Por qué las mujeres no denuncian el maltrato
La violencia de género sigue siendo una herida abierta en nuestra sociedad. Una realidad compleja y desgarradora. Durante el 2024, fueron asesinadas 47 mujeres a manos de sus maridos o parejas, de las cuales 34 no habían interpuesto denuncia alguna. Es un patrón alarmante que se repite: víctimas de asesinatos por violencia machista que no habían presentado ninguna denuncia previa contra sus agresores. Este hecho plantea diversas cuestiones, por ejemplo, sobre las barreras que frenan a las mujeres a denunciar, el propio sistema judicial o incluso la eficacia del sistema de protección.
La violencia de género es un problema multicausal por lo que pueden existen diversos factores individuales, relacionales y sociales, que influyen en la decisión de la mujer víctima de violencia de género a la hora de poner una denuncia. En todo sistema social, dichos factores están interconectados entre sí; es decir, no actúan de forma aislada. Los factores individuales no actúan por un lado y los sociales por otro, sino que actúan como un conjunto de elementos ligados por diversas interrelaciones; además, cada mujer tiene unas circunstancias personales y sociales diferentes, y no todos los factores influyen de la misma forma en las mujeres maltratadas.
Factores individuales, relacionales y sociales.
Entre los factores individuales se encuentran, por ejemplo, el miedo a su agresor, las amenazas, la presión psicológica, la inseguridad económica, el sentido de culpabilidad, la sensación de vergüenza, la falsa creencia de que no hay peligro o incluso la esperanza de que el agresor cambie. En las áreas rurales en testimonios procedentes de guardias civiles, indican cómo algunas mujeres acuden a ellos no para denunciar, sino para pedir protección inmediata, calmen al agresor y que éste cese en su conducta. Algunas mujeres en situaciones de vulnerabilidad, bien por dependencia emocional o económica, muestran rechazo a denunciar a su agresor. La causa puede estar relacionada con la perdida de ingresos si el agresor es despedido o al miedo de ser culpabilizadas por ello.
Respecto a los factores relacionales no se suscriben únicamente a las relaciones de la pareja, sino que intervienen en el asunto terceras personas. Solemos pensar que la pareja se forma libremente y que por lo tanto goza de autonomía e independencia; sin embargo, detrás de cada pareja existe una amplia estructura familiar que controla y presiona sobre la relación de la pareja. Aunque suelen ofrecer protección y defensa en las situaciones de violencia, puede existir diferencias entre la red familiar de la víctima y la del agresor; por ejemplo, la red familiar del agresor puede amenazar a la víctima para que retire la denuncia. Por otro lado, los hijos/as de la mujer maltratada pueden coartar su decisión de poner una denuncia sobre su pareja o influir para que la retire. (En el 2015 se sustituyó el concepto de «renuncia» por el de «la víctima se acoge a la dispensa a la obligación de declarar como testigo», artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Crimintal). Imaginemos a una mujer que ha sido agredida por su pareja y su hijo/a le dice: «¿Cómo vas a meter a mi padre a la cárcel?». «¡Qué quieres!… ¿qué suframos todos?». También puede ocurrir que el propio agresor los utilice como amenaza o como influencia sobre la mujer para que no denuncie. Respecto a los amigos/as en muchos casos la falta de entendimiento del problema y la falsa creencia de que es algo a resolver en la pareja, lleva a perder el círculo de amistades sin tener a nadie a quién recurrir.
En el proceso de socialización aprendemos normas y valores que imperan en nuestra sociedad, existiendo igualmente numerosos aspectos sociales que van a influir en las mujeres para no denunciar. La falta de comprensión social del maltrato, los discursos negacionistas sobre la violencia de género, así como el sistema judicial pueden hacer que las mujeres no se atrevan a denunciar. El proceso judicial no les proporciona la respuesta rápida que necesitan: diligencias, comparecencias o partes médicos; además, todo ello mediatizado por abogados, jueces y fiscales. En la vista de la causa, la mujer maltratada tiene que hablar y demostrar lo que sucedió y responder a todas las cuestiones. Sin embargo, su agresor simplemente puede ofrecer respuestas evasivas: no me acuerdo, había bebido, fue un malentendido, etc. Todos/as hemos sido testigos del bochornoso interrogatorio del juez Carretero a Elisa Mouliaá, con valoraciones inadecuadas, preguntas incómodas, tono agresivo, cuestionamiento, presión, comentarios inoportunos… El daño que ha hecho a las víctimas de violencia es implacable. Si numerosas mujeres no lograban dar el paso y denunciar, a partir de ahora les costará muchísimo más. Hay que transformar y educar al sistema judicial para prevenir estos comportamientos. Debemos de aspirar a tener una justicia imparcial y sin sesgo machistas.
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