Cuanto peor mejor
Bismark dicen que dejó escrito, no seré yo quien lo ponga en duda, que “la nación más fuerte del mundo es España sin duda. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo». El erróneo convencimiento de que los ciudadanos lo aguantan todo, ni es así, ni debería de serlo. Es evidente que llevamos tiempo en una cruzada contra el sentido común, donde nuestra nación se enfrenta a un «tiempo nuevo» pilotado por paracaidistas, minado por topos, y pleno de incertidumbres, donde ya es manifiesto que será necesario poner «pie en pared». La imbecilidad de una parte cuantitativa de «servidores públicos» con una vanidad desatada, campea por sus fueros.
[–>[–>[–>Estos mercenarios se creen muy modernos, y se dedican a desacreditar el pasado cuando todos ellos no han aportado ni han tenido una sola nueva idea, demostrando no precisamente ninguna agilidad mental –sobran consignas y falta ideas–, y al amparo de sus cargos esconden una soberbia patológica. Pareciera que padecen muchos de ellos un ataque de ego. No estamos ante un caso de porfiados crónicos sino de complejo de superioridad agudo. Cómo si no reconocieran más autoridad que la de sí mismos. En realidad son «los barbaros» de la modernidad y cualquier cosa –entienden ellos– se puede hacer en política fuera de las reglas. Es decir, han convertido su política en un infierno poco respetable. «La razón y la humanidad fueron mucho más que palabras vacías, y el amor por la verdad y la justicia mucho más que una idea abstracta (Voltaire)».
[–> [–>[–>He crecido en una época más tolerante, respetuosa y solidaria que nos ha permitido no renunciar a casi nada. Nos aporto innumerables valores y oportunidades donde el conocimiento y la cortesía se respetaban, el talento y las lealtades se potenciaban como los mejores instrumentos para que los proyectos individuales y colectivos llegaran a buen puerto, y todo ello fue posible gracias a un largo y laborioso esfuerzo. Somos beneficiarios del mayúsculo trabajo ejecutado por generaciones anteriores con atributos como la inteligencia, la constancia, el sentido común y mucha bondad.
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El debate actual –en general– roza la insolencia y destaca el populismo más innoble y torpe de estos tiempos contemporáneos globales cargados de «fontaneros» adictos a los micros y a las cámaras sin credibilidad, escasos escrúpulos, ambiciones y deslealtades vergonzantes, todos ellos, acompañados de «expertos» de todo color y condición huérfanos de empatía y ausencia total en las formas, y algunos «comparsas» que no les interesa la política a no ser para servirse de ella dispuestos a mirar para otra parte escondidos y silentes. ¡No tienen ni ética ni estética!
[–>[–>[–>Mientras tanto algunos irresponsables de la política se han «aliado» para que nuestra nación continúe en una escalada de descrédito –con eco en todas las Cancillerías del mundo donde España ha dejado de ser respetada y considerada– con el apoyo de charlatanes, pantallas, celulares y redes de toda condición, tan proclives –unos y otros– a imponernos sus maneras de pensar y relacionarnos. Pareciera que toman a sus votantes y seguidores como un enemigo. ¡Es justo y necesario en algunas circunstancias sacar de procesión la audacia, y no esconderse en la sacristía por comodidad!.
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Los que deberían de dar ejemplo de cordura, nos han instalado el resentimiento que ha sido y es la cuna de la cobardía, desenterrando lo peor, es decir, la vileza. Estos «señoritos» cotorrean mucho pero trabajan poco, y han olvidado el trabajo incalculable de sus bisabuelos, abuelos y padres blanqueando unos, justificando otros, a los nuevos «zares de la cacareada nueva política», aplicando la máxima como medicina de «el cuanto peor mejor» –ese es el negocio puro y duro–, legitimando el río revuelto, para mayor gloria de la ganancia de pescadores, capitaneados por un grupo de piratas que están conduciendo por la vía de los hechos el naufragio vital de sucesivas generaciones de jóvenes españoles.
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[–>Nuestra nación es como una carabela que muchos «cretinos», que no «cretenses» –como lo definió Gustavo Bueno, uno de los grandes filósofos contemporáneos–, llevan tiempo empeñados en vararla, y si pueden hundirla. ¡En ello están! Confiemos que a la bajamar todas las piedras se descubran, y el resultado sea el mismo que de chavales vivimos en el puerto de Llanes, el riveru, en «hedor», o «merde» como expresan los vecinos franceses conocedores de primera mano de las consecuencias políticas del buenismo sin fronteras… n
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