La criminalización del Ejército ruso dispara la corrupción entre los mandos militares y los chantajes a soldados

Más que un vídeo de queja o denuncia dirigido a las instancias judiciales rusas, aquello era la súplica desesperada de un joven que sabía que su vida pendía de un hilo. Que su destino dependía no de un comandante militar con una carrera en el Ejército a sus espaldas, sino de un criminal sin escrúpulos, recién amnistiado por la Rusia de Vladímir Putin para ir a Ucrania a luchar; un hombre que, en el pasado, había sido condenado por corrupción y por encargar asesinatos de importantes personalidades. El delincuente devenido en mando del Ejército ruso había decidido retenerle y no permitirle ir a la retaguardia para así extraer dinero a sus familiares.
«Alguien dijo que mis familiares, supuestamente, tienen dinero; mis familiares están intentando sacarme de todas formas posibles (de aquí) a cambio de mucho dinero», denuncia Maksim Loginov, antes de relatar, en tono desgarrador una reciente paliza de la cual todavía tenía secuelas. «Hace poco, quizás hace una semana, me golpearon severamente: con el oído, hasta ahora, no puedo oír bien«.
Las gestiones familiares para salvar a Maksim de la muerte no lograron resultados. Se hallaba en manos de la división Shtorm Z, dirigida por Alietdin Majmútov, condenado a 17 años y medio de prisión en una colonia de régimen estricto por «organizar el asesinato en el mismo centro» de Volgogrado, en el centro de Rusia, de un conocido hombre de negocios. Un asesino cuyo historial criminal se completa con otro veredicto de culpabilidad, en este caso por extorsión monetaria.
Maksim se hallaba en un punto del frente de Zaporiyia, no lejos del poblado de Vasilivka, a apenas unos 250 metros de las líneas ucranianas, según relató él mismo en el vídeo. Y miembros de la oposición que prefieren mantenerse en el anonimato aseguran que llegaron incluso a hablar con el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), los servicios secretos del país eslavo, y estos llegaron a acceder cesar el fuego desde sus líneas y a recibir al joven para así salvarle la vida en el caso de que sus captores decidieran liberarlo. Pero todo fue en vano: finalmente, el comandante Majmútov optó por «ejecutarlo», sostienen dichas fuentes.
No se trata, ni mucho menos, de un incidente aislado. La criminalización de las fuerzas armadas de Rusia, generada por la excarcelación de decenas de miles de criminales condenados bajo la promesa de una amnistía si acudían a combatir a Ucrania, ha multiplicado este tipo de incidentes. Soldados que son extorsionados y forzados a pagar grandes sumas de dinero a sus mandos para evitar ser insertados en ofensivas suicida, militares que son obligados a sufragar de su propio bolsillo construcciones en posiciones militares o a inundar de dádivas y regalos a sus superiores, desvío de fondos destinados al Ejército y a los soldados… Todo ello se ha convertido en moneda corriente en un Ejército formado principalmente por hombres cuyas motivaciones para luchar, más que la defensa de su propio país, se limitan en la mayoría de los casos a los sustanciosos salarios que reciben o al perdón carcelario que dispondrán una vez acabe su contrato. Según datos del Servicio de Inteligencia Exterior de Ucrania citados por la publicación ‘Kyiv Post’, Rusia ha integrado a hasta 180.000 delincuentes convictos en las tropas que combaten en los frentes de guerra en Ucrania.
El resultado de todo este proceso de criminalización son unas fuerzas armadas profundamente disfuncionales, en las que personal altamente especializado es enviado a tareas diferentes para las cuales había sido contratado originalmente, con el consiguiente perjuicio para la tropa. Tal fue el caso de Yanina Filípova, doctora especializada en cirugía y traumatología. En otoño de 2024, filmó un vídeo que envió a todas las instancias judiciales y de investigación de la Federación Rusa en el que denunciaba que el mayor Soslan Gatsalov, comandante del 341º Batallón Médico Independiente de la 27ª División de Fusileros Motorizados, había decidido ignorar sus cualificaciones y enviarla al frente. ¿Tú pensabas que (aquí) serías cirujana?, lo que yo quiera hacer contigo, lo haré; yo no te voy a dar trabajo», le proclamó, amenazándole con iniciar contra ella un caso criminal o incluso con la muerte.
En lugar de ejercer sus cualificaciones, Yanina fue enviada de inmediato a la primera línea de frente, en Avdivka, como parte de un grupo de evacuación médico. Y eso sí. Sin casco, chaleco antibalas o incluso armas. «Allá tú encontrarás» (el material de defensa), le anunció. En el vídeo, que también envió a los medios de comunicación rusos aunque estos decidieron ignorarlo, la mujer asegura que nunca recibió su salario, pese a que su contrato se inició en el mes de junio anterior. Todas sus peticiones e informes a instancias rusas han sido ignoradas.
Las torturas y las palizas a los militares son moneda corriente, en muchos casos como método de intimidación ante posibles protestas. Unas imágenes obtenidas en la unidad militar 55115 de la ciudad de Kizil, capital de la siberiana república de Tuvá, miembros de la Policía Militar torturaron salvajemente con porras a dos militares de la 55ª Brigada Motorizada, que habían resultado heridos y se estaban recuperando en la retaguardia, y que «con toda probabilidad» según fuentes opositoras rusas, se rebelaron contra la decisión de enviarles de nuevo al frente. Durante la sesión de tortura, fueron golpeados con porras, se les aplicaron descargas eléctricas e incluso se les amenazó con una violación sexual.
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