Personas
En el año 1982 el FICX se llamaba Certamen Internacional para la Infancia y la Juventud de Gijón. Celebraba entonces su edición número veinte y lo organizaba Cerinterfilm, una asociación cultural regida por representantes del Ayuntamiento de Gijón, la Caja de Ahorros de Asturias, la Diputación Provincial y el Consejo Regional. Isaac del Rivero había dimitido el año anterior por desacuerdos con el Ayuntamiento.
[–>[–>[–>Mi primer recuerdo del festival es de ese año. Se celebraba en verano y fui a ver una película española que estaba rodada en Asturias. Se titulaba «El cabezota» y la protagonizaba Álvaro de Luna, que por aquel entonces era toda una estrella de la tele por haber interpretado el personaje de «El Algarrobo» en la serie Curro Jiménez. La acción transcurría en el pueblo de Coviella y se situaba en el tiempo en torno al 1857, momento en el que en España se promulga la ley Moyano, por la que se establecía la obligatoriedad de la primera enseñanza. El conflicto lo marca la negativa de un viudo del pueblo, Pedro Pinzález, «el cabezota», a que su hijo Pedrín vaya a la escuela («¿Para qué sirve leer y escribir?»). Tras un incidente con la autoridad que obligará al padre a pasar por prisión unos meses, Pedrín acude a la escuela, pero tras prometer a su progenitor «que no va a aprender nada».
[–> [–>[–>Aunque hay cierto empeño en mitificar los años 80, lo cierto es que fueron años en los que las drogas, sobre todo la heroína, devastaron a una generación e hicieron que las autoridades tuvieran que tomar medidas. En El Coto se instaló con polémica vecinal un centro de dispensación de metadona y años después hubo un intento de llevar otro a La Calzada. Fueron años complicados, con más inseguridad ciudadana y sin inmigrantes a los que culpar. Fueron años en los que se decidió que las Unidades de Tratamiento de Toxicomanía eran necesarias porque se puso por delante a las personas. Poner el foco en las personas hizo que la situación mejorara y la ciudad entera se vio beneficiada; Jovellanos, a los que algunos les gusta rescatar para lo que les interesa, lo dejó dicho y así luce en la plaza del Seis de Agosto: «¿Por ventura es la sociedad otra cosa que una gran compañía, en que cada uno pone sus fuerzas y sus luces, y las consagra al bien de los demás?».
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Quedan lejos en el tiempo los años 80, pero el traslado del Albergue Covadonga recuerda mucho a lo vivido entonces con el añadido del ruido digital. Pedro Pinzález, nuestro cabezota de Coviella, comprendió al final de la película el poder de la educación y quiso que su hijo (y él mismo después) aprendiera a leer y escribir. Esperemos que quienes tienen el poder de tomar decisiones en este asunto no actúen con terquedad y, sobre todo, que pongan el foco donde deben: en las personas.
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