potentes lanzallamas proliferan en la guerra de Ucrania
«Esto es el infierno en la tierra«, dice un supuesto militar ruso en un vídeo de un punto del frente del Donbás que se ha hecho viral este mes de enero. Las imágenes relatan los efectos de un supuesto ataque con «fuego de dragón»: cuerpos humanos, árboles y material calcinado por todas partes. Al margen de la propaganda de guerra en las redes sociales, con ese épico nombre de leyenda medieval y serie de televisión se apoda en la guerra de Ucrania a la principal arma de termita de las que dispone el país invadido por Rusia.
No se trata, en este caso, de un insecto, sino de una composición química a base de aluminio y óxidos de hierro y otros metales, ligera y terriblemente abrasiva, muy difícil de apagar, que arde a 2.200 grados de temperatura, con gran poder de penetración, capaz de deformar o incluso derretir blindajes de acero. Las Fuerzas de Defensa de Ucrania han desarrollado granadas de termita transportables por los drones de cuatro u ocho hélices que proliferan en el frente.
Los drones lanzallamas ucranianos son utilizados para sobrevolar trincheras y vehículos rusos y, literalmente, hacer que llueva fuego sobre ellos. A ese fuego lo llaman los ucranianos en el frente con el eufemismo «rocío». Ese rocío puede ser auténtica lluvia cuando el dron puede transportar, en lugar de cinco kilos de termita, 30 kilos en paquetes de activación sincronizada, para prolongar el riego.
No han trascendido informes independientes acerca de su eficacia para neutralizar posiciones rusas, o parar el avance de sus columnas móviles menos protegidas. Es posible, en cualquier caso, especular con el efecto que la proximidad de un dron incendiario puede tener sobre el aguante de soldados que, pie a tierra, lo ven llegar.
Sin escapatoria
El uso de los drones lanzallamas en los frentes de Ucrania se conoce desde el pasado mes de octubre. Y en ese mismo mes las tropas rusas articularon su propia fórmula de robot volador equipado con termita. Eso permite augurar a los analistas de la guerra en Europa un futuro en el que podrían generalizarse los drones dragón por su triple capacidad: ataque a personal, incendio de masas arbóreas para impedir el camuflaje del enemigo o, directamente, demolición e incendio en la guerra urbana.
En esos tres escenarios la penosidad de la guerra se multiplica. No son distopía: la termita fue usada por tropas de Al Assad y por sus apoyos rusos en la guerra de Siria, y apareció profusamente en la toma por el ejército de Putin de la ciudad ucraniana de Bajmut, o, más bien, de sus escombros.
Rusia ha desarrollado su versión aérea no tripulada para este tipo de ataques incendiarios de precisión en la guerra de trincheras y parapetos, ya tenían las fuerzas del Kremlin un arma pesada para el combate entre llamas. Su nombre es Solntsepek, o TOS 1A y su versión más nueva, el TOS-2. Los soldados rusos lo apodan Tosochka. Es el lanzallamas terrestre más grande del mundo. Transportado sobre orugas, lleva encima 24 tubos lanzadores de bombas termobáricas de 200 kilos.
Es demoledor el efecto del Solntsepek sobre búnkeres, parapetos o frágiles trincheras: su fuego alcanza los 3.000 grados durante alrededor de un minuto. En ese espacio de tiempo, la explosión impulsa con una gran presión el fuego, dándole capacidad de penetrar todo tipo de huecos y tapaderas que no sean completamente herméticas. Y las herméticas… quedan fundidas si no tienen el grosor suficiente. Todo el aire en la zona de ataque se convierte en gas ardiente. La supervivencia en un ataque con esta máquina se aproxima a cero.
El Ministerio de Defensa de la Federación Rusa ha reportado en varias ocasiones el uso del TOS 1A a lo largo de esta guerra. Una de las últimas grandes ofensivas con este lanzador tuvo lugar, según la mencionada fuente, en marzo pasado en Artemovsk. Esa ocasión se ajusta al patrón de uso del lanzallamas: ataque de unidades especiales a posiciones fortificadas del ejército ucraniano. Fueron paracaidistas de la Guardia de Ivanovo, asistidos por especialistas en guerra NRBQ (Nuclear, Radiológica, Biológica y Química).
Armas sin ley
Precisamente la especialidad NRBQ mandaba el teniente general ruso Igor Kirilov, jefe de la defensa nuclear y química rusa y militar muy popular, televisivo incluso, en su país. Un atentado con bomba lo mató a él, y también a su asistente Ilia Polikarpov, a la puerta de su casa de Moscú, el 18 de diciembre pasado. Medios ucranianos recogieron entonces el comentario de portavoces no oficiales ni identificados de Kiev tildando a Kirilov de «objetivo legítimo» por ser autor de «crímenes de guerra» al dirigir el desarrollo del TOS-2 y de munición termobárica rusa.
Es posible que en el futuro un acuerdo internacional, a la vista de la triste experiencia en el Donbás, y temiendo la normalización de estas armas, las coloque entre los usos prohibidos de la guerra. Pero no lo están ahora, pese a un movimiento tímidamente creciente de denuncia entre las organizaciones de derechos humanos.
El protocolo III de la Convención de 1980 sobre Ciertas Armas Convencionales proscribe el uso de armas incendiarias contra los civiles, pero sí autoriza su empleo contra unidades militares, lanzado el elemento desde vehículos aéreos, por ejemplo, si esas unidades no se parapetan entre civiles.
No es ilegal en Derecho Internacional el uso del fuego como arma de guerra. Las tremendas heridas que dejan las llamas a los pocos soldados que sobreviven a un ataque termobárico son otra cuestión: un horror privado, un asunto que apenas sale de las habitaciones de hospital, pues mostrar en los medios y redes terribles daños físicos, ya se sabe, impacta en la moral de la tropa.
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