su madre y su tía litigan por su tumba medio siglo después de que falleciera
El pequeño falleció de leucemia en el Hospital de la Paz en 1973 mientras le cuidaba su tía paterna, la actual propietaria de la tumba en la que descansa, entonces una joven de 19 años que tuvo que responsabilizarse de un bebé de un mes cuyos padres emigraron a Holanda. Cincuenta y un años después de este suceso, la tía se ha tenido que sentar en el banquillo de los acusados, denunciada por su cuñada y madre del niño, a que le reclama no solo los restos de este, sino también de la sepultura.
[–>[–>[–>La zamorana, de iniciales F.R.V., muestra los certificados del Ayuntamiento de Santiz, localidad salmantina que raya con Zamora donde se halla el panteón familiar, documentos que la reconocen como única propietaria de la tumba. Recalca que «nunca me he negado a que exhumen el cadáver de mi sobrino, pero estando yo presente y sin que se mezclen con los de mis padres».
[–> [–>[–>Una salvedad que tiene sentido porque el primer enterramiento fue el del padre de F.R.V., varios años después el del bebé sin que mediara división horizontal; y en 1990, el de la madre. «Están ataúd sobre ataúd sobre ataúd, así que estarán mezclados todos, ¿cómo van a saber qué restos son de cada uno, si será todo polvo?», expone angustiada. Esa duda es la que trae de cabeza a la vecina de Peñausende, que mantiene un litigio con la cuñada desde 2019, cuando comenzaron a exigirle la tumba. «Está a mi nombre porque la compré en abril de 1988 cuando el Ayuntamiento la vendía, quise darle a mi madre esa alegría» y así rezaba en un placa que colocó y que desapareción «porque la arrancó mi sobrino», condenado por esos hechos, se indicó en el juicio.
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El enredo de un bebé reivindicado medio siglo después de su muerte
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La postura de F.R.V. se ve reforzada porque, además, varios días antes de que falleciera su madre en 1990, cuando ya supo que moriría, «tuve abierta la tumba varios días antes para que mi hermano y su mujer pudieran llevarse los restos del niño y no se presentaron». No entiende que casi 30 años después, en 2019, comenzaran a atacarla en el pueblo salmantino, del que se vio desterrada «porque me dejaron sin nada en el reparto de la herencia junto con mis otras hermanas».
[–>[–>[–>¿Cómo distinguir restos que son polvo?
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Insiste en que quiere vivir en paz y que la dejen tranquila, superados cuatro cánceres, solo aspira a vivir a que se resuelva el juicio al que se visto abocada por la denuncia de su cuñada. «No me niego a que exhumen el cuerpo del niño para llevárselo» y si la jueza autoriza la exhumación tan solo busca que sea a coste cero para ella. Lo único que reclama, si pierde el juicio, es que se le garantice que los restos que se extraigan de la tumba sean los del bebé.
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Su abogado, Gabino Carro Espada, defendió en el juicio la posibilidad de que se confundan los retos de las tres personas enterradas, «pasados más de 30 años, los cadáveres se convierten en polvo y se mezclan, por lo que va a haber problemas con la recolocación de los restos de los padres de mi clienta».
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[–>La abogada de la acusación particular llegó a recordar la exhumación del cuerpo del dictador Franco del Valle de los Caídos después de 50 años sin problemas, a lo que el letrado zamorano replicó «estaba enterrado el sólo en la tumba, perfectamente aislado, pero los restos del padre y la madre de mi clienta son ya inexistentes».
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La acusada se muestra dolida por lo que considera una actitud beligerante de su cuñada y su sobrino. Una conducta que jamás esperó después de haber cuidado el bebé sola durante cuatro meses en el Hospital de la Paz. «Ni la madre ni el padre del niño regresaran de Holanda para atenderle», a donde emigraron dejando a su primogénito a cargo de la abuela paterna. Su hijo llegó a Madrid agonizando, «yo iba sola en la ambulancia, del pueblo a la Paz, muerta de miedo». Recuerda la angustia que vivió lejos de casa, con un bebé muy grave y sin el amparo de nadie, salvo de una voluntaria del Hospital que costeó incluso el traslado del niño fallecido.
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