Le exigí que no usara mi nombre. Creo que se sorprendió
juan carlos i Habla abiertamente de lo ocurrido durante el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, un golpe que no fue uno, sino tres. En el memorias del rey emérito que acaban de publicarse en Francia y serán publicados en España en diciembre por Planeta, Juan Carlos I explica que los tres golpes que se produjeron fueron «el de Tejero y Milans del Bosch, el de Armada -doloroso a nivel personal- y el intento falangista de aprovechar ambos para restaurar el franquismo».
«Estaba en juego mi papel político y en mis manos estaba el destino de España.«, dice el emérito, recordando aquellos días como si de una película se tratase. Dos meses antes del 23 de febrero, su padre, Juan de Borbón, cenó con Milans del Bosch, quien hizo un comentario que Juan Carlos tomó como «una broma», cuando afirmó que «antes de jubilarse sacaba los tanques a la calle».
El emérito asegura que conocía la «tensión» que había en el cuartel, aunque nunca imaginó que fuera tan alta como para perpetrar un golpe de Estado. «Cuando irrumpieron en el Parlamento me quedé sin información. Me dijeron que lo hacían en mi nombre. Me asusté. Llamé al jefe del Estado Mayor, Gabeiras, pero fue Armada quien contestó. Su tono tranquilo me preocupó. Juste, jefe de la división de Brunete, preguntó si Armada estaba en Zarzuela. Cuando supo que no, se alineó con la Constitución. Fue un alivio», recuerda.
Finalmente consiguió contactar con Antonio Tejero gracias a Sabino Fernández Campo y un miembro de la guardia real, y así relata la conversación que sostuvieron: «Le exigí que no usara mi nombre. Creo que se sorprendió. En ese momento entendí que creía tener mi consentimiento». El emérito pidió que su hijo, el ahora rey Felipe VI, esté con él para que «viva esa tensión» y «entienda que la monarquía constitucional no se hereda: se defiende». «Me preguntó qué estaba pasando. Le dije: ‘El Corona está en el aire. No sé hacia dónde caerá'», afirma.
«Exigí a Tejero que no usara mi nombre. En ese momento entendí que creía tener mi consentimiento»
Juan Carlos I se encontraba «aislado» y «con el teléfono como única arma»; en ese momento recordó a su cuñado Constantino II de Grecia y cómo perdió el trono en 1967 tras un golpe militar. «¿Me pasaría lo mismo? No podía rendirme»añade. En esos momentos recibió «muchas llamadas», pero recuerda una que para él «fue clave». Anna Balletbò Se encontraba en el Congreso de los Diputados cuando Tejero irrumpió pistola en mano, siendo el primer diputado en quedar en libertad por estar embarazada de gemelos. «Me dio información valiosa sobre los atacantes. Nuestra conversación fue interrumpida muchas veces por soldados que pedían órdenes.«, explica.
«Al día siguiente, cuando pasó el peligro, me dejé llevar por la emoción. Pero esa noche sólo tenía el teléfono y mi voz. Nunca había mostrado tanta autoridad. Ni siquiera sabía que la tenía. En los momentos de crisis uno se revela», confiesa. Ahora, Juan Carlos es padrino de los gemelos del Balletbò, fallecidos el pasado mes de octubre.
Las horas más «críticas» del 23F
Juan Carlos I dice que «la situación era crítica«cuando habían transcurrido tres horas desde los disparos de Tejero en el Congreso. Entre llamadas y «télex», los avances que se produjeron «fueron mínimos», según el monarca. En sus llamadas a los capitanes generales, el emérito repitió la siguiente frase: «Quien se levante contra el rey será responsable de una guerra civil.«.
Fue entonces cuando Juan Carlos consideró que «necesitaba» hablar con los españoles y «romper el aislamiento», con una RTVE «rodeada de un regimiento hostil». «Gracias a la persuasión del marqués de Mondéjar conseguimos que dos equipos de grabación salieran hacia Zarzuela por vías diferentes. Mientras tanto, Armada me pidió permiso para ir al Parlamento a negociar con Tejero. Yo ya conocía su doble juego, así que le respondí claramente:’No te doy ningún permiso y no vayas en mi nombre.‘», explica.
Tras ponerse sólo la chaqueta de general y no el uniforme completo, grabó «un mensaje sobrio» que todavía recuerda «palabra por palabra». «Me han criticado por no hablar antes, pero Había obstáculos reales. Desde que decidí hablar, a las 22.30 horas, hasta que se emitió el mensaje, a la 01.15 horas, pasaron horas de agonía», relata. Tras su intervención, cree que muchos españoles «se fueron a dormir aliviados».
«No quería guardar ningún recuerdo de aquella pesadilla. Cambié la decoración de mi despacho y tiré la camiseta azul que llevaba»
«En las primeras horas del 24 de febrero todavía estaba esperando que Milans del Bosch obedeciera mis órdenes. Le envié varios télex, pero no fue hasta las 4:30 que los tanques regresaron a sus cuarteles. Tejero, sin embargo, permaneció atrincherado en el Parlamento hasta el mediodía, tras 18 horas de asedio.. Por la mañana, el rugido de los motores nos sobresaltó en la Zarzuela. Sofi (Reina Sofía) temía que fueran los tanques. Pero fue simplemente que el tráfico volvió a la normalidad. Le pedí que llevara a los niños al colegio como cualquier otro día. «Quería que todos volviéramos a la vida cotidiana lo antes posible», concluye.
El 23-F, «un antes y un después»
Para concluir este capítulo, el emérito se refiere al 23-F como “un antes y un después”un acontecimiento que planteó a una España con un panorama «incierto». «No quería guardar ningún recuerdo de esa pesadilla.. Cambié la decoración de mi oficina y tiré la camiseta azul que llevaba. Al día siguiente recibí en la Zarzuela a los principales dirigentes políticos secuestrados por Tejero. «Me contaron cómo vivieron el asalto, cómo Gutiérrez Mellado enfrentó a los golpistas y cómo algunos, como Carrillo y Suárez, ni siquiera se protegieron», revela.
Juan Carlos I habla también de su emotivo abrazo con Adolfo Suárez cuando todo acabó, un Suárez que pensó que Armada «los había salvado». «Le respondí con firmeza: ‘No, Adolfo, tenías razón. armada es una traidora‘. Fue difícil aceptar la traición de alguien tan cercano», confiesa el emérito, que pidió a los representantes políticos una «colaboración leal y desinteresada». «La democracia necesitaba unidad y paz. Quería decirles: ‘¡No soy un bombero dispuesto a apagar todos los incendios de España!’, bromea en sus memorias.
El emérito también recuerda el momento en el que sus «piernas temblaron». Sucedió el 28 de febrero de 1981, cuando presidía en Zaragoza un acto militar en el que se enfrentó por primera vez al Ejército tras el golpe. «Algunos soldados todavía se declaraban franquistas, pero reconocían mi autoridad. Repetí una y otra vez: ‘Gracias por vuestra lealtad’. Era urgente reconstruir la relación entre el poder civil y militar, y consolidar el ejército dentro del marco constitucional. Apoyé la entrada en la OTAN como medio de modernización y alineación democrática», explica.
Sin embargo, el 23-F «no supuso el fin» de las tensiones, ya que «persistía el temor a otro golpe de Estado». «El Manifiesto de los Cien, firmado por altos cargos, era una advertencia. ETA también atacó directamente a la Corona. En mayo de 1981, una bomba mató al conductor y al ayudante de mi jefe de la Casa Militar. En 1982 y 1985 frustramos otros atentados. Fue un período oscuro, de constante angustia.«, lamenta el rey. Esta etapa se cierra, según Juan Carlos I, con la mayoría absoluta de Felipe González, una «alternancia pacífica aceptada por los militares». «Aunque años antes defendieron la República, demostraron ser escrupulosos con la Corona. Gobernaron con ambición de país y respeto institucional. Juntos empezamos a construir una nueva España», celebra el emérito.
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