Geert Wilders, el trumpista dinamitador del poder
Geert Wilders, de 62 años y con dos décadas en el Parlamento neerlandés, busca este miércoles su segunda victoria consecutiva en unas elecciones parlamentarias neerlandesas. Esta vez, sus posibilidades de tocar el poder son más bien remotas. A él se debió el fin prematuro de la legislatura, el pasado junio, al retirar a los cinco ministros de su Partido de la Libertad (PVV) de una coalición en la que fue la fuerza dominante. Suena descabellado pensar que el resto del espectro derechista no habrá salido escarmentado. Wilders había quedado formalmente fuera de esa alianza, por el veto de sus coaligados a darle un puesto en el Gobierno. Pero fulminar una coalición «desde dentro» y pretender seguir siendo imprescindible para la política de Países Bajos no es incompatible para este trumpista que practica la islamofobia sin complejos.
[–>[–>[–>Wilders (Venlo, 1963) es el único líder del PVV, un partido unipersonal que fundó en 2006 tras dejar las filas liberales. Se le conoce como «el trumpista neerlandés», aunque los orígenes políticos de este viejo zorro de la ultraderecha europea son anteriores al primer acceso del republicano a la Casa Blanca. El apodo se le asigna por su parentesco ideológico con los devotos de Donald Trump que son los Patriotas para Europa, el grupo del húngaro Viktor Orbán. A la cercanía política se suma su carácter histriónico y la melena rubia platino, tan asociada a su imagen como el tupé anaranjado de Trump.
[–> [–>[–>Hace casi dos años, en noviembre de 2023, logró una primera victoria contra pronóstico. Elevó al PVV al puesto de fuerza más votada en unas elecciones parlamentarias neerlandesas. Obtuvo 37 escaños, del total de 150 de la Cámara de La Haya. Se hizo en primero lugar una selfie de autobombo con sus diputados, para negociar a continuación una alianza de gobierno con tres socios.
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Aspiraba a acceder al puesto jefe de Gobierno que ocupó durante 14 años el liberal Mark Rutte. Era una revancha hacia el avezado político neerlandés, quien entre 2010 y 2012 le convirtió en aliado de uno de sus ejecutivos. Aquella asociación estalló tanto en lo político como en lo humano. Wilders y Rutte se despidieron como enemigos encarnizados. Wilders y su partido quedaron durante años descartados en los múltiples ejercicios de equilibrismo con los que Rutte se mantuvo en el poder, antes de convertirse en secretario general de la OTAN.
[–>[–>[–>A la victoria de Wilders de 2023 siguió una coalición de la que el PVV llevaría las riendas, aunque la jefatura del Gobierno quedó en manos del tecnocrata Dick Schoop. Sus socios vetaron su presencia en el Gabinete, lo que Wilders encajó como un sacrificio mas bien formal. Desde el minuto cero, Wilders manejó desde fuera el Gobierno.
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La línea dura elevada a lo impracticable
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Los 11 meses que aguantó la coalición de Schoop fueron exponente de unas exigencias insostenibles incluso en estos tiempos de línea dura mayoritaria a escala europea. La bandera de este ultraderechista furibundo, hijo de un neerlandés y una mujer de origen indonesio, es la batalla contra el Islam, la inmigración, el asilo y la lucha contra el cambio climático. Ha moderado algo su discurso. Ha aparcado algunas de sus obsesiones pasadas, como el cierre de las mezquitas o la prohibición del Corán. Pero mantiene el cerrojo a una inmigración que, en su ideario, amenaza a la sociedad abierta neerlandesa. Una sociedad abierta en la que, para Wilders, solo caben dos sexos, hombre o mujer. A su islamofobia ha incorporado la fidelidad hacia Israel.
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[–>Es el político más amenazado de un país que en dos ocasiones ha vivido los asesinatos de dos enemigos del Islam: el líder ultraderechista Pim Fortuyn, en 2002, y el cineasta Theodoor van Gogh, dos años después. En la presente campaña, suspendió temporalmente algunos actos, incluido un debate televisado, por amenazas consideradas reales, pero sin consecuencias.
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