El sistema está en el pozo
Él Pacto de Toledo Es una “vieja gloria” de la economía española. A sus 30 años, el consenso obtenido en 1995 para su firma le dio un escudo no fácil de revisar. La idea surgió de la ya extinta Convergencia i Unió y en este texto inicial se incluyeron 15 medidas. Cinco años después, se creó una comisión no permanente para monitorear y evaluar los acuerdos que desde entonces Cada cinco años se reúne para analizar las recomendaciones.
Actualmente, Actualmente se están revisando las medidas ratificadas en 2020. Entre estos, el revalorización de las pensionesdespués, bajo el gobierno de Mariano Rajoy, este aumento se limitó al 0,25% anual mientras el sistema estaba en déficit. Bajo la lupa de los grupos está esta vez el relevo generacional, lo que indica que quizás el sistema de reparto que tenemos hoy no sea suficiente para garantizar las pensiones del mañana. Para profundizar en el debate, extracto del boletín de Antena 3 Noticias con el que hablamos Sergi JiménezInvestigador de Fedea y profesor titular de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
De entrada, Sergi Jiménez reconoce que no es partidario del Pacto de Toledo. «No me parece muy grave porque llevó a mantener el sistema de pensiones algo obsoletono se ha modernizado lo suficiente para resolver los problemas que plantea una pirámide de edad invertida y, en general, el envejecimiento acelerado de la población.
Para entender completamente cómo funciona nuestro sistema de jubilación, cabe señalar que se rige por cinco principios:
- es un sistema de entrega, En otras palabras, los trabajadores actualmente activos pagan los beneficios de los jubilados actuales.
- Principio de proporcionalidad contributivaes decir, los beneficios recibidos están vinculados a los aportes realizados y al período durante el cual se realizaron los aportes.
- El sistema de pensiones será administrado y financiado por entidades públicas.
- Las personas que no han cotizado deben incluirse en un régimen no contributivo
- El monto de las prestaciones debe garantizar las necesidades obligatorias.
Al comprender estos puntos, es fácil internalizar que mientras la rueda siga girando y haya más trabajadores activos que jubilados, no habrá gritos de auxilio en el aire. Sin embargo, cuando hay un desajuste, comienzan los problemas. EL etapas del ciclo de vida A cada persona le sacan una especie de bocadillo económico. Desde que nacemos hasta que empezamos a generar ingresos vivimos en una etapa deficitaria. Es decir, durante estos años una persona no genera ingresos para el Estado sino que sólo tiene gastos, gastos que generalmente son asumidos por las familias.
Con la incorporación de esta persona al mercado laboral la situación se revierte, y entonces comienza un período de superávit porque este nuevo trabajador genera lo suficiente para cubrir sus necesidades y pagar sus impuestos, colaborando así con el sistema establecido. La última capa del sándwich vuelve a ser la del déficit, ya que en la última fase de la vida dejamos de trabajar y recibimos una asignación estatal.
¿Los que no tienen hijos tienen que aportar más?
¿Lo que está sucediendo? Al inicio del Pacto de Toledo nadie pensaba que el envejecimiento de la población Iba a ser lo que es. España registró en 2024 un nuevo mínimo histórico desde que comenzó la serie en 1941 con 318.005 nacimientos. En los primeros seis meses de este año se registraron un total de 155.635 nacimientos, 49.275 menos que hace 10 años. EL pirámide de edad de nuestro país muestra una sociedad cada vez más envejecida y ésta es una de las principales amenazas para la garantía de las pensiones futuras. Otro riesgo es la brecha de género que persiste en nuestro mercado laboral. El profesor precisa: «En aquellos años ya estábamos en un período de baja natalidad, lo que sucedió fue que había una gran parte de los jóvenes que, precisamente, eran los ‘baby boomers’, y garantizaba un período en el que habría muchos contribuyentes por cada persona mayor. Las personas mayores que se jubilaron a principios de los años 1990 eran principalmente los nacidos antes de la guerra civil, y eran relativamente pocos en comparación con las generaciones posteriores. Habrá problemas». Y además, señala que el problema del envejecimiento en nuestro país hace que “pagando esencialmente lo mismo acabes sacando más del sistema y eso es ‘de por sí’ insostenible. La baja natalidad crea el problema de que pareciera que no entran al país tantos jóvenes como sería necesario para mantener este crecimiento del gasto ligado al envejecimiento”, explica Jiménez.
Con este panorama, ya se escuchan voces que sugieren que la solución se da porque los que no tienen hijos aportan máspero ¿es esta la clave? «No lo creo, creo que sería acertado cambiar el sistema a uno con aportaciones definidas y donde el rendimiento esté ligado a otras cosas, pero no a la demografía», defiende el catedrático que lleva años estudiando las opciones y mirando los modelos de otros países europeos, lo que «no quiere decir que tengan nada de extraordinario, pero no están claramente en el mismo agujero que el sistema español».
Evidentemente, si nuestras aportaciones se utilizan para pagar las pensiones actuales, Las contribuciones de nuestros hijos pagarán nuestras pensiones.podemos decir por tanto que quienes tienen descendientes aportan más al sistema que quienes no la tienen. Entonces, ¿el sistema premia a las personas que deciden no tener hijos? Jiménez corrige que «no es que los recompense, es que los que no tienen hijos no están aportando a esa porción del financiamiento futuro. Cumplen su compromiso aportando por un período de tiempo y esperan recibir cosas a cambio, pero el sistema implícitamente esperaba que tuvieran hijos que contribuirían al financiamiento. Cuando eso se rompe o se degrada, los problemas que vemos surgen en que no hay suficientes contribuyentes para tantos jubilados».
Por eso el profesor insiste: «El sistema de distribución actual está diseñado para condiciones muy básicas» y recomienda «modificar el sistema, para que ya no sea un sistema de distribución, sino un sistema de contribución definida. Ya no estás vinculado a la evolución de las cotizaciones de los jóvenes y, por tanto, al número de jóvenes en el sistema. » Porque, advierte, el sistema, tal como lo conocemos hoy, «es posible que podamos mantenerlo durante una generación más, pero es a costa de invertir en una mejor asistencia sanitaria, en una mejor educación… Cuando se dedica una gran parte del presupuesto a un objetivo, se descuidan los demás. No es, digamos, la historia del pan y el pescado. »
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