MIGRACIÓN EEUU | El albergue de Gustavo, el refugio de migrantes más grande de México: «No es como dice Trump, son gente que trabaja muy duro»
Cuando Gustavo Banda supo que Donald Trump había realmente cerrado la frontera el primer día de su segundo mandato, tomó su camioneta y condujo hasta la mera línea que separa México de EEUU. Allí estaban varias personas que él y su esposa habían acogido en su albergue, el más grande de los que acogen a migrantes en México, que regentan en Tijuana desde hace 15 años. Gustavo tiene grabada la desesperación de aquel 21 de enero de 2025, cuando EEUU canceló de golpe el programa de asilo, dejando a miles de personas sin saber a dónde ir. «Recuerdo a un venezolano y a un cubano que me dijeron: no podemos volver a nuestro país. Les dije: ustedes se vienen conmigo. Y sí, aquí están. Hay muchísimos de ellos aquí. Y no es como dice Donald Trump, son gente que trabaja muy duro», cuenta a EL PERIÓDICO.
El albergue Embajadores de Jesús, en el Cañón del Alacrán, es de los pocos que sigue activo en Tijuana. Su clave: no dependía de fondos del Gobierno de EEUU, a diferencia de otros sostenidos con recursos canalizados por ACNUR o la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), cuya presencia se ha reducido drásticamente en la región. «Tenemos convenios con entidades un poco más sólidas que no dependen de si viene Donald Trump a gobernar«, constata. Su financiación viene principalmente de donaciones de iglesias estadounidenses y pequeñas oenegés, mayoritariamente cristianas. «Gracias a Dios y a la ayuda de nuestros amigos de Estados Unidos, pues seguimos adelante«, afirma.
Gustavo, que planea jubilarse este año tras 32 años como funcionario, espera dedicar más tiempo al albergue ahora que la situación se ha complicado. «Éramos un país de tránsito y ahora muchos se tienen que quedar obligados. Y me dicen, ya no me interesa el sueño americano. Algunos, si les ha ido bien, lo han cambiado por el sueño mexicano».
Vuelta al peor momento humanitario
Con todo, Gustavo insiste en que este no es un momento de migraciones masivas, como a menudo quiere hacer ver el Gobierno de EEUU. El albergue tiene sus orígenes en otra crisis: la de 2010, cuando los efectos de la crisis económica mundial se sumaron al devastador terremoto en Haití que mató a 220.000 personas y desplazó a 1,5 millones. Ese año, unos 22.000 migrantes —muchos haitianos— llegaron a Tijuana. «Yo fundé aquí lo que llamamos ‘la pequeña Haití'», dice Gustavo. Se convirtieron en una auténtica base humanitaria: su esposa ayudaba a los haitianos a hacer las gestiones para asentarse y, con el tiempo, construyeron viviendas y trajeron a sus familias.
Fue el embrión para fundar el albergue. Con 1.200 camas, está hoy a medio gas, con 650 personas. El pico de llegadas fue en el primer mandato de Trump, cuando unos 10.000 migrantes se unieron para hacer juntos el camino desde Centroamérica y evidenciar el drama humanitario. Además, cada día recibían entre 100 y 150 deportados, de la colindante Texas (la frontera de Ciudad Juárez es con El Paso, Texas) pero también de Arizona y Nuevo México. «Los enviaban en avión y los desembarcaban aquí, en el Paso de San Ysidro», recuerda Gustavo. «Nunca se me va a olvidar el primer periodo del señor Trump».
La aplicación móvil CBP One dejó de funcionar por orden del presidente Trump este enero / Joebeth Teriiquez / EFE
‘Terceros países’
Las personas deportadas acumulan doble desplazamiento y trauma. Daniel Soto, enfermero venezolano, lleva siete años facilitando el acceso a la salud para migrantes en albergues de Ciudad Juárez. Aquí encuentran a personas con una salud física y mental muy deteriorada, desde heridas por agresiones hasta patologías crónicas sin medicación durante meses. Y violaciones. «Muchas agresiones sexuales ocurren al final de la travesía, aquí mismo, en zonas tipo Ciudad Juárez que son muy violentas», explica a este diario Soto, promotor de salud pública de la oenegé local Iniciativa de Salud Humanitaria en la Frontera. Su labor va más allá de lo médico: escuchar y generar confianza, «permitir que las personas empiecen a drenar estas experiencias tan duras«, dice.
Soto detecta una brecha: los mexicanos deportados de EEUU reciben asistencia oficial, pero no así los deportados procedentes de terceros países, pese a que México aceptó recibirlos ante presiones de Trump. «El Gobierno ayuda a mexicanos retornados, pero no a los deportados de terceros países, que quedan sin redes ni apoyo», subraya el enfermero. El plan ‘México te abraza’ ofrece alojamiento temporal, traslados gratuitos y 2.000 pesos (91 euros) a los que retornan. Sin embargo, la ola de retornos de mexicanos no ha sido masiva: en el primer semestre de 2025 fueron 56.300, frente a 82.000 en el mismo periodo de 2024, según datos oficiales mexicanos. Pero todos comparten traumas y el reto de volver a enraizarse.
Ciudad de migrantes
La comunidad en torno al albergue es estable. «La ciudad literalmente crece cada día», dice Gustavo, con nuevos puentes, caminos, viviendas y pequeños negocios. Embajadores de Jesús cuenta ya con una escuela pública, de guardería a bachillerato. «Los niños que llegan aquí no pierden el año escolar. Y sus papás pueden estudiar también», asegura. Muchos han abierto su negocio, otros trabajan en las maquilas, fábricas estadounidenses en territorio mexicano, que aprovechan la mano de obra barata y no pagan aranceles.
El gran proyecto de jubilación de Gustavo es terminar de levantar un nuevo grupo de viviendas frente al albergue, con la ayuda de la propia comunidad migrante que han encontrado en esta construcción un primer empleo. Las quiere «regalar» a familias mexicanas y extranjeras que buscan tener un espacio propio tras pasar por el albergue. «Construimos para quienes no traen nada», y concluye: «Tijuana se construyó con puros migrantes».
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