«Está de moda el autodiagnóstico de trastornos mentales leves», afirma Marino Pérez, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo
El catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo Marino Pérez Álvarez (Ese de Calleras, Tineo, 1952) abrirá hoy la jornada sobre la atención a las personas con trastorno mental grave del Servicio de Salud del Principado de Asturias, que tendrá lugar en el Hospital de Cabueñes. En su conferencia inaugural, Pérez pondrá el foco en «la identidad y las personas con trastorno mental grave en un mundo posmoderno y líquido».
[–>[–>[–>¿Cómo es el día a día para estas personas con el panorama actual?
[–> [–>[–>Vivir en un mundo posmoderno y líquido afecta porque la identidad personal es más complicada en sociedad líquidas como la nuestra. Antes se solía desarrollar dentro de estructuras sólidas y duraderas como la familia, el trabajo, la profesión, las relaciones, la comunidad y la tradición. Y todo eso se ha ido perdiendo en una sociedad líquida donde todo es flexible y cambiante. No hay nada sólido y duradero. Eso todavía se hace más complicado en las personas con trastorno metal grave, que ya tienen sus dificultades propias en cuanto a la identidad y la consistencia.
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¿Cuál es el impacto de las tecnologías y las redes sociales?
[–>[–>[–>Las redes sociales pueden ser muy útiles, pero sin instrucción pueden complicar la vida a las personas con trastorno mental grave. De hecho, se la complican a personas que supuestamente no tienen ningún trastorno y que las propias redes lo generan. Pueden generar soledad, estrés y paranoia de sentirse controlado.
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¿Cómo se podría mejorar la situación de las personas con trastorno mental grave en ese sentido?
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[–>Con aquellas ayudas que implican las relaciones con los otros. Es decir, con los profesionales, cuidadores y los miembros de la comunidad para crear contextos sociales de apoyo comunitario. Esa sigue siendo la mejor ayuda. El problema sería si las redes sociales, las nuevas tecnologías y el mundo de los algoritmos van en detrimento de las relaciones presenciales, que son las que siguen siendo esenciales en la ayuda y en la recuperación de las personas con trastorno mental grave.
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¿Qué papel juega la Universidad?
[–>[–>[–>El papel del académico es tener una perspectiva global de los problemas, una visión de mapa sin estar a pie de obra. En esta visión apuesto por usar los trastornos mentales graves para repensar la crisis de salud mental que caracteriza a nuestro tiempo y que afecta sobre todo a niños, adolescentes y jóvenes.
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Prosiga.
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Resulta paradójico que haya tal crisis en las mejores edades de la vida y en una sociedad del bienestar como se precia de ser la nuestra. Visto eso así, habría que asumir que la crisis de salud mental de la que continuamente se habla y que está acaparando todos los recursos se refiere a trastornos mentales leves, incluso diría que banales. Esos están acaparando recursos que pueden ir en detrimento de los graves, que son los que necesitan más atención, profesionales y recursos. La paradoja de nuestra sociedad líquida, que está presidida por las redes sociales, es que todo aquello que no tenga glamur, rentabilidad, beneficios o seguidores queda de lado. Y en este contexto se ha puesto de moda a través de las redes sociales lo que se llama el trastorno de identidad disociativo, que poco o nada tiene que ver con el grave. Se refiere al uso de este diagnóstico e incluso muchas veces autodiagnóstico como marca personal, identidad o promoción. Ahí se habla de un malestar y un sufrimiento que habría que relativizarlos en comparación con los trastornos mentales graves. Además, habría que considerarlos como no graves e incluso a menudo banales, ya que muchas veces se usan para la promoción personal dentro del contexto narcisista que está creciendo en los últimos tiempos. En algunos casos de ansiedad, depresión, TEA o TDAH se ha pasado de perder el estigma a ser moda.
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¿Dan respuesta las políticas a los casos graves?
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La tendencia internacional es que las políticas de salud emocional van dirigidas a la población universal para que todos los escolares analicen sus sentimientos y emociones y reconozcan síntomas precoces o tempranos de cara a prevenir un trastorno psicológico u otras complicaciones. Creo que esas políticas, sin duda bien intencionadas, no están bien fundadas y son erróneas porque pueden fácilmente producir el efecto contrario y que los niños conviertan en supuestos síntomas experiencias y comportamientos que debieran ser normales o posibles. Es decir, pueden generar una excesiva conciencia de problemas que no tenían.
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¿Hacia dónde deberían ir orientadas las estrategias?
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Los recursos deberían reorientarse hacia los problemas más graves, que son los que requieren más ayuda profesional y crear contextos más saludables y costosos que estas políticas de mirarse el ombligo.
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