El espejo fiscal roto de EEUU
El magnate Elon Musk (i) durante una aparición ante la prensa en la Casa Blanca con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump (D) / Europa Press/Contacto/Francis Chung – Pool via CNP
Tras la crisis del covid, la concepción negativa de que un país tenga déficit o deuda creciente debe ser relativizada. Con la pandemia, una situación de parón económico drástico fue subsanada tras la intervención exitosa de medidas de gasto público y apoyo de la Administración a la actividad privada. Pese a esta constatación empírica, todavía quedan iletrados como el magnate estadounidense Elon Musk que cultivan y difunden la absurda analogía entre las cuentas públicas y las de las empresas o familias. Aquello de que las deudas abultadas llevan a la bancarrota. Lo cierto es que en el caso de los países con soberanía monetaria eso no se produce.
El superávit que empobrece
Hasta el impredecible presidente de EEUU, Donald Trump, ya es consciente de que el objetivo de reducir el gasto público es bobería para la galería más que estrategia de peso para reactivar la economía estadounidense. Pese a ello, tanto Trump como Musk están empeñados en fracturar lo que algunos economistas bautizan como el espejo fiscal y llevar el ascua (los recursos) a su entrepierna y dejar en cueros a las mayorías. Ese espejo fiscal es el que tiene en uno de sus lados al Estado y al otro los ciudadanos, en una teórica balanza financiera. El reflejo exacto de las cuentas a uno y otro lado mostraría una sociedad estancada o estable según el interpretador. Una situación de superávit público restaría nivel de vida y riqueza a la población, mientras que el déficit supone una transferencia de recursos a las economías de familias y empresas (con ayudas, mejoras sociales o de infraestructuras, por ejemplo).
El gasto que genera progreso
Pese a que para algunos el espejo fiscal sigue siendo poco intuitivo, existe consenso en que si la balanza entre ingresos y gastos del Estado registra más gasto, el déficit resultante y la deuda son más positivos que negativos para el progreso económico. Al menos en una situación de soberanía monetaria.
La marca negativa del déficit
Pese a ello, medios de comunicación y redes sociales siguen habitualmente con la matraca de considerar el déficit como un elemento negativo de las cuentas públicas. Tanto el gasto público (mejor que sea bien dirigido, claro) y el déficit no desbocado son signo de una sociedad sana y en progreso. Y la deuda pública no conlleva quiebra para un Estado con moneda propia. En el caso de EEUU, con el dólar por bandera, que es principal divisa de reserva internacional, la posibilidad de quiebra es nula, ya que EEUU siempre puede pagar su deuda por la potestad de emitir nueva deuda o generar dinero, físico o en apunte contable.
El ahorro que empobrece
Los ingresos del Estado se constituyen básicamente por impuestos. El gasto público y el déficit que puede suponer el desequilibrio entre ingresos y gastos son una transferencia de riqueza directa o indirecta al mercado, es decir, a las empresas y particulares. Así, cualquier intento de recortar ese gasto público (en forma de salarios del sector público o servicios, por ejemplo) no es en realidad más que empobrecimiento para los ciudadanos en su conjunto y no un ahorro benefactor. Si se recorta el gasto y en paralelo se reducen los ingresos en impuestos (especialmente a empresas y particulares adinerados), el efecto es también el empobrecimiento global del país. Y esa es la propuesta de Trump. Enriquecer a los que tienen una situación económica saneada para animar su iniciativa inversora.
El buen gasto público
Un signo de buena salud de la Administración es que existan recursos suficientes para gastar y formas adecuadas para canalizar ese gasto. Recuerdo un amigo alcalde de una población mediana cuya obsesión reiterada era buscar ideas para gastar de manera eficiente los recursos. Era plenamente consciente de que si su municipio alcanzaba superávit, eso era muestra de mal gobierno. Invertir en infraestructuras es una de esas formas de canalizar los recursos públicos en bien de las mayorías.
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