Rusia empuja a una muerte segura a decenas de miles de soldados en el frente de Ucrania

Base militar de Ulianovsk, en el centro de la Rusia europea. Noche del 2 de diciembre de 2024. Dos aviones de carga acaban de aterrizar en el aeródromo procedentes de los territorios ocupados de Ucrania. En los frentes bélicos del país eslavo, las tropas del Kremlin logran avances de escasa profundidad, aunque a costa de pavorosas pérdidas: una media de 1.570 hombres caídos al día, entre muertos y heridos, de acuerdo con cifras proporcionadas por el Estado Mayor de Ucrania.
La escena es aterradora, e incluso logra estremecer, por sus dimensiones, a uno de los conductores de las ambulancias que deberán transportar los cuerpos, en teoría habituados a gestionar los cadáveres de fallecidos en la denominada Operación Militar Especial, ese eufemismo con el que la Rusia oficial denomina a la guerra de Ucrania. «Esto es una pesadilla; llegó un contingente muy grande, nunca había sucedido esto antes», se puede escuchar de una voz anónima. En otro plano, tomado ya en el interior de un hangar, entre cajas de madera apiladas y hasta cadáveres yaciendo a la vista de todos sobre las camillas, un individuo busca, sin éxito, a un tal Kortnikov. Abrumado por la dantesca escena, tiene que salir a la calle, no sin antes proferir maldiciones hacia quienes lanzaron esta guerra. «Jodidamente jodido. Fu, fu, fu. Malditos guerreros».
Estas imágenes, obtenidas y verificadas por EL PERIÓDICO, son la confirmación visual del aterrador precio que han pagado las tropas rusas en el último semestre del pasado año para conseguir registrar, en los partes militares diarios, unos pírricos avances territoriales que se han ido ralentizando con el paso de las semanas y que en los últimos días hasta podrían haberse revertido. Octubre, noviembre y diciembre de 2024 han sido particularmente calamitosos en términos de bajas para las fuerzas del Kremlin, tal y como constata Volodímir Dacenko, exanalista militar de Forbes Ucrania, acumulando, según sus datos, alrededor de 40.000 bajas, entre muertos y heridos. Dicho experto ha realizado un cálculo de la cifra de soldados caídos por cada kilómetro cuadrado arrebatado al enemigo en las últimas guerras derelevancia –en Ucrania es de 10,5– y ha llegado a la conclusión de que únicamente el conflicto entre las dos Coreas en los años 50, con 11,5 caídos por kilómetro cuadrado, ha resultado superior.
La elevada mortandad entre las tropas rusas está generando incluso agrias polémicas en el interior del país euroasiático, sometido a una potente censura en todo lo que se refiere a las cifras de bajas militares. Recientemente, internautas calificaron de «vergüenza» las picadoras de carne regaladas a madres de soldados fallecidos en la región de Murmansk, en el norte del país, habida cuenta de que el nombre del electrodoméstico en cuestión es la fórmula coloquial que existe en Rusia para denominar las oleadas de soldados que pretenden desbordar las líneas de defensas ucranianas a base de superioridad numérica: «picadora de carne».
Atacar, atacar y atacar
A juzgar por las imágenes que llegan del frente, las órdenes emitidas por los mandos militares rusos consisten en atacar, atacar y atacar. Mantener la presión, no importa el precio a pagar, no importa el estado de las tropas sobre el terreno, entroncando con las ideas del filósofo ultraderechista Aleksándr Duguin, quien considera a la infantería como material prescindible, habida cuenta de su escaso valor específico en la contienda global y de la superioridad demográfica de la que dispone Rusia con respecto a Ucrania y a sus rivales más inmediatos en Europa.
Y esta línea de pensamiento, despreciativa del valor de la vida humana, queda expuesta con toda su crudeza en el vídeo realizado en el verano de 2024 en Vovchansk, una pequeña localidad al norte de la ciudad de Jarkov, donde las tropas rusas mantienen el control de una reducida franja de territorio ucraniano desde mayo de 2024. Con dificultades para hablar y tremendas heridas en el rostro, Yevgueni Baletov se presenta junto con su hermano Igor como soldado del Regimiento 1009.
Recuerda cómo el día anterior lanzaron un ataque contra una posición que acabó en derrota, y se queja de que su comandante les hubiera obligado, en este estado calamitoso, a empuñar de nuevo las armas y a participar en una nueva ofensiva. «El comandante dice que mañana debemos volver a asaltar el edificio. ¿En qué estado vamos a atacar si nos duele todo?», se pregunta. Dirigiéndose a la fiscalía militar e incluso al presidente Vladímir Putin, les piden que intervengan, porque «enviarnos así a la batalla es simplemente enviarnos a la muerte».
En algunas ocasiones, estos ataques suicida acaban por provocar una rebelión entre los alistados, que se niegan a cumplir órdenes. La reacción puede ser impredecible, aunque en el caso de varios miembros de la 155ª Brigada de Infantería que decidieron abandonar sus posiciones, se saldó con un terrible castigo. En medio de tacos, insultos y palabrotas como ‘vliat’, ‘najui’ (mierda) o ‘sobaka’ (perro) y algún que otro tortazo, el comandante envía al grupo humano rebelde, compuesto por cuatro jóvenes completamente desnudos, a una fosa para que «copulen los unos con los otros». De acuerdo con informaciones de medios opositores, a los familiares de los soldados se les exigía la suma de 500.000 rublos (unos 5.000 euros) para liberarlos. Las imágenes, de acuerdo con las mismas fuentes, fueron obtenidas en el otoño de 2023.
La enorme mortandad que registran las tropas rusas ha sido inmortalizada en un vídeo realizado por un militar que servía en los alrededores del poblado de Torskoye, en la región de Donetsk. El soldado, cuya identidad mantendremos en secreto, consiguió filmar decenas de cuerpos sin vida, algunos de ellos carbonizados, otros con miembros amputados o terriblemente desfigurados, todos ellos en avanzado estado de descomposición. Es la prueba visual de que, en muchos casos, los mandos militares ordenan que no se recojan los cuerpos de los soldados muertos para evitar problemas a las autoridades, aseguran fuentes de la oposición rusa. «El Gobierno debe pagar una compensación de 50.000 euros a los familiares; si no hay cadáver, el soldado está oficialmente desaparecido, y el Gobierno no tiene que pagar», sostienen estas fuentes.
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