La justicia de Tailandia suspende a la primera ministra por una llamada telefónica contra el interés nacional
El anterior primer ministro tailandés, Srettha Thavisin, fue fulminado el pasado año por la Corte Constitucional por nombrar de ministro a un condenado por intento de soborno. Las víctimas que no pasaron el escrutinio ético del máximo órgano judicial no son escasas. El también primer ministro Samak Sundarajev fue destituido por presentar un programa televisivo de cocina: resulta que los miembros del Gobierno tienen prohibido trabajar en la empresa privada y al tribunal le parecieron inadmisibles los cientos de euros recibidos para ingredientes. También el partido reformista Avanzar fue liquidado tras arrasar en las elecciones. Es emocionante el celo de la Corte Constitucional, promilitar y ultramonárquica, por librar a su país de cualquier elemento que perturbe a las tradicionales élites económicas y políticas.
El primer ministro de Tailandia, Paetongtran Shinawatra (Archivo) / Peerapon Boonyakiat / Zuma Press / ContactoPhoto
Así que cuando un grupo de 36 senadores conservadores presentó al tribunal una denuncia por violación ética de la primera ministra, Paetongtarn Shinawatra, el resultado se dio por descontado. Los jueces la han aceptado esta mañana y votado suspenderla de sus funciones por 7 a 2 votos. Ahora dispone Paetongtarn de dos semanas para defenderse y su viceprimer ministro, Suriya Jungrungruangkit, la relevará de forma interina.
La presunta violación ética es una llamada telefónica que ha devuelto el país a su espiral caótica. Fue durante los enésimos choques fronterizos entre Tailandia y Camboya. Paetongtarn habló con Hun Sen, presidente del senado jemer, pero mucho más que eso: fue durante décadas el hombre duro de Camboya y es el padre del actual primer ministro. El tono no gustó en Tailandia. La lideresa se refiere cariñosamente a él como «tío», le informa de que está «para lo que necesite» y critica a los mandos de su propio Ejército por excederse. La conversación fue grabada y expuesta en las redes sociales por Hun Sen en flagrante violación del más elemental decoro diplomático.
Simple estrategia negociadora
En las dos últimas semanas no ha dejado Paetongtarn de achicar agua ante lo que muchos perciben como una traición a los intereses nacionales. Ha explicado aquella conversación como una simple estrategia negociadora y negado cualquier alianza con la clase política camboyana. “Quiero dejar claro que mis intenciones eran completamente sinceras, que lo hice por mi país, para proteger su soberanía, salvar las vidas de nuestros soldados y preservar la paz de nuestra nación”, dijo en su última aparición televisada.
Su desesperación es la de una figura ya amortizada. Desde todo el espectro político le han llovido bofetadas y se enfrentará en breve a una cuestión de confianza. Ya ha saltado del barco su principal socio, el partido Bhumjaithai, acercando la frágil coalición de diez formaciones al hundimiento. También desde las calles sufre el acoso. Decenas de miles de personas se han manifestado este fin de semana en Bangkok pidiendo su dimisión. Dispone de dos semanas la Corte Constitucional para decidir si hubo violación ética y elevar la suspensión a destitución. Teniendo en cuenta los precedentes, su supervivencia sería milagrosa.
Está acostumbrado el país en las dos últimas décadas al febril tránsito entre democracia y dictadura. Muchas de las turbulencias ocurren con gobiernos de Thaksin Shinawatra, padre de la lideresa actual y figura tan divisiva como omnipresente en el panorama político tailandés. El millonario populista, de 75 años, ganó las elecciones en 2001 y fue defenestrado por una asonada militar cinco años después. Incluso desde el exilio siguió apadrinando gobiernos de familiares y aliados que siempre obtuvieron el favor de los campesinos y el odio de las élites económicas y políticas. Su regreso, dos años atrás, parecía sentar la paz, pero fue efímera.
Delito de lesa majestad
El martes ha empezado su juicio por un delito de lesa majestad del que se declara inocente. Thaksin acusó al Consejo Privado de la Casa real, el órgano que asesora al monarca, de planear el golpe militar que derrocó a su hermana, Yingluck Shinawatra. Cualquier mención irreverente hacia el Rey o sus aledaños es castigada sin piedad por una ley que acerca a Tailandia a Corea del Norte.
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