Sepa cómo se produjo, tras 1.932 días, la resurrección de Marc Márquez

Hay historias que son mentira. Ésta no lo es. Ésta es tan auténtica como su protagonista. Como sus protagonistas. Y, claro, empiezan desde abajo, desde niños, desde escolares. Es la vida de Marc Márquez Alentá y todo lo que le rodea, empezando por mamá Roser Alentà y terminando por papá Julià Márquez, sin olvidar al pequeño, que es el más grandes, perdón, el más alto, Àlex Márquez Alentá.
Lo que acaban de protagonizar todos ellos (“porque este triunfo es, sin duda, de los papás”) es el fruto de una pasión. Nada estaba programado. Nada. Empezaron jugando con las motos en parkings de grandes superficies, pasaron a circuitos de karting, crecieron en trazados permanentes hasta que se convirtieron en campeones del mundo de forma arrolladora.
Àlex, por descontado, a la sombra de Marc, pero siendo tan veloz, tan profesional, tan determinante como su hermano mayor. “Yo siempre lo digo, Àlex es diesel, necesita su tiempo, necesita tenerlo todo bajo control y, cuando lo tiene todo en sus manos, es, como acaba de demostrar, tan rápido como yo. O casi”, explica Marc.
La historia, que, repito, no podía ser ni más bella ni más real, se complicó, se torció, para todos ellos cuando Marc se rompió el húmero derecho en Jerez, en 2020, después de protagonizar la temporada más impresionante de todos los tiempos, coronándose campeón del mundo de MotoGP tras ganar 12 de las 19 carreras y acabar segundo en seis de ellas.
Después de años, meses, semanas y días de sufrimiento e incertidumbre, Marc Márquez se trazó un plan, que ha culminado de la forma más maravillosa, en lo alto de un podio mundialista con su hermano Àlex. «El mayor de los sueños», reconoce.
Desde aquel accidente, desde aquella fractura, desde aquel viacrucis, todo ha sido sufrimiento para el mayor de los Márquez, que siempre se sintió apoyado y protegido por los suyos. Hubo un día que Marc decidió jugárselo todo y viajó a la clínica Mayo de Rochester (EEUU), donde le destrozaron el húmero y se lo reconstruyeron en el mismo quirófano. Era su apuesta: o todo o nada. Y, mientras, pensaba “si no vuelvo a correr, que me quiten lo bailado”.
Pero Marc quería demostrar que aún podía pelear por la victoria. Por eso, después de meses y meses de rehabilitación, gimnasio, masajes y prácticas en secreto en circuitos recónditos y escondidos, decidió que no podía seguir en Honda, aunque tuviese el sueldo más escalofriante que ha tenido piloto alguno. Pidió liberarse de esa cruz, los japoneses, de la mano del campeón Alberto Puig, que hizo de tripas corazón, lo dejó libre y le perdonó el año de contrato que le quedaba.
Y Márquez se fue al Gresini Racing Team Ducati, donde estaba su hermano Àlex. Lo ven, siempre en familia. Y allí, con una moto del año anterior, con una Ducati del 23, se enfrentó a los mejores de 2024. Y, no solo se codeó con ellos, sino que les ganó tres grandes premios, tres.
Marc Márquez. / EFE
“Solo quería saber si podía volver a intentarlo. Solo quería saber si servía para este trabajo. Quería sentirme piloto de nuevo, piloto de verdad. No estoy aquí para correr, estoy aquí para intentar ganar y solo poniéndome a prueba podía averiguar si valía la pena seguir en esta profesión”, cuenta cuando le preguntan por qué tanto riesgo. “Solo poniéndote a prueba, con una buena moto, aunque no sea la mejor, puedes averiguar si aún estás vivo, en forma, para competir”.
Cuando el mayor de los Márquez averiguó que seguía sirviendo para esto, que seguía siendo uno de los buenos, buenos, sino el mejor, entonces dio un paso más en el plan que había trazado, él solito, para intentar algún día, por ejemplo, ayer, aspirar a la victoria y a su noveno título mundial.
Movió sus fichas, habló, amenazó y siguió corriendo como un loco para llamar la atención de los jefazos de Ducati, la fábrica que domina el Mundial, este año incluso con las motos del año pasado. Cuando Gigi Dall’Igna, el gurú y creador de la invendible ‘Desmosedici’, y Davide Tardozzi, Team Manager del equipo de Borgo Panigale, vieron, analizaron y compararon la telemetría de Marc con la del resto de pilotos rojos, incluidos ‘Pecco’ Bagnaia y Enea Bastianini, los oficiales, se dieron cuenta de que Márquez era su piloto, el ideal para mantenerse en la cima.
Se operó de su húmero derecho, por cuarta vez, en EEUU, abandonó Honda dejando de ganar decenas de millones de euros, fichó por el modesto equipo Gresini, ganó con una moto inferior, conquistó Ducati y, ahora, triunfa con la moto roja.
Por eso, en una jugada impensable, cuando ya tenía atado a Jorge Martín, que acabaría siendo campeón con una de sus motos, Ducati anunció que Marc Márquez Alentá sería el compañero de Bagnaia en los próximos dos años, éste y el que viene. Marc había vuelto a ganar, había vuelto a impresionar, había cumplido una nueva etapa en su plan para volver a ser el de 2019 “aunque creo que aquello es irrepetible”.
No sé si es irrepetible ganar 12 de 19 carreras y ser segundo en otras seis, pero lo que Márquez hizo, el pasado fin de semana, en Buriram (Tailandia), el circuito donde ganó su último título mundial de MotoGP, en 2019, con cuatro grandes premios de antelación, parece el inicio de algo monstruoso. MM93 logró la ‘pole’, ganó la ‘sprint’ el sábado, ganó el GP el domingo e hizo la vuelta rápido. Y todo eso lo hizo cómo quiso, cuándo quiso y dónde quiso.
No todos los deportistas son capaces de resucitar cinco años después. No todos los deportistas son capaces de trazar un plan y cumplirlo, a base de persistencia, sacrificio, estrategia, listeza, determinación y, sobre todo, velocidad. Marc Márquez Alentá ha empezado a ver el final del túnel. “Del brazo, del húmero, os olvidareis vosotros, tal vez, pero yo lo tengo muy presente”, comentó a El Periódico antes de abandonar Tailandia. “Aquello fue durísimo, pero fue el inicio de algo grande. Cuando empecé a pensar en cómo volver a ser competitivo no sabía que iba a terminar en el podio junto a Àlex en la primera carrera de 2025. Es un sueño, algo que ni en las mejores noches pudimos imaginar, ni Àlex ni yo. Y, sí, ha terminado siendo maravilloso para toda la familia, aunque esto solo acaba de empezar. No será fácil repetirlo o intentar repetirlo en los próximos grandes premios, la parrilla de MotoGP está repleta de campeones. Y, mira, todo esto ha ocurrido sin estar aquí el campeón, Jorge Martín”.
Marc Márquez y Pecco Bagnaia. / EFE
Marc Márquez está donde quería llegar. Ahora debe mantenerse y aumentar aún más su complicidad con el equipo Ducati (“el mejor del mundo”) y con su moto (“la mejor de la parrilla”). “Yo soy el único que tengo el rival en mi box, ‘Pecco’ Bagnaia, y en casa, mi hermano Àlex. Pero ellos saben, como yo, que, en la pista, todos peleamos por lo nuestro, todos queremos ganar”.
Marc, que es el verdadero protagonista de esta gesta, repito, que empieza con la cuarta intervención quirúrgica en su húmero derecho en un quirófano de Estados Unidos, cree que tanto ‘Pecco’ como Àlex “que ya está listo para ganar su primer GP de MotoGP tras proclamarse campeón del mundo de Moto3 y Moto2” van a presionarle y le complicarán la vida en su intento de empatar a títulos mundiales (9) con Valentino Rossi, que ha desaparecido de este mundo, donde ya solo hay un rey: Marc Márquez Alentá.
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