El autor del «asesinato político» en Minnesota llegó a ir a las casas de dos demócratas más
La mayor operación de búsqueda y captura de la historia de Minnesota acabó el domingo por la noche con la detención de Vance Boelter, el hombre de 57 años que en la madrugada del sábado mató a una congresista demócrata y a su marido e hirió a otro senador demócrata y su esposa.
El arresto tras casi 48 horas de intensa operación policial, y la imputación de Boelter, que va a enfrentar junto a cargos estatales seis cargos federales que en caso de condena podrían conllevar la pena de muerte, han dado un respiro de alivio en el estado, sacudido por un acto que las autoridades desde el primer momento han determinado como «violencia política«.
Con cada momento que pasa hay una conciencia de que la tragedia pudo ser mucho mayor y en un documento judicial elaborado por el FBI se ratifica que Boelter se «embarcó en una campaña planificada de acoso y violencia diseñada para infligir miedo, herir y matar a miembros de la legislatura estatal de Minnesota y sus familias».
El caso, no obstante, también ha expuesto la problemática creciente de EEUU, donde los incidentes de violencia política son cada vez más frecuentes; en lugar de provocar como hacían antes horror y denuncia generalizada, han caído en las garras de la peligrosa polarización y se rodean de desinformación y teorías conspirativas vinculadas al partidismo. En este caso, en el que el sospechoso había puesto en su diana a políticos demócratas y a proveedores de aborto, es la derecha y la extrema derecha la que las propaga.
Detalles sobre los planes del asesino
Este lunes, en la rueda de prensa anunciando los cargos federales, el fiscal interino en el estado del Departamento de Justicia, Joseph Thompson, ha dado nuevos detalles escalofriantes sobre los planes y acciones de Boelter, que ha tildado de «material de pesadillas«.
El sospechoso se preparó concienzudamente, buscando información en internet y por otros medios sobre sus objetivos y sus familias. Pasó meses vigilando, espiando y «acechando a sus víctimas como si fueran presas».
Imágenes policiales dentro del vehículo del presunto asesino del congresista demócrata de Minnesota. / GEORGE WALKER IV / AP
Aunque no preparó un manifiesto entendido como tal, según ha explicado Thompson matizando las declaraciones policiales del primer día, sí se han localizado «cientos de páginas de documentos» y anotaciones en cuadernos. Y su lista de potenciales objetivos incluía al menos 45 nombres, incluyendo cargos electos y sus familias.
Thompson, nombrado por Trump, ha asegurado que es «demasiado especulativo» apuntar a qué motivó al sospechoso «en términos de ideología». Todos sus objetivos, no obstante, eran demócratas y también había puesto en su diana a clínicas de Planned Parenthood, que practican abortos.
Vestido de policía
La tragedia pudo ser, según se ha confirmado este lunes, mucho mayor. Boelter acudió primero a casa del senador John Hoffman, en un suburbio de Mineápolis. Allí tocó a la puerta y se identificó como policía. Iba vestido como si fuera uno y llevaba un chaleco antibalas, una linterna, una placa y un arma. Había llegado además en un coche tuneado para aparentar ser un vehículo policial.
Boelter llevaba también una máscara hiperrealista de látex. Cuando intentó entrar en la casa el senador identificó su engaño, le dijo que no era policía e intentó impedirle la entrada. Es cuando el sospechoso empezó a dispararles a él y a su esposa. Los dos recibieron varios disparos pero han sobrevivido.
Una vez que la policía respondió a la llamada de alerta sobre ese ataque de una hija de los Hoffman algunos agentes pensaron en otros políticos que residen en el área y se puso en marcha una llamada para acercarse a sus hogares e interesarse por su seguridad. Fue algo que acabaría resultando clave, y aunque no pudo evitar la muerte de la congresista Melissa Hortman y su esposo, Mark, sí pudo haber evitado otro asesinato.
Este lunes se ha revelado que justo tras el ataque en casa de los Hoffman Boelter condujo hasta otra residencia de su lista, pero la congresista estatal que vive allí y su familia no estaban en la casa. El sospechoso, entonces, fue a la casa de un tercer político demócrata, pero no actuó allí precisamente por la llegada de un coche patrulla que formaba parte de esa ronda alertada por su primer crimen. Para cuando se sumaron otros coches de policía él se había marchado. Fue a la casa de Hortman, donde se produjeron los dos asesinatos.
El relato de los hechos facilitado este lunes por las autoridades sobre ese último capítulo ha cambiado en detalles importantes respecto al que se ofreció inicialmente el sábado. En esta última versión se ha explicado que Boelter no disparó a la policía cuando llegaron a la casa, como se dijo en un primer momento. Pero entró en la residencia de la antigua presidenta de la Cámara de Representantes estatal, les disparó fatalmente a ella y a su marido y huyó por la parte de atrás.
Inició así la fuga que concluyó con el arresto el domingo por la noche, en un campo, facilitado por pistas que han ido dando ciudadanos y grabaciones de cámaras de seguridad. Fue finalmente localizado en un campo, perseguido por drones, perros y equipos especiales y acabó entregándose sin resistencia.
La legisladora demócrata Melissa Hortman y su esposo, Mark. / Minnesota House HANDOUT/Minnesota Senate HANDOUT / EFE
«No podemos seguir así»
El caso ha expuesto de nuevo momento que vive EEUU, que ha sido calificado de «aterrador» en otra rueda de prensa por Mary Moriarty, la fiscal del condado de Hennepin, donde Boelter enfrentará los cargos estatales. «La violencia política es prevalente. No podemos seguir así».
Pero no solo se sigue así, sino que empeora. El actual presidente, Donald Trump, sufrió en campaña dos atentados frustrados. Y en los últimos meses se han producido en EEUU tres graves incidentes vinculados a a las críticas a las acciones de Israel en Gaza y, también, al antisemitismo: el asesinato de dos trabajadores de la embajada de Israel, el ataque a una manifestación pidiendo la liberación de los rehenes de Hamás y el incendio de la casa del gobernador demócrata de Pensilvania, Josh Shapiro, que es judío.
A la vez, desde la propia Administración se ha endurecido la retórica violenta, con un presidente que habla de «enemigo interno» y tilda actos de disenso como «antiamericanos» o «rebelión«.
A la hora de escribir estas líneas, Trump ni siquiera había llamado al gobernador Tim Walz, el demócrata que fue candidato a vicepresidente de Kamala Harris. Y en medios y cuentas en redes de la derecha y la extrema derecha han proliferado desde el sábado la desinformación y las teorías de la conspiración sobre este caso. Elon Musk, dueño de X, culpó de los asesinatos de la congresista y su esposo a la «extrema izquierda«. Otros han sugerido un complot de Walz para atacar a Hortman, porque había votado contra una propuesta del gobernador de dar asistencia a inmigrantes. Y un senador republicano en Utah, Mike Lee, provocó indignación con varios mensajes en la antigua Twitter. En uno dijo «esto es lo que pasa cuando los marxistas no consiguen lo que quieren» y en otro escribió: «Pesadilla en Walz Street».
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