cómo el Papa Francisco disparó la influencia de la Iglesia Católica en el debate sobre la inteligencia artificial

El papa Francisco sobando a Madonna, posando con un abrigo blanco de diseño o reencontrándose en el cielo con Jesús, la Reina Isabel o Kobe Bryant. Para muchos, Google incluido, la relación entre El Vaticano y la inteligencia artificial (IA) se limita a contenidos falsos que se han viralizado como memes. Sin embargo, y aunque pueda parecer un oxímoron, la relación entre la Iglesia Católica y la modernidad tecnológica es mucho más estrecha de lo que se podría presuponer.
A lo largo de la última década, el liderazgo humanístico de Jorge Bergoglio ha logrado convertir al Vaticano, una de las instituciones más inmovilistas del planeta, en una voz con protagonismo creciente en el debate sobre la ética de la IA. Desde 2013, la Santa Sede ha usado su influencia mundial —que va más allá de los fieles católicos— para predicar a favor de una «regulación cuidadosa» de esta tecnología marcada por una «evaluación moral» que acelere sus «enormes oportunidades» y limite sus «profundos riesgos».
En enero, un largo informe firmado por miembros de curia romana —el Gobierno del Vaticano— y apoyado por el Papa, advertía que en la IA, como en todo ámbito que requiere decisiones humanas, también «se cierne la sombra del mal». El documento alertaba que la desinformación generada artificialmente «puede socavar gradualmente los cimientos de la sociedad» y que la interacción con chatbots como ChatGPT podía llevar a una «nociva sensación de aislamiento» y a normalizar un «trato transaccional de las relaciones humanas».
El Vaticano contra Silicon Valley
Francisco se reunió con magnates tecnológicos como Mark Zuckerberg (Meta), Brad Smith (Microsoft) o Eric Schmidt (Alphabet), pero eso no le impidió denunciar reiteradamente el ‘tecnosolucionismo’, un «paradigma tecnocrático» propugnado desde Silicon Valley que defiende que todos los problemas del mundo pueden resolverse solo con tecnología.
El Papa remarcó en varias ocasiones que la IA no debe convertirse en una herramienta de explotación capitalista que reduzca a los trabajadores a «meros engranajes de una máquina», despojándolos así de su dignidad. «Los avances tecnológicos que no mejoran la vida de todos, sino que crean o agravan las desigualdades y los conflictos, no pueden calificarse de verdadero progreso», denunció en su mensaje del 1 de enero de 2024.
En el documento publicado a principios de este año, El Vaticano advertía de «la concentración del poder sobre las principales aplicaciones de la IA en manos de unas pocas empresas poderosas», gigantes como Google, Microsoft o Meta que están siendo investigados en varios países por abusar de su monopolio. Ya en 2019, el Pontífice argentino avisaba que «en el mundo digital operan enormes intereses económicos, capaces de ejercer formas de control tan sutiles como invasivas, creando mecanismos de manipulación de las conciencias y del proceso democrático».
IA para la diplomacia
Aunque el Papa Benedicto XVI ya advirtió en 2007 sobre el impacto de la IA en el bien común, fue Francisco quién dirigió el creciente interés de la Santa Sede por una serie de tecnologías de vanguardia cada vez más presentes en nuestras vidas, insistiendo en una aplicación positiva. Mucho antes de su explosión comercial en 2022, la Iglesia Católica usó la IA para leer y digitalizar manuscritos latinos antiguos, organizó hackatones para premiar la creación de programas de software con impacto social e impulsó varios debates sobre el aprendizaje profundo de las máquinas (deep learning, por sus siglas en inglés) o la analítica de datos.
El Papa denunció los vicios de Silicon Valley, pero también tejió alianzas con los pesos pesados de la industria para ampliar su influencia. El año pasado se nombró a Demis Hassabis, cofundador de Google Deepmind, Premio Nobel en Química y uno de los mayores expertos mundiales en IA, como miembro de la academia científica del Vaticano, fundada en 1603. También en 2024, El Vaticano se alió con Microsoft para crear una réplica digital de la histórica e icónica Basílica de San Pedro.
Lejos de los focos, Francisco también usó la IA como herramienta diplomática para influenciar la acción regulatoria de varios países, entre ellos los de la Unión Europea. Ya en 2016, miembros de la curia empezaron a hacerse un hueco en festivales tecnológicos y culturales de primer orden como el Web Summit o el South by Southwest. En 2019, el Pontífice nombró al teólogo franciscano y experto en ética tecnológica, Paolo Benanti, como consultor del Consejo para la Cultura. Un año después, el asesor del Papa impulsó un manifiesto en defensa de una innovación digital «responsable» —firmado por la Iglesia, Italia, Microsoft e IBM— que sirvió de base para el código de conducta de IA creado en 2023 por el G7.
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