La CDU acepta por primera vez los votos de la ultraderecha para una moción en plena campaña electoral alemana
A tres semanas de las elecciones nacionales alemanas, la derecha dicha moderada del conservador Friedrich Merz logró hacer prosperar ante el Parlamento alemán (Bundestag) una moción de cinco puntos, incluidas las expulsiones en caliente de migrantes irregulares, gracias al apoyo de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Era una moción sin efectos prácticos, a la que seguirá el próximo viernes un proyecto de ley migratorio que, de alcanzar la mayoría, sí será vinculante. Fue una victoria muy estrecha de 348 votos a favor por 345 en contra. Para el canciller, Olaf Scholz, y sus socios Verdes, así como la Izquierda, Merz rompió así el cortafuegos que ha mantenido políticamente aislados a los ultras. «No hay garantías de que no buscará una mayoría entre su bloque y la ultraderecha tras las elecciones», sentenció Scholz.
Merz ha insistido desde que asumió el liderazgo de su bloque, en 2021, en que bajo su liderazgo no habrá ningún tipo de cooperación con la AfD. Sostiene ahora que el cordón sanitario no se ha roto, ya que era una moción propia para la que había pedido explícitamente el respaldo de todas las fuerzas, menos de los ultras. Además de la AfD logró el apoyo de los liberales, exsocios de gobierno de Scholz. Alice Weidel, la líder de la AfD, celebró con euforia el triunfo de una moción que es, asegura, ‘calcada’ a los postulados de su partido.
El plan de Merz incluye controles fronterizos permanentes, su cierre de facto a los inmigrantes irregulares y la ampliación de competencias policiales. Scholz llevaba semanas insistiendo en que el plan de Merz vulnera tanto el derecho europeo como las leyes alemanas. Aseguró ante el pleno, en una sesión que se había abierto con un acto solemne por las víctimas de Auschwitz, que algo así solo se lo ha permitido el ultranacionalista Víktor Orbán en Hungría. “Será un mensaje fatal que el país más grande de la UE incumpla su legislación”, afirmó el canciller. Ningún líder conservador alemán hizo algo así, señaló Scholz, para citar explícitamente a Konrad Adenauer, a Helmut Kohl y Angela Merkel, los más ‘históricos’ cancilleres de la conservadora CDU.
La política migratoria como puntal electoral
Scholz lanzó sus advertencias en una declaración previa de gobierno, centrada en el ataque de Aschaffenburg, en Baviera, en que un refugiado afgano mató a cuchilladas a un niño de dos años y a un adulto de 41 años. El atacante estaba en tratamiento psiquiátrico y había solicitado regresar a Afganistán, pero no se materializó su retorno por errores administrativos en serie. Su caso sigue al ataque de un saudí contra un mercadillo navideño de Magdeburgo, con seis muertos, o al de Solingen del verano pasado contra una fiesta popular por un yihadista sirio. Es una cadena de ataques mortales, cometidos por refugiados cuya expulsión o retorno fracasó.
El ataque de Aschaffenburg ha tocado aún más la fibra, puesto que se dirigió contra un grupo de niños de una guardería. Scholz, como Merz, coinciden en que estos casos no pueden ‘normalizarse’, pero difieren en cómo actuar. El canciller insiste en que se trata de implementar las medidas existentes y optimizar la coordinación entre los estamentos y administraciones implicados. Merz pretende implantar la línea más radical en materia migratoria, parte sustancial de su campaña para los comicios del próximo 23 de febrero. Su bloque conservador lidera los sondeos, con más del 30 % de los votos, diez puntos por encima de la AfD, y el doble que los socialdemócratas de Scholz, en el tercer puesto.
La sesión parlamentaria adoptó así formato de mitin electoral desde todos los flancos. Scholz atacó a Merz por dejarse apoyar en la AfD y aludió a Austria, donde los conservadores pasaron de rechazar categóricamente toda cooperación con la ultraderecha a negociar una coalición liderada por el radical Herbert Kickl. Merz argumentó que su plan no ha nacido súbitamente, sino que lo presentó hace meses y que buscó, sin éxito, el consenso con socialdemócratas y verdes. Y la ultraderechista Weidel insistió en su mantra de que el cortafuegos no es democrático, ya que implica ‘excluir’ a millones de votantes.
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