La natalidad de Japón cae sin freno a pesar de los esfuerzos del Gobierno y pone en jaque el futuro del país
Espera Japón los datos anuales de natalidad como un rutinario encadenamiento de récords negativos con escaso margen para la sorpresa. Han sorprendido los últimos: el nuevo mínimo histórico de 686.061 nacimientos no se esperaba hasta 2040. La crisis desborda los pronósticos más pesimistas y certifica una caída libre que desatiende cualquier esfuerzo gubernamental por ralentizarla.
Esa cifra, la más baja desde las primera estadísticas de 1899, supone una reducción anual de casi el 6%. También la fertilidad, la media de niños por mujer, cae desde el 1,20 hasta el 1,15, a un océano de distancia del 2,1 que contemplan los demógrafos en una sociedad estable. Tokyo ya suma dos años por debajo de uno. El noveno año consecutivo que natalidad y fertilidad bajan coincide con un aumento de la mortalidad de casi dos puntos porcentuales. Son 1,6 millones de muertes que, descontados los nacimientos, marcan una reducción neta de 900.000 habitantes. Encoge la población japonesa a un ritmo frenético. Sus 124 millones serán 87 millones en medio siglo si sigue la tendencia actual y el 40 % serán mayores de 65 años.
El anterior primer ministro Fumio Kishida alertó de que ese drama ponía en peligro el funcionamiento social y aprobó una batería de medidas aludiendo a un momento de «ahora o nunca» que su relevo, Shigeru Ishiba, ha acentuado. Pretende Japón destinar a las ayudas familiares el mismo 3,4% del PIB nacional que Suecia. En los últimos años se ha esforzado en aliviar las cargas con subsidios, escolarizaciones gratuitas, compensaciones igualitarias e íntegras para los dos cónyuges en las bajas de maternidad y mejoras laborales para el personal de guarderías. Incluso los gobiernos locales han creado aplicaciones de teléfono y organizado eventos para que se conozcan los solteros.
Más matrimonios
En ese secarral vislumbra brotes verdes el Gobierno. El pasado año se registraron 10.000 matrimonios más que el anterior, muy ligados a la natalidad en sociedades tan tradicionales como la japonesa. Pero sus efectos, en caso de que los haya, tardarán en llegar. Los crecientes costes de vida, la incertidumbre laboral y la discriminación de la mujer en la estructura corporativa japonesa siguen embridando la natalidad.
Japón teme tensiones irresolubles en la caja de pensiones. El número de contribuyentes se ha reducido en tres millones mientras los beneficiarios han aumentado un 40% en dos décadas. Un país con una deuda pública elefantiásica destinará este ejercicio un tercio de su PIB, unos 343.000 millones de dólares, a las coberturas sociales. También faltará gente para la defensa del país, especialmente preocupante con la amenaza norcoreana y los pleitos territoriales con China, y en el mercado laboral. Disfruta Japón de un paro ridículo porque ya escasea mano de obra y las ofertas de trabajo superan a los solicitantes en las 47 prefecturas. En apenas un lustro sufrirá un déficit de 6,3 millones de empleados, según los expertos demográficos.
China, Taiwán, Corea del Sur, Japón… El Extremo Oriente sirve de probeta para Occidente en el proceso de envejecimiento. Sus sociedades homogéneas, además, no cuentan con la inmigración que lo mitiga en Estados Unidos o Europa. Pero el diagnóstico, ya detectado por los demógrafos, es el mismo: no hay receta contra una sociedad que ya ha decidido no tener hijos. Urge, al menos, esforzarse. El mismo día en que Japón publicaba sus datos de natalidad se sabía que Sichuan, la segunda provincia china más poblada, alargaba el permiso laboral por matrimonio hasta los 25 días y la baja por maternidad hasta los 150. Y Vietnam jubilaba la ley que permitía un máximo de dos hijos, aprobada más de medio siglo atrás en el norte comunista y extendida al resto tras la reunificación. Muchos gobiernos asiáticos suspirarían por su fertilidad de 1,9 hijos por mujer. Para un país en vías de desarrollo es una urgente llamada de alerta para evitar la deriva de la vecina y también comunista China, que le quitó las bridas a su población cuando ya era tarde.
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