VIOLENCIA MACHISTA | Crónica de un asesinato ‘anunciado’ en Zaragoza: Abel cumplió su amenaza de matar a Eugenia
Eugenia Mercedes era «tierna», «dulce», «trabajadora» y «muy cristiana». Era una mujer «muy buena» que no merecía el trágico final al que ayer le condenó su pareja: la muerte. Sus gritos desesperados abrieron la esperanza a la supervivencia, pero ya era imposible. Solo se pudo certificar su deceso. Apenas se pudo hacer nada para salvarla porque esa puerta, la del 2ºC del número 23, en la calle Privilegio de la Unión, estaba cerrada a cal y canto. Allí yacía su cadáver con varias heridas por arma blanca. Cerca se encontraba Abel, un hispanocubano nacido en 1963 cuyo último servicio en este trágico despertar del cuarto de noviembre de 2025 fue intentar suicidarse ingiriendo amoniaco.
[–>[–>[–>Las agujas del reloj marcaban, más o menos, las 08.35 horas. Y el tranquilo amanecer de este edificio, okupado en pleno corazón de San José, se quebró con los gritos de Eugenia. Con esos alaridos se escribió el punto y final de lo que era la crónica de una muerte anunciada, la crónica de un asesinato machista, el de Abel frente a su pareja. Porque mucho antes, desde hacía semanas y meses, a esta mujer ya le habían augurado este funesto final. Porque a Eugenia le habían encontrado llorado en la parada del autobús, porque a Eugenía le había dado cobijado sus vecinos en sus casas… Porque Eugenia tenía miedo y estaba amenazada de muerte.
[–> [–>[–>Sin denuncias
[–>[–>[–>
Tanto miedo tenía esta buena mujer que no denunció. Por eso la Policía no tenía ningún registro de lo mucho que cuentan sus vecinos. Le profesaban un gran cariño y con ese mismo cariño intentaron salvarle ayer la vida. Primero fue Leticia y luego Alejandro. Leticia despertó a Alejandro por los gritos desesperados de Eugenia. Y Alejandro intentó echar abajo la puerta del 2ºC. No lo consiguió hasta que llegaron los primeros agentes.
[–>[–>[–>
Que esa puerta se resistiera tanto, con esa doble llave reforzada por el candado, habla de la premeditación de Abel. En el rellano había restos de madera, restos de esa puerta que separaba la muerte de la vida, que separaba la agonía de Eugenia de una mínima esperanza para devolverle a la vida. Desde detrás de esa puerta se le escuchaba pedir socorro, que se desangraba, que se estaba muriendo… Hasta que se hizo el silencio.
[–>[–>[–>Deja huérfana a una hija de 25 años que reside en Estados Unidos, con la que también convivió en Las Delicias. Desde hacía un año y medio, más o menos, Eugenia se había mudado a la calle Privilegio de la Unión para convivir con Abel. Y desde hace un año y medio, más o menos, se comenzó a escribir la crónica de una muerte que cada vez se anunciaba con más fuerza. Hasta ayer: Abel asesinó a Eugenia.
[–>[–>[–>
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí