Cuidado con los demagogos que declaran guerras comerciales contra nuestros aliados

Ronald Reagan es el máximo referente del Partido Republicano. O lo era hasta la llegada de Donald Trump. El actor que se convirtió en presidente de Estados Unidos entre 1981 y 1989 desarrolló un andamiaje ideológico sobre el que se basaron las siguientes generaciones de líderes republicanos. Reagan no solo consiguió vencer al comunismo y la disolución de la URSS, sino que creó un paradigma económico propio, las Reaganomics. Criticado por los demócratas como capitalismo salvaje y ensalzado por los conservadores, era una combinación de libertad empresarial, bajada de impuestos y gasto y reducción del peso del Estado (salvo en cuestiones de Defensa). Pero, sobre todo, era libre comercio con el resto del mundo.
En 1988 Reagan dio un discurso radiofónico ensalzando ese modelo que hoy, en el 2025, parece un mensaje dirigido desde el pasado al presidente Donald Trump, y su recién estrenada guerra arancelaria global. En los últimos días, y tras varios pasos adelante y atrás, Trump ha impuesto finalmente aranceles del 25% al acero y al aluminio de la Unión Europea y Canadá, que han respondido con recargos a productos estadounidenses por valor de más de 50.000 millones de dólares; del 10% a todos los productos de China, que ha lanzado recargos en represalia de entre el 10% y el 15% a determinadas importaciones del país americano; y del 25% también al acero y aluminio de México, que aún prepara su respuesta.
Decía Reagan en aquella alocución: “Nuestros socios comerciales pacíficos no son nuestros enemigos; son nuestros aliados. Debemos tener cuidado con los demagogos que están dispuestos a declarar una guerra comercial contra nuestros amigos, debilitando nuestra economía, nuestra seguridad nacional y a todo el mundo libre, todo mientras ondean cínicamente la bandera estadounidense. La expansión de la economía internacional no es una invasión extranjera; es un triunfo estadounidense, un triunfo que nos costó mucho conseguir, y algo fundamental para nuestra visión de un mundo pacífico, próspero y libre […] «Uno de los factores clave de la gran prosperidad de nuestra nación es la política de libre comercio que permite al pueblo estadounidense intercambiar libremente bienes y servicios con personas libres de todo el mundo».
Reagan se hacía eco de que, en 1776, los Padres Fundadores de Estados Unidos firmaron la Declaración de Independencia acusando a los británicos de varias ofensas; entre ellas, “cortar nuestro comercio con todo el mundo”. Recordaba el presidente también al economista liberal por excelencia, Adam Smith, y su libro titulado “La riqueza de las naciones”, en la que exponía “la insensatez del proteccionismo”. “Durante los últimos 200 años, el argumento contra los aranceles y las barreras comerciales no solo ha obtenido un consenso casi universal entre los economistas, sino que también ha demostrado su eficacia en el mundo real, donde hemos visto prosperar a las naciones que promueven el libre comercio mientras que los países proteccionistas se quedan atrás”, decía.
Los aranceles y la Gran Depresión
En 1930, el Congreso aprobó el arancel Smoot-Hawley para proteger a Estados Unidos de la competencia extranjera y salvar empleos en el país. El resultado real fue la Gran Depresión, la peor catástrofe económica de la historia del país. Uno de cada cuatro estadounidenses se quedó sin trabajo. Dos años después, Franklin Delano Roosevelt pidió la derogación del arancel.
El cambio con Trump es de modelo, y muy profundo. El liberalismo económico que solían propugnar los republicanos ha sido sustituido por una nueva ideología, el “trumpismo”, y su movimiento asociado, el MAGA, Hacer de nuevo grande a Estados Unidos.
“Las élites económicas creían que el Partido Republicano seguía existiendo, que Reagan seguía existiendo. Pero ya no son ese partido de Reagan; ahora defienden los aranceles porque están atrapados por las obsesiones absurdas como la de los déficit comerciales”, dice en conversación con este diario Roger Senserrich, politólogo residente en Estados Unidos y autor de ‘¿Por qué se rompió Estados Unidos? Populismo y polarización en la era Trump’. “Los republicanos institucionales han sido reemplazados por esta visión de nacionalismo mercantilista que es la política económica de Trump. Hay republicanos librecambistas en privado pero que no se atreven a serlo en público”.
«El comercio no es una guerra»
Seguía Reagan en su discurso: “Con demasiada frecuencia hablamos de comercio usando el vocabulario de la guerra. En la guerra, para que un bando gane, el otro debe perder. Pero el comercio no es una guerra. El comercio es una alianza económica que beneficia a ambos países. No hay perdedores, solo ganadores. Y el comercio contribuye a fortalecer el mundo libre. La expansión de la economía internacional no es una invasión extranjera; es un triunfo estadounidense, un triunfo que nos costó mucho conseguir, y algo fundamental para nuestra visión de un mundo pacífico, próspero y libre”.
Trump no está de acuerdo. Ganó las elecciones gracias a una amalgama de votantes que incluía a los trabajadores que habían perdido sus empleos bien pagados en las fábricas por culpa de la deslocalización de empresas hacia países más baratos, de México a China. En su primer mandato ya impuso aranceles para forzar la fabricación en Estados Unidos, pero de mucha menor entidad. La economía no se resintió demasiado. Joe Biden mantuvo algunos de ellos, y lanzó políticas proteccionistas como el IRA, un plan de subvenciones que primaba a las empresas estadounidenses para la producción de tecnologías verdes. Pero Biden era del Partido Demócrata, y en eso solo seguía la tradición ideológica de su partido. Funcionó bien: Trump heredó una economía en buen estado, tras problemas severos de inflación.
Pero en este segundo mandato, Trump parece querer hacerlo todo más a lo grande. La guerra comercial que ha lanzado tiene pocos precedentes. Y los mercados se lo están haciendo pagar: las bolsas han caído más de un 10% por la nueva escalada arancelaria cuyo fin no parece estar cerca. Washington amenaza ahora con aranceles del 200% al champán y vino europeos.
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