El fanático de la desfachatez
Carlos Mazón dice que dimite de la presidencia del Gobierno valenciano porque se equivocó. Nadie le quita la razón. Aún no sabe en qué estaba equivocado porque no reconoce la causa de su error, de ahí la resonancia de «aquí siempre llovió, hombre, y nunca llovió que no parara» cuando dice que «esta tierra está acostumbrada a las gotas frías de cada año (…) pero no a la furia de la naturaleza que vivimos el 29 de octubre del 2024».
[–>[–>[–>Abunda en descripciones cataclísmicas, pero solo para destacar que eran «inimaginables», y se cuida de usar el término «cambio climático» porque su ideología no se lo permite y es la que causa su olímpica desatención del 29 de octubre de 2024.
[–> [–>[–>No invoco «cambio climático» como divinas palabras que lo explican todo y paralizan aunque no se entiendan. Lo que hace Mazón al no nombrarlo es colocarse en el negacionismo duro de una parte de Vox que niega cualquier cambio climático –habla del «camelo climático»– en un ideario anterior a las evidencias de catástrofes naturales extremas que ha traído el siglo XXI. Mazón no entra en el debate blando que no niega el cambio climático, sí que se deba a la mano del hombre con la industrialización y la quema de combustibles fósiles. No aceptar que existe una alteración mientras el planeta sufre catástrofes naturales desesperadamente extremas, minusvalorar las predicciones meteorológicas más alarmantes y, un año después, resumir su dimisión en un «piove, porco Governo centrale» (llueve, maldito Gobierno central) es fanatismo aunque lo disimule el gesto de confusión.
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Como cabe esperar del espíritu de los tiempos, tanto él como muchos receptores de su discurso acuden a la «emocionalidad» de la catástrofe, que se condensa en la del funeral de Estado del cabo de año, pero la dimisión de Mazón debería haber sido dictada por la razón, la suya en el mismo día del desastre por causas profesionales, y políticas y de mínima exigencia de la vergüenza. La suma de negacionismo bajo la dana y de emocionalidad retardada sin intervención racional da un Carlos Mazón fanático de la desfachatez.
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