Las demandas maximalistas de Putin para acabar con la guerra en Ucrania

“Hay una muy buena oportunidad para que esta guerra horrible y sangrienta se acabe”. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha vuelto a expresar este viernes su optimismo sobre el proceso diplomático que lidera su Administración para encontrar una solución al conflicto en Ucrania tres años después del inicio de la invasión rusa. “Ayer tuvimos conversaciones muy buenas y productivas con el presidente Vladímir Putin”, añadió en un mensaje en su red social. Su propuesta para un alto el fuego inicial de 30 días está ahora en el tejado del Kremlin, que no tiene ninguna prisa por aceptarla, pero tampoco quiere dilapidar la luna de miel que le ha brindado el magnate. Es lo que se desprende de las primeras reacciones de Putin, que el jueves expresó su predisposición a aceptar la tregua siempre que se cumplan ciertas condiciones.
Sería un primer paso alentador, pero lo más difícil vendrá después. Las posiciones de rusos y ucranianos siguen a años luz. El Kremlin mantiene una larga lista de demandas maximalistas para dar por terminada la contienda. Quiere que se reconozca la nueva “realidad sobre el terreno” impuesta a cañonazos por sus tropas y que se aborden “las raíces del conflicto” para lograr “una paz a largo plazo”. Unas ‘raíces’ que a ojos de Moscú son las supuestas promesas rotas de la OTAN para no expandirse hacia el este y la supuesta discriminación en la Ucrania prebélica de los rusos étnicos, la lengua rusa, su cultura y los rusoparlantes. Un recuento que omite un motivo fundamental: Putin, como el nacionalismo ruso, considera que rusos y ucranianos son “un mismo pueblo”, solo separado por los accidentes de la historia, y Ucrania, «una invención artificial». Pero, ¿cuáles son las demandas que Putin han esgrimido para acabar con la guerra?
En un larguísimo discurso en junio de 2024, el autócrata ruso dejó clarísimo que para que callen las armas Ucrania debería retirarse de las cuatro regiones ocupadas por tropas desde el inicio de esta última contienda. Donetsk y Luhansk, en el este, y Zaporiyia y Jersón en el sur. No solo de las zonas que controlan actualmente sus tropas, sino “de todo el territorio” de las cuatro regiones. Paralelamente, exige a Ucrania que reconozca su anexión, formalizada unilateralmente en octubre de 2022 tras unos referendos celebrados a punta de pistola. Esas demandas se extienden también a la península de Crimea, que corrió la misma suerte en 2014. La suma de esos territorios representa casi el 20% de la superficie terrestre de Ucrania y contiene además una porción sustancial de sus recursos minerales.
“Crimea, Sebastopol, Jersón, Zaporiyia, Donetsk, Luhansk son regiones de Rusia. Está escrito en nuestra constitución. Es un hecho”, repitió este jueves el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Ese mismo día, Trump explicó que en las conversaciones con Ucrania se ha discutido qué “porciones de territorio se quedará y cuáles perderá”. Kiev insiste, sin embargo, en que no reconocerá las conquistas rusas en un eventual acuerdo de paz.
Tras el fracaso de sus planes para destruir la independencia de Ucrania y apoderarse de todo su territorio, el Kremlin quiere como mínimo que vuelva a quedar bajo su esfera de influencia. En ese sentido, Putin exige que renuncie formalmente a incorporarse a la OTAN, una postura que apoya aparentemente la Administración Trump. Pero también que “adopte un estatus neutral de país no alineado, sin armas nucleares, desmilitarizado y desnazificado”, dijo en aquel mismo discurso de 2024. Rusia tampoco aceptaría bases extranjeras en Ucrania ni que lleven a cabo ejercicios militares en su territorio, según añadió entonces.
Putin lleva años presentando sin ningún fundamento al Gobierno de Volodímir Zelenski como un supuesto nido de nazis, de lo que se deduce que exigirá también un nuevo liderazgo en Kiev. Sin utilizar esos términos, Trump ha comprado la narrativa rusa y hace dos semanas llamó “dictador sin elecciones” a Zelenski.
Uno de los grandes desafíos si llegara a alcanzarse un alto el fuego, pasa por saber quién se encargará de preservarlo. Países como Francia y Reino Unido se ha ofrecido a enviar “tropas de paz” a Ucrania, una posibilidad que el Kremlin ha vuelto a rechazar tajantemente esta semana. “¿Por qué deberíamos permitir una fuerza de paz compuesta por países que nos han declarado su enemigo?”, dijo esta semana el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov. Putin quiere además que la eventual frontera entre los dos países esté separada por “una zona de seguridad”.
Entre los motivos que Putin ha esgrimido para justificar su agresión militar en Ucrania, está la supuesta opresión de la población rusoparlante, una lengua casi tan hablada como el ucraniano antes de la invasión. En 2019 el Parlamento ucraniano aprobó una ley que hizo del ucraniano la única lengua oficial del Estado, obligatoria en muchos ámbitos de la vida pública, lo que despertó la controversia dentro y fuera del país, al ser considerada por algunos como demasiado restrictiva y discriminatoria hacia las lenguas minoritarias. Pero de ahí al “genocidio” que, según Putin, ha sido sometida la población rusoparlante media un buen trecho. Como parte de un acuerdo de paz, Putin ha reiterado que “los derechos, libertades e intereses de los ucranianos de habla rusa deben ser plenamente protegidos”.
Paralelamente, el Kremlin quiere ver un levantamiento de las sanciones occidentales que han debilitado su economía. Una medida que la Casa Blanca ha empezado a evaluar. Está particularmente interesado en las que afectan al sistema de pagos trasnacionales y las exportaciones de gas y petróleo, su principal fuente de ingresos. En las conversaciones con EEUU celebradas en Estambul a finales de febrero, la delegación rusa abogó por reanudar los vuelos directos entre Rusia y EEUU, suspendidos desde hace años por las sanciones.
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