La luna siempre será de Lorca
En los albores de la Guerra Civil, Federico García Lorca fue fusilado por el bando franquista en algún punto aún desconocido del camino hacia Alfacar, en Granada. A sus 38 años, el poeta y escritor de Fuente Vaqueros, fue despojado de su vida por una sublevación militar que justificó torpemente el asesinato en que era un espía, un enemigo de la derecha y, además, homosexual.
Sin embargo, la muralla que esa injusticia de agosto de 1936 quiso construir en torno a su prolífica obra fue derribada por la irremediable universalidad que el granadino, con mayor o menor consciencia, ya había cimentado, llegando a provocar una «lorcamanía» que sigue intacta hoy por hoy, como una herencia que se traspasa de generación en generación.
La editorial Alba se ha sumado al homenaje de ese legado con el volumen Poesía selecta. Federico García Lorca, una antología ilustrada por la artista Sara Morante, que se vale de una técnica mixta de lápiz, acuarelas, pinturas e incluso collage digital para entrelazar su propio universo creativo con el lorquiano, tan místico, tan entregado a la naturaleza, a lo onírico y a lo carnal.
La selección de poemas, a cargo del escritor y editor Gonzalo Torné, sugiere un viaje por la lírica de Lorca, con paradas esenciales como ‘Poema del cante jondo’, ‘Romancero gitano’, ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’ o ‘Poeta en Nueva York’, esta última, publicada a título póstumo, cuatro años después de la muerte de Lorca.
Y previo a una biografía del autor, el poeta Juan F. Rivero, gran admirador del poeta granadino, ofrece un interesante prólogo, como él mismo advierte, para «abrir apetito», en la que defiende el poder que este atesoró y claramente aprovechó para ensanchar la poesía, convirtiendo en símbolos los elementos más denostados de aquello que le rodeaba, la austeridad y la dureza de la Andalucía rural.
La luna, las estrellas, la jaca, los olivares, los arroyos, los lirios blancos, los gitanos, las fuentes… el cosmos al que Lorca invita a entrar en cada verso se refleja en este volumen, por ejemplo, en la sempiterna ‘Canción del jinete’:Por el llano, por el viento / jaca negra, luna roja. La muerte me está mirando / desde las torres de Córdoba. O ‘Romance sonámbulo’, un poema que el paso del tiempo convirtió en música y que está dedicado a la profesora Gloria Giner y quien fuera ministro de la República, Fernando de los Ríos, matrimonio muy amigo de Lorca: Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes Ramas. /El barco sobre la mar y el caballo en la montaña.
Un esquema que se verá hecho añicos con ‘Poeta en Nueva York’, una obra de la que ni el mismo Lorca se sentía confiado de que los lectores pudieran comprender, en la que abandona el mundo de los sueños donde el amor, la pena, el desengaño y la crudeza jornalera -entre otros muchos elementos- se diluyen en un poemario muy crítico con la deshumanización de la sociedad y las diferencias sociales del sistema capitalista.
En definitiva, una buena oportunidad para encontrarse o regresar a Lorca, el eterno artista, para siempre dueño de la luna.
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