparza, Ezcároz, Güesa, Ibilcieta, Ripalda, Sarriés y Uscarrés son algunos de estos pueblos apacibles, prisioneros de la atemporalidad, casi siempre con iglesias góticas y puentes de piedra. Pero tal vez no haya uno ninguna es tan hermosa como Ochagavía, enmarcada por la sierra y atravesado por el río Anduña, que atraviesa el marco blanco que corona la ermita de Muskilda.
Tampoco hay vistas tan hermosas como las de Abaurrea, conocida como El balcón de los Pirineos. Una encantadora ciudad, la más alta de la región, donde además de respirar el aire puro de las cumbres, podrás visitar el Museo de las Estelas. En este lugar lleno de simbolismo (también es cementerio y laberinto) se exhiben 26 lápidas circulares que datan del siglo XV al XVIII.
LAS MUJERES DE LA GOLONDURA
El Valle de Salazar es tierra de caminantes. hoy es para el excursionistas que se aventuran por las numerosas rutas de montaña. Y lo fue ayer para las mujeres golondrina, aquellas niñas que, de 1850 a 1930, cruzaron a pie la frontera con Francia para trabajar en la industria de las alpargatas. Se marcharon a principios del otoño y regresaron, con las ganancias, después de la primavera.
Para este viaje de al menos tres días, se envolvieron en túnicas negras con las que lucharon contra el frío. Por esa ropa oscura, y también porque su viaje coincidió con migración de aves, Eran conocidos con este nombre. Hoy, casi un siglo después, el camino que recorrieron se llama Sendero de golondrina.
EMPLEOS DEL MILENIO
Vivir aferrados a las raíces también significa dando vida a ciertos oficios antiguos, del cual los Salacencos están sumamente orgullosos. Así siguen practicando los pastores la trashumancia, como lo han hecho desde lejanas generaciones, cuando llega el invierno, cuando los pastos se cubren con las primeras nevadas y los rebaños deben buscar las cálidas llanuras de las Bardenas Reales.
Otro ejemplo de sabiduría ancestral que ha quedado para siempre en la memoria de este rincón del Pirineo es el de almadieros, estos hombres que bajaban el río en precarias balsas para transportar la madera desde estos bosques hasta la desembocadura del Ebro. Era la época de la Royal Navy, donde la fabricación de barcos requería el tráfico fluvial de estos troncos.
EL PALACIO FELIZ
Y si hay algo que no ha cambiado en el Valle de Salazar es la gastronomía tradicional, cuyos productos estrella son la trucha que nada en los ríos y la carne de cordero y ternera, a la que se suma la caza mayor (jabalí, venado, ciervo , etc.) en guisos y embutidos. Una cocina sencilla, pero sabrosa, con un gran poder reconfortante después de un bonito paseo… y siempre al calor de la chimenea.
No te pierdas algunos de los platos más reconocidos: las migajas del pastor (en cuya preparación, con pan y grasa, son expertos los pastores) y el carne de cordero a la parrillatodo ello acompañado de setas y setas del propio valle. Para degustar estos y otros platos del recetario pirenaico, Nada como el restaurante Casa Sario (casasario.com/restaurante) en Jaurrieta, regentado por Eukene Moso. Un auténtico ejemplo de mujer rural emprendedora que ha conseguido elevar su sencillo establecimiento al rango de templo culinario.
Más tarde, cuando caiga la noche sobre el valle, habrá que mirar refugio en un hotel ruraltan rústico como confortable. Como el Hotel Silken Puerta de Irati (hoteles-silken.com/es/hotel-puerta-irati), en el centro de Ochagavía, muy conveniente para quienes se aventuren a explorar los alrededores, o el Hotel Rural Besaro (besaro.es ), a tres kilómetros de esta localidad, con ocho acogedoras habitaciones, un salón con chimenea y un jardín desde el que se adivina el majestuosidad de los Pirineos.
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