Luisa González, la campesina que se graduó de abogada y cree que ha llegado su hora de ser presidenta

«Revivir Ecuador». La consigna que enarbola Luisa González adquiere especial resonancia en un Ecuador que tiene la tasa de homicidios más alta de Latinoamérica. A los 47 años, esta abogada que ha criado a sus dos hijos casi en soledad y que es una firme creyente, espera que la noche del domingo le devuelva con la fuerza de un milagro político su promesa de campaña electoral. El «volver a vivir» en un país sembrado de muerte por la violencia urbana no debe mirarse necesariamente en el pasado. Aunque reivindica la figura del expresidente Rafael Correa, en el exilio desde 2017, estima que su posible llegada al Palacio Carondelet sintonizará con otras necesidades y expectativas. Y sería una mujer, la primera en la historia ecuatoriana, la encargada de liderar el proceso de cambio. González se prepara para «gritar presidenta con ‘a’«.
Nació en Quito, pero su familia se radicó cuando era niña en la provincia costera de Manabí, una de las más azotadas por las acciones de las bandas de narcotraficantes. Suele considerarse una genuina «manabita», educada en los rigores del campo y la costumbre de despejar la maleza a golpe de machete. Prefiere el «currincho», un licor de caña tradicional, a cualquier otra bebida alcohólica o espirituosa. El sabor de la juventud en la boca es una marca identidad regional que suele reivindicar frente a una historia de la abundancia económica de su rival, Daniel Noboa. La primera vuelta de las elecciones presidenciales les separó por 16.746 votos, favorables al hijo del gran magnate bananero. Pero el abismo social entre ellos es mayor.
El correísmo reivindicó en 2006 su pertenencia al difuso «socialismo del siglo XXI». Sus banderas aceptaron, en el caso de Correa, un apego a las posturas de la Iglesia Católica en cuestiones relacionadas con el aborto. La religiosidad del exmandatario debió impresionar a González al punto de abandonar la militancia en el conservador Partido Social Cristiano y sumarse al proyecto que había emergido como una «revolución ciudadana». González se formó bajo la impronta de Correa y, bajo su Gobierno, ocupó puestos de segunda y tercera línea en el Estado.
Conocida por su fuerte temperamento, el gusto por la cocina y la desinhibición en la pista de baile, González es, ante todo, una profesional. Posee dos maestrías en Alta Gerencia por el Instituto de Altos Estudios Nacionales, y en Economía Internacional por la Universidad Complutense de Madrid. El saber técnico no está reñido con el espiritual. La Biblia es una lectura recurrente. El fervor ha encontrado su inscripción en el cuerpo. Una rosa recorre su espalda. El tallo es rebosante, como la vida que decidió consagrar a la fe. A su lado, un versículo del Antiguo Testamento, Isaías 41: 10-13: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios».
Progresista y conservadora
Aunque la prefieren ante el derechista Noboa, los colectivos feministas no confían demasiado en González. La candidata ha querido subrayar que su devoción no le nubla la vista. En la campaña no solo ha abogado por un Estado laico sino por los derechos de las mujeres, aunque sin mencionar los aspectos en los que su opinión es inmodificable. Ha suscrito junto con Noboa el «Compromiso público por la niñez y la vida» que promueve la agrupación Sociedad y Familia, contrario a la interrupción voluntaria del embarazo.
González no difiere sustancialmente de su contrincante en lo que respecta al papel que deben desempeñar las Fuerzas Armadas y la necesidad de sanciones ejemplares contra los que cometen crímenes. Sin embargo, subraya que sin políticas sociales y respeto a los derechos humanos, la lucha contra las bandas está perdida de antemano. También defiende una participación activa del Estado para abandonar la dependencia del petróleo y a la vez solucionar los serios problemas energéticos.
Pragmatismo y necesidad
El apego a los textos sagrados no limita tampoco su pragmatismo político. González, quien fue derrotada por Noboa en 2023, quiere ganar esta vez. Y para lograr la victoria intenta ser el difícil punto de equilibrio entre distintas fuerzas que quieren un cambio. Lleva como vicepresidente a Diego Borja, quien se desempeñó como ministro de Economía y Finanzas en 2006, cuando se inició el correísmo. Pero ella ha logrado lo que fue imposible para Correa: el respaldo en el segundo turno del Movimiento Pachakutik, brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie). Los pueblos originarios se llevaron muy mal con el exgobernante, a quien tacharon de extractivista. La candidata no quiere ladearse demasiado hacia la izquierda y, a modo de contrapeso, prometió que, de ser proclamada ganadora este domingo, convocará nada menos que a Jan Topic, un empresario del sector de la seguridad y con experiencia en la Legión Extranjera, para que maneje el ministerio de Interior. «Este pueblo ya perdió el miedo. Se levanta y exige sus derechos de pie», ha insistido durante la campaña. En la calle dice percibir que ha llegado su hora.
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