Patria querida
Salgo a cenar con dos inglesas ávidas de probar la tan reputada cocina asturiana. Qué mejor sitio que ir a un chigre donde haya tortos, croquetas y cachopos; así que vamos alegremente a la calle Gascona, también llamada el bulevar de la sidra. El restaurante elegido está lleno de gente alegre, ruidosa y muy, muy comunicativa. Como es viernes, el local está a rebosar, aunque imagino que cualquier día de la semana es bueno para disfrutar de la que otrora fue Capital Europea de la Gastronomía 2024, como les hago ver orgullosa de nuestro caché culinario. No lo comento movida por para vengarme de las largas temporadas que pasé comiendo cosas incoloras, inodoras e insípidas en la Gran Bretaña, sino por una genuina satisfacción por ofrecer a mis invitadas cantidad y calidad a partes iguales.
Empezamos hablando de todo un poco con tono neutro, pero según se va llenando el sitio tenemos que subir unos decibelios. A la hora del postre ya estamos gritando que queremos arroz con leche y tocinillo de cielo, algo imposible de traducir al inglés de manera literal. Coincide que hay un cumpleaños y las catorce personas que están nuestro lado se unen a la algarabía general con cantos y hip hip hurras. A una hora determinada suena el Asturias Patria Querida y, para dar más solemnidad, se apagan las luces y algunos cantan mano en el corazón. Mis amigas inglesas parecen encontrarlo todo muy divertido y pintoresco. A la hora de pagar suplicamos a voces que nos traigan la cuenta.
A la una de la mañana, nos batimos en retirada, contentas y satisfechas de la velada y secretamente encantadas de disfrutar de un próximo rato de silencio. Mientras tanto las calles aledañas se van llenando de más y más gente que salen a disfrutar del viernes cuando nosotras ya nos batimos en retirada.
Me pregunto si mis amigas ingleses echan de menos la Perfida Albión.
Yo me sorprendo canturreando Asturias Patria Querida mientras me quito el rimmel.
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