¡Qué verdes serán nuestros valles!
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Al grito de nos están arruinando la vida, el pasado día 16 cuatrocientas personas se concentraron en Oviedo para exigir la paralización de los parques de baterías. Además calificaron a la consejera de Transición Ecológica, Industria y Turismo de «alineada con los intereses de la patronal» lo que tomado en serio sería un delito de calumnias. Tampoco asumimos el esperpento de que un diputado del PP y otro de Vox se hayan opuesto a la implantación de la energía verde, lo que solo puede entenderse por un oportunismo puro, pues ello va contra todos los principios de la política industrial española: no osamos a pensar que sus partidos no sepan lo que quieren.
Confiamos también en que estas personas renuncien al uso de automóviles, frigoríficos, teléfonos móviles, relojes de cuarzo, linternas, mandos a distancia, etc… Estamos seguros de que serán coherentes.
Añadimos que, en nuestra opinión, todo lo que rodea aquí a la implantación de la energía verde es una cadena de aporías, dado que constantemente se intentan conciliar los dos términos de un oximorón, lo que solo se explicaría si Asturias fuera un manicomio con catedral en Oviedo y playa en Gijón.
La raíz del problema no está en los vecinos sino en la actitud de los partidos políticos, pues hace veinte años igualmente hubo protestas contra las antenas de los móviles, argumentándose para ello las mismas razones pseudo técnicas y subjetivas. Entonces los responsables jugaron por el futuro y gestionaron el asunto con temple. Las antenas se pusieron y nos cambió la vida.
Ahora nuestros líderes han dejado de pensar en los ciudadanos para ocuparse únicamente de ganar las próximas elecciones. Para ser populares dan la razón a los vecinos, aunque conocen perfectamente que ello nos lleva a la ruina. Esa estrategia es común a todos los partidos dado que todos hacen lo mismo, pues por ejemplo (dejamos al margen el ridículo del PP y Vox en la manifestación) Foro y PP suspendieron las baterías en Gijón. En síntesis: es entendible que unos vecinos tengan miedo de lo nuevo, pero que los políticos les sigan el son es horrible.
Todo lo que rodea aquí a la implantación de la energía verde es una cadena de aporías que solo se explicaría si Asturias fuera un manicomio con catedral en Oviedo y playa en Gijón
Lo es porque el ejercer el liderazgo es una muestra de dignidad, esa que se refleja en la capacidad para guiar al pueblo hacia donde a él le conviene, y para ello antes hay que discernir con buen juicio y desde el conocimiento. Ello implica saber educar y convencer a los votantes con paciencia, comprensión y generosidad, pues la democracia no es conseguir el voto cada cuatro años sino que las personas piensen antes de decidir y después se impliquen. Ello no es fácil. Ya la Biblia nos habla de los problemas de Moisés para guiar a la tierra prometida a los que disfrutaban perdiéndose en todas las piedras del camino. Después otros muchos «enemigos del pueblo» lo sufrieron. Entre ellos nuestro pobre Jovellanos al que amargaron por querer abrir a Asturias a la vida.
En consecuencia los gobernantes deben tener resiliencia, incluso atándose al palo mayor, para resistir tanto los cantos maravillosos de las sirenas como los golpes del viento de las siete colas, físicas o de la maledicencia.
Por el contrario no es el papel de los líderes dejarse empujar por las masas, que, como pollos sin cabeza, acaban embocando los precipicios.
Dante no reservó el ultimo círculo del infierno para los ladrones, los asesinos y ni siquiera para los traidores, sino que lo guardó para aquellos que en momentos críticos para su tierra no tuvieron el valor de encarar los problemas para tomar las decisiones necesarias. Y esa cobardía nos implica a todos, no convirtamos a los políticos en chivos expiatorios . Llevemos entre todos a Asturias hacia la Nueva Frontera y no al fondo del cañón de Avilés.
La responsabilidad de afrontar los retos no es solo de los políticos sino nuestra, por tanto no podemos escudarnos en ellos para exigirles resolver sin apoyo alguno. Aportemos esfuerzo y compromiso, no pasotismo, para luchar por lo de todos: sublimémonos para elevarnos sobre nuestros egoísmos e ideologías.
El primer principio de la democracia es cada humano un voto, pero el segundo es que todos somos responsables ante la especie. Por tanto, es obligación el mantener vivo el pensar libre e independiente, y después actuar para sacar adelante la gran empresa colectiva.
Por eso es nuestro deber mostrar lo que vemos a los que tengan peor entendimiento e información. Así como advertirles que no debemos permitir que nos traten como a niños, o que utilicen nuestras emociones para erradicar el espíritu crítico, o para que creamos que lo normal es ser vulgar, ingenuo o mediocre. Todo ello nos inhibe.
No nos escudemos en los políticos para no luchar por lo necesario dejándolos solos ante los que protestan en función de los egoísmos personales, ahora para que no se coloquen las baterías donde el funcionamiento del sistema eléctrico lo exija. Por ello unimos nuestras pobres fuerzas a las de doña Belarmina Díaz que tiene el valor de defender lo que le dictan su conciencia y su conocimiento.
¡Asturianos! Si ya estamos hundidos: ¿Qué nos importa mojarnos?
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