Gente a la que se le ha hecho temprano
Paso por la puerta de unos grandes almacenes y veo a gente arremolinada en la puerta. Y luego, unos metros más allá, más gente aguardando también a que abra el establecimiento.
[–>[–>[–>No faltan cinco o diez minutos para la apertura, faltan más de 25. No tengo noticia de que haya rebajas ni una oferta especial del día –como pasa en los supermercados– y me da que la escena se repite cada día.
[–> [–>[–>Pienso en qué impulsa a alguien a venir con tanto tiempo de adelanto. Tal vez uno haya calculado mal la velocidad de sus propios pasos. Tal vez otro encontró menos tráfico del previsto. A lo mejor alguien necesita comprar algo concreto y tenerlo a las diez y cinco, dado que el gran almacén abre a las diez. ¿Serán caza gangas?
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Nadie tiene pinta de tener una urgencia: hay cafeterías cercanas abiertas hace rato. Tampoco parece que entre toda la gente congregada alguno tenga una necesidad imperiosa, aunque conviene no olvidar que estos grandes almacenes tienen cuartos de baño amplios y limpios.
[–>[–>[–>Algunos consumen esos más de 25 minutos mirando el móvil. Otros miran a la gente pasar, otros se emboban con el tráfico y sus evoluciones. No pocos dan vueltas sobre sí mismos. Un señor acaricia su paraguas y un joven lee un libro. De pie. Hay una chica que toca la persiana metálica. Lo hace como impulsando una energía o deseo hacia adentro por ver si la apertura se anticipa. No me atrevo a decir que la gente está desperdiciando su tiempo o que no lo valora. A lo mejor esa inversión de 25 minutos le reporta beneficios para el resto del día. Son gente a la que, de repente, se les ha hecho temprano. Estoy tentado de unirme al contingente pero no sé si eso sería desperdiciar mi tiempo o sería invertirlo bien, dado que podría observar el desenlace de la escena: las puertas abriéndose y el gentío penetrando en los grandes almacenes. No son empleados, pues tienen su propia puerta lateral de entrada. Imagino al chico que antes leía en la puerta perdido ahora en la sección de Caballeros. Buscando el tiempo perdido, como Proust. O un abrigo azul.
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